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Trágicos recuerdos

El pasado día 30 de octubre se cumplió un año del cobarde atentado que segó la vida del magistrado Querol, su escolta, su chófer y un conductor de la EMT.

La farola, que estuvo durante meses cubierta de flores, ha vuelto a verse llena de ellas.

Y hoy nos volvemos a desayunar con otro salvaje atentado. Desgraciadamente no ha sido el primero desde entonces y afortunadamente en esta ocasión no han alcanzado su mortal objetivo, pero los que vivimos muy de cerca aquel día 30 de octubre del año 2000, aquella desgracia, hemos revivido muchas cosas: la horrible explosión, los gritos de los heridos, el dolor de los familiares de las víctimas, los bomberos viniendo a nuestras casas a retirar cristales, la calle cortada, las casetas del Ayuntamiento, la confusión, las secuelas presentes en nuestras viviendas durante mucho tiempo...

Aunque hoy hay algo diferente, algo que nos hace mantener la esperanza. Gracias a la valentía de un ciudadano, aquí, otra vez muy cerca de mi casa, han detenido a dos asesinos. Desgraciadamente muy pocas veces nos podemos congratular con estos hechos. No pocas veces vemos cómo los asesinos huyen ¡andando! después de descerrajar un tiro en una nuca inocente.

Quiero que mi carta sea un homenaje de agradecimiento a ese ciudadano anónimo, al que por desgracia no podremos ver la cara, debido precisamente a que se arriesgaría a algo que no quiero ni pensar.

Como nos pide nuestro cardenal en las misas dominicales, recemos por que acabe el terrorismo, para que los terroristas se conviertan, las víctimas encuentren consuelo y los muertos la paz eterna.

Elena María Vegué Sanz.

Madrid.

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