Suscribete a
ABC Premium

AL DÍA SIGUIENTE

En un movimiento calculado para mantener la estrategia de confrontación, el Gobierno vasco ha decido convocar elecciones al día siguiente de que su propuesta de Estatuto fuera rechazada abrumadoramente en el Congreso. Pero no sin antes llamar a una manifestación de desagravio. Como hacía Franco en la Plaza de Oriente ante la conjura judeomasónica. Puede dar resultado, porque pocos dudan hoy que Franco hubiera ganado elecciones de haberlas convocado en los sesenta. Recuerden que convocó y ganó varios referéndum. Pero eso no le hizo un demócrata, ni a su régimen menos autoritario.

Es el caso que los nacionalistas vascos quieren apurar el victimismo para perpetuarse en el poder y remedar los XXV años de paz. Y es una necesidad democrática que se produzca la alternancia. Aunque sólo sea porque gobernar ininterrumpidamente entumece los reflejos, favorece la molicie y propicia los excesos clientelares. En esa necesidad coinciden socialistas y populares. Es desgraciadamente en lo único que coinciden esta vez. Porque la sustitución de Nicolás Redondo y Rosa Díez al frente del socialismo vasco ha traído un cambio de estrategia, apoyada por Zapatero e inspirada en el Molt Honorable Maragall. Se trata atraer el voto nacionalista moderado que se haya podido asustar de la deriva soberanista. Por eso hay que condenar a los populares y recordar constantemente la guerra de Irak, aunque no las elecciones del pasado domingo. Se confía en poder llegar así a gobernar en minoría. El poder une mucho, sobre todo cuando se alcanza de manera inesperada. Y nadie en su partido le discute al presidente su autoridad moral y su olfato político. Pero las dos almas socialistas siguen vivas y se hicieron notar en las diferencias de forma y fondo de los discursos de Rubalcaba y Zapatero.

El acercamiento amable podría funcionar si el nacionalismo fuera un partido político, pero es un Movimiento Nacional. De hecho en Cataluña no funcionó. Maragall perdió las elecciones y, si gobierna en vez de estar jubilado, como se especuló ampliamente en la semana siguiente, es porque los socialistas supieron aprovechar hábilmente las divisiones en el seno del nacionalismo, la ausencia de un heredero indiscutido y las ansias de poder de ERC. Nada de eso existe en el País Vasco.

A medida que las encuestas electorales vayan marcando la imposibilidad matemática de que los socialistas alcancen votos suficientes para gobernar en solitario, irá creciendo la presión a favor de una gran coalición. Esperemos que sea resistida y no se repita el gran error que entregó el País Vasco a los nacionalistas como si les correspondiera por Derecho Natural. En cualquier caso, las elecciones no serán más que una fecha en el calendario. La voladura controlada de España recogida en el articulo 13 del Proyecto Ibarretxe seguirá adelante. Y sólo algunos ingenuos e insensatos pensamos que si se puede discutir de todo, cabría también hacerlo de la lengua, la bandera, el himno, y el concierto, porque son símbolos nacionalistas que los demócratas españoles hemos hecho nuestros en un generoso esfuerzo de integración que ha resultado inútil. Aunque solo sea para dejar claro que rechazar el Estatuto de Guernica es muy caro.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia