De «error del milenio» a anécdota del día
Algo así como el apocalipsis informático, el caos total. Eso es lo que esperaba el planeta entero hace justo diez años, en el instante mismo en el que pasáramos del segundo al tercer milenio de nuestra era. El «Efecto 2000», el «error del milenio» o ... la «bomba del milenio» fueron algunos de los nombres que se le dieron a la hecatombe que se preveía por la supuesta incapacidad de los microprocesadores de las administraciones públicas y empresas privadas, para reconocer y adaptarse al cambio de fecha entre el 31 de diciembre de 1999 y el 1 de enero de 2000.
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«Es muy probable que se produzca un parón global en todo el planeta», aseguraba un informe del presidente del Senado de los Estados Unidos. Aquel error de software podía afectar, principalmente, a sistemas que dependían de programas con función horaria y calendario, es decir, desde semáforos hasta reactores nucleares, sin olvidar a los ascensores, cajeros automáticos o equipos quirúrgicos y transporte público.
Se habló, por ejemplo, de que aquel «Efecto 2000» podría provocar un caos en el control del tráfico aéreo internacional; de que un error en los sistemas informáticos podría dar al traste con el esfuerzo de conversión monetario, que afectaba no sólo a los países del euro, sino a la práctica totalidad del sistema monetario mundial; se aconsejaba sacar el dinero antes del 1 de enero de 2000, no fuera que al cajero le diera por no autorizar tu operación o que no diera la cantidad solicitada; se hablaba de otro «sábado negro», como el del Crack de 1929, si se desbocaba el sistema informático de la Bolsa; también se aseguraba que la falta de revisión en marcapasos, equipos de respiración asistida o escáneres podía tener nefastas consecuencias sobre los pacientes, por no hablar de los posibles trastornos en las citas previstas o fechas de ingresos, mientras que coger el metro podía «resultar toda una aventura». Y así, un largo etcétera de percances que se preveían y para lo que los gobiernos y entidades privadas llevaban meses preparándose .
Todo el problema se debe a que los programadores de las décadas de los 50 y 60 consideraron que era necesario representar los años cronológicos con dos dígitos –«1968» como «68» y «1973» como «73»–, con el objetivo de amortizar al máximo el espacio ocupado por la memoria electrónica de los ordenadores, muy escasa en aquella primera etapa. Nadie se imaginó entonces que, 40 años después, esa decisión acarrearía tantas consecuencias. Los ordenadores no «corregidos» darían por hecho que pasaría del 12 de diciembre de 1999 al 1 de enero de 1900.
Más de 50 billones de pesetas para contrarrestar el «Efecto 2000»
Para solucionar el problema, el despilfarro no fue precisamente pequeño. El gasto final de las inversiones realizadas en todo el mundo para adaptar los sistemas al «Efecto 2000» ascendió, según la consultora IDC, a más de 50 billones de pesetas, de los cuales la mitad correspondieron únicamente a Estados Unidos . Los cálculos realizados por Gartner Group fueron aún más dramáticos, ya que sitúan el desembolso entre los 50 y 100 billones de pesetas.
En España, las cifras que se barajaron fueron también importantes: 600.000 millones de pesetas según algunos especialistas y entre 800.000 y un billón según la Comisión Nacional para el Efecto 2000 , mientras que la Asociación Española de Empresas de Tecnologías de la Información (SEDISI) habló de «sólo» 150.000 millones de pesetas. Y todo ello sin contar el despliegue de personal : « Trescientas mil personas trabajarán esta noche en los sectores público y privado para evitar cualquier anomalía provocada por el Efecto 2000 », contaba ABC el 31 de diciembre de 1999. Entre ellos, diez altos cargos de la Moncloa y los delegados y subdelegados de Gobierno de las comunidades autónomas. La operación diseñada por el Gobierno daría comienzo una vez que los países cuyo horario hubiera pasado antes al año 2000 hubieran informado sobre los posibles fallos provocados por el «error del milenio».
La «hora final» había llegado… y, salvo algunos incidentes puntuales y aislados que fueron solucionados de forma rápida, no pasó nada : en España se detectaron problemas menores en dos centrales nucleares, en alguna gasolinera y en el sistema de recogida de datos de tráfico; en Estados Unidos, 150 máquinas tragamonedas en las pistas de carreras en Delaware dejaron de funcionar y el reloj principal que marca la hora oficial del país en el observatorio naval tuvo una interferencia en su web; en el Reino Unido, algunas transacciones de tarjetas de crédito fueron rechazadas; en Italia, Telecom envió los primeros dos meses de cuentas con fecha de enero de 1900, y, lo que fue aún más «traumático», en el estado de Pennsylvania, una computadora de la biblioteca de una colegio cobró a los estudiantes multas por tener los libros prestados desde hace 100 años.
En fin, el «error del milenio» quedó en anécdota del día. Habrá que ver qué pasa el 31 de diciembre de 2999.
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