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Ramón Jáuregui: «Vamos a negociar hasta el amanecer y habrá aproximaciones razonables con el PP»

Jáuregui acumula una densa trayectoria en la política vasca -ha sido secretario general del PSE y vicelendakari- y en la nacional -fue secretario de Política Autonómica del PSOE-

Jáuregui defiende que el modelo de financiación debe ser «generalizable» a todas las comunidades autónomas y tiene que pactarse con el PP

RAMÓN JÁUREGUI,. Portavoz del PSOE en la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados

-¿Se parecen en algo la propuesta de nuevo Estatuto catalán y el plan Ibarretxe?

-Difieren sustancialmente. El Estatuto de Cataluña viene apoyado por un 90 por ciento de su Parlamento, mientras que el plan Ibarretxe fue elaborado contra los no nacionalistas y, además, se gestó con violencia terrorista de por medio. En éste había un planteamiento de soberanía previa y un Estado de libre asociación incompatibles con la Constitución; la propuesta catalana, aunque es de un autogobierno extremo, pretende ser respetuosa con el modelo autonómico.

-Dice que es respetuosa con el modelo, pero quienes la han aprobado no ocultan su inspiración federal...

-No es tan explícita su pretensión confederal o soberanista. El plan Ibarretxe era, literalmente, un órdago a la Constitución. En el Estatuto catalán hay una aspiración de autogobierno profunda que en muchos casos bordea el modelo autonómico de la Constitución, pero tiene vocación de inserción en ella. Otra cosa es que lo logre.

-Si el conjunto tiene una inspiración federal, la financiación suena incluso a confederal...

-El modelo se parece demasiado al Concierto económico, aunque no lo llamen así. Su naturaleza responde a los mismos principios básicos: recaudación plena, capacidad normativa, negociación para determinar, en este caso, un doble cupo: la aportación a las cargas del Estado y la cuota de solidaridad. Por eso va a ser corregido.

-¿En qué orientación?

-Está por negociar. Hay un margen importante entre el actual modelo y lo que es posible hacer. Se pueden mejorar la suficiencia financiera de las comunidades y la gestión de la recaudación por una agencia tributaria consorciada con la estatal, y hay un margen importante en los resultados. Mi punto de vista es que no podemos admitir un modelo que no sea generalizable, aplicable a otras comunidades, porque no sería justo. Eso implica que el Gobierno tiene que definir en los próximos meses su propuesta, y diría que debe negociarla, porque el PP gobierna varias comunidades, que tienen el mismo derecho a participar en un modelo general, universal y multipartidista, no exclusivo ni bilateral.

-Otro punto conflictivo es la declaración como «nación»...

-El término «nación» es polisémico. A mí me parece comprensible que los catalanes se sientan una nación, por su historia, su tradición cultural, su voluntad de ser... Pero tenemos que admitir también que la Constitución, desde un punto de vista jurídico-político, reserva ese concepto para España. Tenemos que encontrar fórmulas que combinen esas dos realidades.

-Hay aspectos de la propuesta que no podrán llevarse a la práctica sin un Senado que sea Cámara territorial, pero esa reforma no es posible sin el consenso del PP...

-La reforma del Senado es el instrumento institucional básico para que muchas aspiraciones de las comunidades autónomas, entre ellas algunas del Estatuto catalán, se puedan materializar. No renuncio a que pueda producirse, aunque no sé si será posible en esta legislatura. Tampoco descarto que el PP participe de esa tarea, y lo veremos en gran parte en función de su actitud en el debate del Estatuto catalán. Pienso que están equivocados quienes hacen un cálculo de boicot del PP a esa tramitación. El PP va a participar en el debate, va a presentar sus enmiendas, va a negociarlas y va a aprobar muchas modificaciones al Estatuto. Este es mi deseo y mi pronóstico. El PP no puede quedarse fuera de un proceso de reformas tan importante. Si se hace de forma razonable, no descarto que se produzcan novedades y aproximaciones, aunque admito que las diferencias actuales, sobre todo estratégicas, son muy grandes entre PSOE y PP, y eso es lo que más me preocupa de la política española en este momento.

-¿Cree que, como dice el PP, se está ante un cambio de régimen?

