Segunda Guerra Mundial
Fusilamientos y adulterio: el lado más oscuro de Eisenhower, el gran héroe de la IIGM
En enero de 1945, Ike ordenó la ejecución de un soldado por deserción a pesar de que el condenado le envió una carta solicitándole el perdón; no fue la única vez que el héroe del Desembarco de Normandía se mostró inflexible y se alejó de la imagen idílica que los medios han extendido sobre él

El 31 de enero de 1945 fue triste para los aliados. Hacía frío y una tormenta de esas que no dejan ver más allá de los cristales de las gafas –aquellos que las tuvieren– había sacudido el este de Francia. La pequeña localidad de ... Sainte-Marie-aux-Mines amaneció cubierta del blanco de la nieve, aunque el tono no tardó en tornarse carmesí por la sangre de un hombre: el soldado Eddie D. Slovik . Más estadounidense que las barras y las estrellas, este chaval de 25 años fue ubicado frente a un pelotón de fusilamiento de doce soldados, norteamericanos como él, y tiroteado hasta la muerte. La razón: haber desertado por miedo a las balas; las mismas que acabaron con él aquella jornada.
Noticias relacionadas
Slovik fue el único soldado estadounidense al que se ejecutó por este delito en la Segunda Guerra Mundial . Y el primero desde la década de 1860, durante la guerra civil norteamericana. De nada le valió haber enviado una misiva al entonces general en jefe Ike Eisenhower (el futuro presidente de los Estados Unidos) pidiéndole el perdón. «No sé cómo decirle lo mucho que siento los pecados que he cometido. En su momento no era consciente de lo que hacía ni de lo que significaba la palabra deserción. Lo que se siente al ser condenado a morir. Le suplico encarecida y sinceramente, por mi querida esposa y mi querida madre, que se apiade de mí», escribió. Por una u otra razón, el general obvió aquellas palabras.

Lo más llamativo es que no fue la única vez que Dwight D. Eisenhower (o Ike, como le gustaba que le denominasen en un país propenso a los apodos) se alejó de la imagen idílica que, a la postre, los medios de comunicación dieron de él. Nadie reniega de su currículum. Es cierto que se convirtió en la cabeza visible del desembarco en Normandía, que logró mantener unidos a unos aliados cuyas opiniones distaban kilómetros y que, tras la contienda, fue el primer militar del siglo XX en hacerse con la presidencia de los Estados Unidos. De hecho, basta con saber lo que dijo de él George Gallup , fundador de la famosa empresa de sondeos, para entender su importancia en el conflicto: «Ike mantuvo la paz».
Sin embargo, tan real como esta ingente cantidad de muescas es que el bueno de Ike fue también un hombre inflexible. Y no solo ya por el caso de Slovik. En 1953, por ejemplo, se negó a indultar a dos espías condenados a muerte a pesar de que sus hijos, Michael y Robert Rosemberg, le escribieron una emotiva carta solicitándole el perdón. Años después de que finalizara la Segunda Guerra Mundial , el norteamericano se hizo también famoso por mantener un ‘affaire’ amoroso con la que había sido su chófer durante el conflicto. Jamás admitió el amorío, aunque ella, Kay Summersby , sí escribió una obra en la que explicaba los pormenores de aquella turbia relación basada en el cariño, pero también en la soledad que sentía el futuro presidente en el frente.
«Siento mis pecados»
La historia de Eddie D. Slovik , el chico del que Ike no se apiadó, comenzó en 1920. Su biógrafo, William Bradford Huie , afirma en ‘ The Execution of Private Slovik ’ que era hijo de un padre norteamericano con ascendencia polaca. Durante su juventud fue un chico problemático que dio con sus huesos en un reformatorio primero, y en prisión después, por cometer todo tipo de delitos. Entre ellos, robos y asaltos a mano armada. Él mismo, en la misiva enviada años después a Eisenhower, reconoció que «había tenido un pasado delictivo» del que se arrepentía. Se podría definir, en definitiva, como el típico adolescente rebelde de la época que, allá por los años cuarenta, optó por sentar la cabeza y contraer matrimonio.
«Tras ser excarcelado, pasé dos años en libertad condicional después de cinco años de cárcel. Durante los dos años que estuve en libertad condicional conseguí un buen empleo, puesto que me otorgaron la clasificación como no apto y el ejército no quería saber nada más de mí. De manera que, a los cinco meses de salir de la cárcel, decidí casarme, y así lo hice. Ahora tengo una esposa estupenda y un buen hogar. Después de casi un año y medio de casado aprendí a alejarme de las malas compañías, que habían sido la causa de que me encarcelaran».
Pero el ejército de los Estados Unidos no tardó en llamarle a filas. Fue en 1944, en el instante en el que el conflicto estaba ya en la recta final, cuando recibió la carta de reclutamiento para liberar Europa.
«No tenía que acudir al ejército cuando me llamaron. Podría haber vuelto a la cárcel. Pero estaba harto de pasarme la vida encerrado, así que entré en el ejército. Cuando me dirigí a la junta de reclutamiento me dijeron que el único motivo por el que iban a arriesgarse conmigo era porque me había casado y mi expediente era bueno después de casi dos años en libertad. […] Me esforcé todo lo que pude para hacer lo que el ejército quería que hiciera».

