La masacre de Kibeho
Más de 5.000 refugiados hutus fueron asesinados en este campo de refugiados hace 15 años, en lo que fue la mayor matanza ocurrida en Ruanda desde el final del genocidio contra los tutsis
La masacre de Kibeho
Más de 5.000 refugiados hutus fueron asesinados en el campo de refugiados de Kibeho el 22 de abril de 1995 , en lo que se conoce como la mayor matanza ocurrida en Ruanda desde el final de la guerra civil que acabó con la vida ... de un millón de personas. Kibeho se había convertido desde entonces en un campamento de refugiados donde se hacinaban entre 80.000 y 100.000 hutus que habían huido del país después de que el Frente Patriótico Ruandés (FPR) , mayoritariamente tutsi, se hiciera con el poder y decidiera vengar la masacre que había sufrido su pueblo tan sólo un año antes.
Aquel suceso, del que ahora se cumplen 15 años, fue la confirmación de que los baños de sangre en Ruanda no se habían detenido con el final de la guerra civil impulsada por los hutus para exterminar a los tutsis , en un genocidio que acabó con más del 10% de la población ruandesa y la gran mayoría de la población tutsi… y que según parece no iba a quedar impune.
Las víctimas pasaban a ser verdugos: «Entre cinco mil y ocho mil ruandeses de la etnia hutu han perdido la vida y más de ochocientos han resultado heridos en el campo de refugiados de Kibeho a manos del Ejército, compuesto en su mayoría por tutsis –contaba ABC sobre aquella masacre–; sin embargo, la cifra de víctimas podría ser superior, ya que, al cierre de esta edición, las matanzas continuaban».
Según la Misión de las Naciones Unidas, los soldados abrieron fuego «indiscriminadamente» contra los miles de desplazados cuando estos intentaban escapar de un campo de refugiados sobre el que el ejército tutsi mantenía un cordón con el objetivo de identificar, entre los refugiados que quisieran abandonar el campamento, a los responsables del genocidio.
Según el FPR, algunos de los extremistas hutus a los que se responsabiliza de la mayor parte de las muertes tutsis, se escondían ahora en este y los otros campos de refugiados instalados en la frontera con Zaire, Burundi y Tanzania, donde un total de más de millón y medio de desplazados vivían como en un «estado paralelo».
El historiador francés especializado en el este de África Gerard Prunier afirmó que «en los campamentos se refugiaron miles de niños y mujeres, así como hombres que podrían o no podrían haber sido genocidas». A pesar de la duda, el ex director de la Oficina de Emergencia de las Naciones Unidas para Ruanda aseguró que «la hostilidad del Gobierno ruandés hacia los campos fue profunda y visceral. Una gran proporción de lo que allí se habían refugiado fueron vistos por el Gobierno como los responsables del genocidio».
Las autoridades del FPR anunciaron, el 17 de abril de 1995, que todos los campamentos de la provincia serían cerrados de inmediato, con el objetivo de separar por la fuerza a los genocidas de los hutus que serían enviados a su casa.
Disparos al aire
Unas maniobras que resultaron desmesuradas contra una población que no quería regresar a casa por miedo a ser asesinada en venganza, pero que encontró la muerte allí mismo : «El EPR utilizó la medida expeditiva de disparar al aire para que los desplazados se movieran. Una mujer recibió un disparo en la cadera y diez personas, la mayoría niños, fueron pisoteadas hasta la muerte . Los soldados incendiaron muchas de las chozas de los desplazados para que no regresaran», describió uno de los 32 soldados australianos que fueron enviados de inmediato por la Misión de Asistencia de la Naciones Unidas para Ruanda (UNAMIR).
Era el inicio de una matanza que culminaba el 23 de abril de 1995 con miles de muertos entre los muertos a bayonetazos, por bala o a consecuencia de morir aplastados al tratar de huis de las balas.
El recuento de cadáveres realizado por el personal del Cuerpo Médico australiano se cifró en 4.200 en las áreas a las que pudieron tener acceso, aunque aseguraban tener pruebas de que otro montón de cuerpos habían sido ocultados por la noche, y a los que habría que sumar otros 500 que, según calculan, se quedaron sobre el terreno sin contabilizar.
Según el historiador Gerard Prunier, una «estimación razonable» de los muertos sería más de 5.000, a los que habría que sumar otros cientos de heridos. El Gobierno ruandés rechazó una comisión internacional de investigación, que estableció, sin ningún tipo de visitas sobre el campo, que los muertos, en total, ascendían a 338.
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