-Eso es alarmismo. Sin dejar de reconocer que hay cosas en el Estatuto que deben de ser corregidas, que yo creo que las hay, y notables, el PP está haciendo un discurso melodramático. El PP está movido por una estrategia general contra el Gobierno y ha encontrado en este proyecto, por así decirlo, la oportunidad de cristalizar su discurso. Pero démosle tiempo al tiempo. Creo que va a haber una fase de oposición dura del PP, pero entraremos en el debate de las enmiendas y no descarto aproximaciones razonables porque es mucho lo que está en juego y es muy importante que el PP participe en este proceso, sin perjuicio de que pueda mantener algunas reservas al final. Vamos a negociar hasta el amanecer, todos, y ellos también. Sería muy importante que Josep Piqué estuviera en la representación catalana.

-De todas formas, dice el refrán que dos no pactan si uno no quiere, y aquí tenemos, para empezar un «cuatripartito», y luego el PP, y...

-Más que un cuatripartito, hay un Estatuto que ha venido aprobado por una amplísima mayoría del Parlamento catalán. Nosotros vamos a defender un modelo con tres grandes límites: tiene que ser constitucional, contemplar un modelo de financiación generalizable y dar como resultado un Estado funcional, con instrumentos y recursos que le permitan ejercer la defensa del interés general y de la igualdad de todos los españoles. Respondiendo a esos tres principios vamos a presentar un conjunto de enmiendas y a intentar pactarlas, con los que han presentado el Estatuto, sí, pero en ese diálogo no estará marginado el PP, que tiene el mismo derecho que nosotros a enmendar. Negociaremos y buscaremos el acuerdo con todos. Y digo más: este Estatuto acabará con un gran acuerdo. Si puede ser de todos, mejor; si no es con todos, nos gustaría que las discrepancias fueran puntuales. No creo que al PP le interese quedarse completamente al margen de un Estatuto constitucional aprobado por las Cortes. Hay que desdramatizar y darle una oportunidad al juego democrático y al pacto que viene.

-¿Cómo es posible que el partido del que es primer secretario un ministro del Gobierno respalde un Estatuto que ese Gobierno quiere enmendar a fondo? ¿No hay cierta esquizofrenia en esta situación?

-El PSC, que encabeza el ministro de Industria, ha visto rechazadas casi cincuenta enmiendas y eso ya es una buena base para justificar las discrepancias del PSOE. El Parlamento catalán elabora su propuesta con libertad absoluta, y en ese derecho se ha inscrito el PSC, pero el PSC siempre ha reconocido el mismo derecho al PSOE y a las Cortes para jugar el segundo tiempo del partido. Y el único resultado posible es el pacto, porque lo contrario es el fracaso para todos. El PSOE va a ser un partido serio y firme, y al tiempo me remito. Somos un partido vertebrador del país. Nosotros hemos hecho el Estado de las Autonomías. Creemos en el autogobierno, pero creemos en España. Aceptamos que hay una nación catalana, pero no hay por eso menos nación española. Esto va a inspirar nuestra actitud.

-¿Asume entonces la idea de España como «nación de naciones»?

-No me gusta, porque no es exactamente eso. España es una nación y es un Estado que se ha configurado a lo largo de los siglos como tal, pero históricamente la vertebración de su idea nacional ha sido particularmente compleja porque su realidad interior es muy plural y diversa. España es así. A veces hacemos demasiados dramas con los nacionalismos y con los separatismos. El gran reto es construir España con ellos e integrarlos. El Estatuto catalán plantea la oportunidad de estabilizar el modelo de integración de Cataluña en la España plural por varias generaciones. Y conviene precisar que a esto no llegamos porque alguien se haya vuelto loco: llegamos en gran parte porque en la década de los noventa, y sobre todo en la última etapa de Aznar, se genera en Cataluña un agravio autonómico y económico. Es verdad que el Estatuto llega con una plataforma extrema, pero también es inteligente pensar que esto es lo que viene de allí; y allí tienen que admitir que, con la misma legitimidad con que ellos han hecho sus reivindicaciones, los que velamos por el interés general de España hagamos las nuestras. Entre todos encontraremos un equilibrio y un acuerdo.

-Pero existe un amplio temor a que este proceso de reforma ponga en peligro la unidad de España...

-Hay una sensibilidad exacerbada en gran parte porque nuestro sistema político tiene la peculiaridad de que los partidos nacionalistas son bisagras de la gobernabilidad de España y esto no admite correcciones legales hechas entre dos partidos contra otros. No es bueno, ni siquiera viable. Cambiar la Ley Electoral significaría poner patas arriba nuestro consenso y a eso no hay que llegar, como no hay que poner patas arriba el modelo autonómico con este Estatuto. Nuestro modelo autonómico se está copiando en muchos países. Claro que tiene desajustes, y vamos a intentar que funcione mejor, pero no se va a romper nada.

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