Hasta siempre, Javier
Mi querido Javier, ¿te acuerdas? Para los mayores tenemos pocos años y para los pequeños somos ya mayores. Hoy me he sentido cansada de vivir y sin ganas de hacerlo porque no puedo creer que no voy a verte más. Nos has dejado con tántas cosas sin decirte, tántas discusiones sin terminar y tántas preguntas.
Si tú nunca querías hacernos sufrir, si nunca podías dejar de sonreír, cómo íbamos a pensar que te ibas a marchar; con tantas ilusiones que tenías y proyectos en marcha y con ese entusiasmo al que nunca renunciabas, y tu bondad, Javier, todo eso con lo que has empapado la vida de los demás, tus hermanos, siempre los primeros tus padres, tus primos y tus amigos que te echamos tanto de menos que nos hemos enfadado con la nieve, con el cielo y con el sol. Porque el dolor de los que te hemos rozado no cabe en ningún sitio. Aquellas tardes de verano largas y calientes en que nos metíamos en el mar y nos peleábamos con sus olas que nos dejaban maltrechos, rebozados, ¡y con unos pelos! que nos hacían reír. Y tu risa... Ahora entiendo, te eligió porque eras el mejor. Se miró en el brillo de tus ojos y te quiso para Él.
Y no eres el mejor después, lo eras antes, cuando venías cansado del pádel y te pedíamos patinar, y tú, como si fuera la mejor proposición del mundo, te calzabas los patines sin dudar, o cómo te comías la horrible tarta que había hecho mi madre.
Yo pensaba que morir era solo para los viejos o los héroes, ahora sé que es verdad y, ¿sabes? ya no estoy enfadada con el cielo, con la nieve y con el sol, ellos te querían tanto como yo, ellos te ayudaron a llegar como tú eras: fuerte, sano, feliz. Y sigue con tu genio porque no te hacías temer sino querer, y cuando vacilabas eras un artista de verdad, como lo demostraste en la Oda bajando del escenario con toda humildad, como si aquello fuera tan fácil, como si no lo hubieras hecho bien. Y las lágrimas que no podemos parar nos las vamos a tragar porque sabemos que no te gustaría vernos llorar.
Isabel y Patricia Jorro.
Alcobendas (Madrid).
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