vida sana
«Si tus hijos no comen verduras, estás haciendo algo mal»
El escritor Adam Martin le declara la guerra a la carne roja en su último libro «Comer para ser mejores»
ana luisa islas
Adam Martín es un periodista especializado en alimentación y salud, convencido de que se puede tener una buena alimentación sin gastar mucho tiempo ni dinero en ello. Padre de tres niñas a las que les ha inculcado el amor por la comida desde pequeñas, en ... su libro «Comer para ser mejores» (Grijalbo) le declara la guerra a la leche, la carne roja, la bollería industrial y al pan de molde. Considera que «el momento de la comida debe ser plácido, de comunicación familiar y un regalo importante que dejar a nuestros hijos». Martín asegura que si los niños no comen verduras es porque los padres están haciendo algo mal.
—¿Cómo es que la alimentación nos hace mejores?
—Si vamos a trabajar sin dolor de cabeza, seremos más felices. Si dormimos bien por las noches, también. Si un niño va a la escuela sin dolor de barriga, será más feliz. Si comemos mejor, tendremos una mejor salud mental y física, y de paso, mejoramos el bienestar del planeta.
—¿A qué se refiere?
—La ganadería genera más sustancias tóxicas que la industria. Debemos ser conscientes de los efectos que tiene nuestra alimentación en el medio ambiente. Para poder comer lo que comemos se necesitan abonos químicos, comida para esos animales, todo eso al final nos lo comeremos nosotros y tiene efectos en nuestro cuerpo y en el planeta. Nunca se había comido tanta carne como ahora.
—¿Éramos vegetarianos?
—Tampoco tanto, pero antes la carne roja era un lujo, era una comida de fiesta, que solo podían permitirse algunas personas. Era una excepción. Siempre hemos querido ser como los ricos; ahora que nos lo podemos permitir, comemos carne.
—Entonces, ¿se puede vivir sin carne roja?
—Claro, es sustituible, no es indispensable. La proteína animal estimula nuestro sistema y no nos ayuda a dormir. Hay científicos que dicen que tendríamos que comerla como máximo solo una vez a la semana y, de preferencia, nunca por las noches. Hay una relación directa entre lo que comemos y cómo nos sentimos.
—Tomar leche, ¿nos hace peores?
—Durante años ha habido publicidad favorable para su consumo y la leche no es la mejor fuente de calcio que hay en la naturaleza. Por mucho tiempo se nos ha dicho que beber leche es bueno y mucha gente la ha bebido a pesar de que le sentara mal. Los dogmatismos en la alimentación son malos.
—¿Tan malos como dar leche a los niños?
—Yo solo expongo estudios y opiniones de científicos que así lo sugieren. Si la gente insiste en tomar leche, después de la lactancia, por lo menos debe procurar tomarla de calidad. Es mejor que sea leche ecológica, leche fresca, porque es más saludable que la pasteurizada.
—Los productos ecológicos son más caros.
—Es importante saber organizar la economía familiar y tener prioridades. Asistir a una final de Champions cuesta mucho dinero y esa es la prioridad de ciertas personas. Mi prioridad es la salud.
—¿A cualquier precio?
—Hay algunos productos que son más caros, pero no todos. En España gastamos una cantidad muy pequeña de nuestro sueldo en comer, no llega al 30%. Hay alimentos ecológicos que son baratos, como las legumbres y los cereales integrales, que podrían estar en el día a día de nuestra dieta.
—La gente no tiene tiempo para cocinar.
—Los españoles pasamos de promedio más de cuatro horas cada día frente a la televisión. Tenemos un problema de prioridades. Sino las cambiamos por nosotros, deberíamos hacerlo por nuestros hijos.
—¿Cómo?
—Pasamos meses y meses investigando a qué colegio los matriculamos, fiscalizamos a sus maestros, estamos encima de ellos, los inscribimos en actividades extraescolares y a todo lo que haga falta; en cambio, nos preocupamos cero de lo que les inculcamos a la hora de comer. Cuando crezcan, serán unos «cracks» pero con una mala salud.
—Lo queremos todo muy fácil.
—La cosa es muy sencilla: la fórmula es comer comida y ya está, comida de buena calidad, y cocinarla bien para mantener sus nutrientes. Y tener buenos hábitos, no existe una receta mágica, requiere de esfuerzo. ¿Qué hay de malo en esforzarse?
—Que nos pesa.
—Con el tiempo, todo se vuelve más natural y ya no se piensa más en la comida. Es como conducir. Una vez que aprendes, ya no piensas en meter el embrague. Con la alimentación es igual. Con una buena organización, 20 o 30 minutos son suficientes para preparar una comida saludable.
—¿Y lo que comen fuera los niños?
Es inevitable controlarlo, por eso es mejor no tener «excepciones» (así llama en el libro a los caramelos, chuches, galletas…) en casa o dejarlas fuera del alcance de los hijos. Hay caramelos con ingredientes saludables.
—¿Y saben bien?
—Las empresas de productos ecológicos han evolucionado mucho. A mí, no me supone un esfuerzo comerlos.
—Los caramelos son fáciles, las verduras no.
—Si una verdura no es de buena calidad, la cocinamos mal, la presentamos mal y, además, se las damos como obligación, es obvio que a los niños no les guste. Hay que comenzar desde pequeñitos con alimentos muy simples. Si tus hijos dicen que no les gustan las verduras es que tú estás haciendo algo mal. Tenemos que comer bien para que ellos también lo hagan.
—¿Y, qué debemos comer?
—Como diría Michael Pollan, lo mejor es comer comida. Todo lo que esté empaquetado, o lo que nuestra bisabuela no podría reconocer como comida, eso no es comida. Lo que identificamos rápidamente como comida, es comida. Más de la mitad de los males que tenemos desaparecerían si solo comiéramos comida.
—¿Cómo distinguir?
—El pan de molde, la bollería industrial, los refrescos… cualquier cosa que no se encuentra en la naturaleza no es comida. Estamos programados para comer productos naturales, al hacerlo, el equilibrio se produce de forma natural.
—Debe enfadar a algunas multinacionales.
—En los años 50 muchos periodistas comenzaron a escribir sobre los males del tabaco. Si hubieran pensado en que enfadarían a alguien se habrían tenido que callar. Las empresas alimentarias no son el demonio, lo único que quieren es vender.
—¿A costa de nuestra salud?
—No creo que engañen, usan la información que les interesa con la ley en la mano. Su obligación es adecuarse a los consumidores, tienen la capacidad económica para hacerlo.
—¿Habría que legislarlo?
—Estoy más a favor de formar al consumidor, de darle información que de prohibir o de legislar en exceso. Se enfadarán algunas empresas, pero otras se pondrán contentas. Todo es más sencillo de lo que parece. Si nuestra bisabuela fuera al súpermercado, en su vida compraría pan de molde. Si además, supiera leer las etiquetas diría, «esto no es pan».
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