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Carmelo, una Navidad en el hotel

Más de 500 personas aún no han vuelto a sus casas tras el desastre del Carmelo. De los afectados, y a un mes de cumplirse el año del derrumbe, más de 130 pasarán en hoteles la Navidad. ABC ha hablado con Susana, con Ana...

Las calles desérticas del Carmelo «lucen» adornos navideños

TEXTO: ANNA CABEZA FOTO: INÉS BAUCELLS

BARCELONA. «Pasaremos las Navidades fuera de casa», se lamenta Susana, vecina desalojada del barrio del Carmelo de Barcelona que lleva ya casi un año viviendo en un hotel de la capital catalana. Su familia, como otras muchas que todavía no han podido regresar a sus viviendas después del fatídico derrumbe, afrontan un difícil periodo navideño, marcado por la impotencia que genera pasar estos días tan especiales sin el tradicional ambiente hogareño y con la esperanza de que lo que para ellos es una «pesadilla» termine pronto. Más de 500 vecinos siguen fuera de sus casas, 130 de ellos alojados en hoteles.

Ana y su familia tampoco podrán disfrutar de estas fechas de la misma manera que lo hacían siempre. Sus suegros, que también fueron desalojados por el hundimiento del túnel del Metro, no aguantaron el hospedaje en hoteles y regresaron a su pueblo. «El día de Navidad estaremos separados por primera vez, lo mismo que pasó por el cumpleaños de mi hija», reconoce apenada. Ese día, la familia de Ana no bajó al comedor del hotel a cenar; compraron unas pizzas, que se comieron en la habitación, «para así hacer a la niña algo especial». Como muchos de los afectados cuentan, la incomodidad de vivir en un hotel durante ya casi un año se acaba convirtiendo en una pesada rutina.

Los niños, muy afectados

«Mi niña me pregunta dónde dejará los regalos de Papá Noel», explica Susana. Precisamente, muchos de los padres que todavía residen en hoteles se encuentran con el problema de esconder las compras en las habitaciones, sólo un detalle del engorro que supone vivir de hotel. No sólo eso: los más pequeños todavía sufren el «shock» de vivir fuera de sus casas. «No tienen espacio para hacer los deberes y todo lo que nos está pasando se refleja en su mal rendimiento escolar», comenta Ana.

Su hija, que cursa tercero de E.S.O., ha suspendido por primera vez una asignatura y, como le comentan los profesores, está muy descentrada. Además, ambas madres se quejan porque el bus que traslada cada mañana los niños al colegio llega muchos días tarde y se pierden las clases de primera hora, algo «que como muchos de los problemas que supone no estar en tu casa, te hace sentirte impotente».

Si para la mayoría pasar unos días en el hotel se asocia a las vacaciones y al descanso, para las víctimas del Carmel la situación es otra. En el Hotel Atenas de la capital catalana lamentan su situación: «Tenemos que aguantar a grupos de turistas adolescentes, no puedes cenar en pijama, tienes que pagar por el café que en casa te tomas después de comer,...». Ana y Susana «se hacen» la habitación, limpian la ropa en la bañera e intentan vivir, en la mayor medida posible, como lo hacían antes.

Los afectados están hartos de esta situación. «Lo único positivo de esto son las buenas amistades con los vecinos, porque esto ha sido como un «Gran Hermano» obligado, a lo bestia», explica Ana. Muchos de ellos están en tratamiento psicológico y se medican para soportar los nervios de llevar un año hospedados y de no saber cuándo volverán a su casa. Juan José, que también está en un hotel, reconoce que su actual situación le provoca una sensación de frustración muy grande, ya que «aquí no tienes la libertad de una casa». El problema para él es que lo que está viviendo «es un rompecabezas sin saber cómo hacerlo».

Hartos de los comentarios

Los más de 130 vecinos que todavía se hospedan en hoteles están hartos de que «la gente se crea que nos estamos aprovechando de la situación y haciéndonos millonarios», comenta Ana. En este sentido, los afectados se quejan porque, según comentan, han habido presiones a la hora de firmar los convenios, y hasta robos en los pisos. Además, según los vecinos, «no reclamamos dinero, si no que nos garanticen la misma calidad de vida y el mismo piso que teníamos antes», añade Susana.

A pesar del difícil año que han vivido, muchos, como Ana, están seguros de que «ya no nos queda tanto por pasar...». A Susana le han comunicado esta semana que a finales de enero podrá regresar a su domicilio. «Me han dado tantas fechas, que ya ni me lo creo», comenta irónicamente. Por contra, Ana vive en uno de los inmuebles más afectados y tendrá que esperar, como mínimo, cuatro meses para volver a su casa. Ella reconoce tener miedo: «No sé qué pasará. No sé ni si podré volver a vivir allí».

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