El Gobierno presume de la eficacia del estado de alarma
Bono defiende la aplicación de la Constitución frente a «los culpables»
Cuatro días después de su última aparición pública, cuando defendió en Zurich la candidatura ibérica para el Mundial de fútbol de 2018, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, dio la cara ayer por primera vez desde que estalló la crisis de los controladores ... aéreos, que derivó en un estado de alarma sin precedentes en la democracia española. Zapatero justificó su silencio y defendió el reparto de papeles dentro del Ejecutivo, que ha colocado a Alfredo Pérez Rubalcaba prácticamente como presidente en funciones durante todo el fin de semana para explicar la aplicación de una de las medidas más extremas contenidas en la Constitución. El jefe del Ejecutivo presumió del resultado final, ya que se logró la normalización «de la grave crisis en menos de 24 horas».
Zapatero fue recibido a las puertas del Congreso con fuertes abucheos y gritos de «¡fuera, fuera!» de centenares de personas que se habían congregado en la Carrera de San Jerónimo, para observar la llegada de autoridades a la recepción del Día de la Constitución. Pero el presidente no perdió la sonrisa, y se plantó ante los periodistas para decir sus primeras palabras desde que se decretó el estado de alarma. Sólo permitió hacer dos preguntas, ni una más. Primero alabó la Constitución que tenemos, que «sirve para garantizar la convivencia y la pluralidad, y también para resolver problemas tan importantes y serios como los de estos días» y luego explicó que si no había hablado antes se debía a que su comparecencia «a fondo» debía tener lugar primero en el Parlamento, para mitigar el posible impacto internacional ante el estado de alarma. Zapatero también recordó que la Carta Magna consagra el «estado del bienestar y social, algo que han de tener siempre presente los legisladores y gobernantes».
Sobre el estado de alarma, que fue el monotema en el Congreso durante todo el día, recordó que el Gobierno ha aprobado un decreto que tiene una vigencia de 15 días. «En función de cómo evolucionen los acontecimientos, el Gobierno adoptará una decisión sobre su prórroga, teniendo en cuenta la opinión de los grupos políticos».
Zapatero ya sabe que tiene el apoyo del PP al decreto, aunque exija responsabilidades. Ayer volvió a repetirlo Mariano Rajoy en cuanto llegó a la Cámara (no permitió preguntas), como ya se lo había comunicado en el par de conversaciones telefónicas que han mantenido ambos dirigentes en los últimos días. No obstante, el día de la verdad para calibrar el apoyo que tiene el Gobierno con una medida tan excepcional como es la del estado de alarma se comprobará en el Pleno del próximo jueves. Ahí es donde se la juega Zapatero. Quizás por eso, en cuanto concluyó el breve discurso institucional del presidente del Congreso, José Bono, en el Salón de los Pasos Perdidos, el jefe del Ejecutivo salió disparado hacia el lugar donde se encontraba Rajoy, en una esquina de la sala junto al presidente autonómico gallego, Alberto Nuñez Feijóo, que se retiró discretamente para que hablaran a solas.
«Buena mano»
Zapatero y Rajoy conversaron durante unos cinco minutos a la vista de todos, pero debieron de pactar silencio sobre su contenido, porque después uno y otro se negaron a comentar nada en público. El presidente del Gobierno sí señaló después que Rajoy le había aconsejado «buena mano» el viernes pasado, y resaltó el «buen tono» con que había acogido sus decisiones sobre el caos aéreo.
El presidente del Congreso también hizo alusión al estado de alarma en su discurso, para apoyarlo plenamente, algo significativo ya que es el Parlamento el que debe autorizar una eventual prórroga. «La Constitución, sabiamente, ha ofrecido la fortaleza de su letra para alertarnos a todos de que quienes recurren al chantaje para defender privilegios son los únicos culpables. Ni han vencido en esta ocasión ni vencerá quien lo intente de nuevo. Nos va en ello demasiado. Los culpables deben perder toda esperanza», advirtió Bono con un tono que chirrió a más de un diputado, ya que era muy parecido al que utiliza cuando habla de los terroristas.
Mientras tanto, ayer empezó a observarse una progresiva distensión del Gobierno hacia el colectivo de los controladores, imprescindibles para el buen funcionamiento del tráfico aéreo, exista o no militarización del servicio. El ministro de Fomento, José Blanco, animó a los controladores a «pasar página» cuanto antes y apeló a su profesionalidad y responsabilidad, dos virtudes que ve en la mayoría de los trabajadores, pero que no aprecia en sus dirigentes. La Fiscalía, además, se mostró dispuesta a un trato favorable hacia los controladores de base si muestran que fueron coaccionados para abandonar su puesto de trabajo.
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