Parece, sin embargo, que el silbar de las balas fue demasiado para el joven Slovik y, allá por el 8 de octubre de 1944 , declaró que tenía «demasiado miedo» para estar en primera línea. La única solución que encontró fue solicitar a su superior que le enviara a una compañía de retaguardia. Su petición fue denegada y, pocas horas después, fue enviado a una unidad de fusileros ubicada en la extrema vanguardia. Allí solo duró una jornada. Al poco tiempo, abandonó a sus compañeros, dirigió sus pasos a retaguardia y se entregó a la policía militar. Así recordó él mismo aquel suceso:
«Vine a Francia de reemplazo, y cuando el enemigo empezó a bombardearnos me asusté y me entraron tales nervios que no pude salir de la trinchera. Supongo que nunca me di la oportunidad de superar esos primeros miedos debido al bombardeo. Al día siguiente no había tropas norteamericanas cerca, así que me entregué a la policía montada canadiense, que a su vez intentaba ponerse en contacto con mi unidad para saber de mí. […] Luego escribí mi confesión, y entonces me dijeron que si volvía al frente eliminarían mi confesión, pero si me negaba a volver tendrían que utilizarla en mi contra, cosa que hicieron».
Tuvo la mala suerte de que, cuando su proceso fue instruido, los Estados Unidos se hallaban inmersos en la batalla del bosque de Hürtgen , una de las más sangrientas de la Segunda Guerra Mundial . Eso implicaba que, de ser absuelto, miles de soldados podían seguir su ejemplo. Así pues, fue condenado a la muerte en un juicio que duró menos de 100 minutos. De nada le sirvió haber enviado una carta a Eisenhower solicitando su indulto:

«No tengo absolutamente nada en contra del ejército, tan solo quería ser trasladado del frente. […] Vine a Francia de reemplazo y, cuando el enemigo empezó a bombardearnos, me asusté y me entraron tales nervios que no pude salir de la trinchera. Supongo que nunca me di la oportunidad de superar esos primeros miedos debido al bombardeo. […] No sé decirle lo mucho que siento los pecados que he cometido. En su momento no era consciente de lo que hacía ni de lo que significaba la palabra deserción. Lo que se siente al ser condenado a morir. Le suplico encarecida y sinceramente, por mi querida esposa y mi querida madre, que se apiade de mí. […] Me gustaría seguir siendo un buen soldado».
Tal y como el mismo Slovik admitió, fue un chico sin suerte. Según explica Charles Glass en ‘ Desertores: una historia silenciada de la Segunda Guerra Mundial ’, su caso no fue el único durante la contienda. «Cerca de cincuenta mil soldados estadounidenses y de cien mil soldados británicos desertaron de las fuerzas armadas en la guerra, pero este exconvicto de Detroit fue el único en ser ejecutado por ello». ¿Cuál fue su fallo? En palabras del experto, negarse a volver al frente. Aquello le costó la vida, cosa que no sucedió con otros cuarenta y ocho combatientes condenados también a morir frente al pelotón de fusilamiento, pero que se escabulleron al decidir continuar la lucha.
Otras controversias
Eisenhower, el hombre cuya eterna sonrisa solo se apagó cuando vio partir a los soldados hacia las playas del norte de Francia, también tenía un lado oscuro que ha sido pasado por alto en la historia. Para empezar, y a pesar de haber contraído matrimonio en 1916 con Mamie Geneva Doud, tuvo una aventura con la capitana Kay Summersby , la que fue su secretaria y chófer personal durante parte de la Segunda Guerra Mundial . Según desveló años después el presidente Harry Truman , Ike intentó divorciarse y casarse con su nueva amante. Sin embargo, abandonó esta idea cuando sus superiores le amenazaron con la suspensión de empleo si seguía adelante.
Aunque su relación no era un secreto, Summersby solo la admitió en 1976, mientras luchaba con el cáncer que acabó con su vida. «Ahora me siento libre para hablar de ello. El general está muerto y yo me estoy muriendo. Cuando escribí sobre él omití muchas cosas, cambié algunos detalles y disimulé la forma en la que había cambiado nuestra intimidad», escribió en su obra ‘El olvido del pasado, mi historia de amor con Dwight D. Eisenhower ’. En la misma, recordó un momento de pasión en mitad de la Segunda Guerra Mundial. « Nos fundimos en un abrazo y nos quitamos las chaquetas. Estábamos frenéticos ». Ese día, en cambio, Ike no pudo «consumar el asunto».
Eisenhower no se mostró tan laxo con aquellos que transgredían las normas. En junio de 1953, cuando era ya presidente de los Estados Unidos, los pequeños Michael y Robert Rosemberg, de 10 y 6 años de edad respectivamente, enviaron una carta a Ike en la que le suplicaban que no ejecutara a sus padres, Ethel y Julius, por pasar información sobre la bomba atómica a la Unión Soviética. «Los amamos muchísimo» es solo una de la infinidad de frases que harían estremecerse a cualquiera. El indulto no fue concedido. El político y antiguo héroe de la Segunda Guerra Mundial se mantuvo firme además ante una infinidad de manifestaciones que pedían la anulación de la pena.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete