elecciones gallegas
18 de febrero y el modelo cantonal de Pedro Sánchez
Los socialistas dan por bueno un resultado que se encamina a convertirse en el peor de su historia siempre que el PP pierda la mayoría absoluta. Un mal menor si se logra el principal objetivo: que no gobierne la derecha
Madrid
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Iniciar sesiónEl domingo Galicia vota. Está en juego el Gobierno de una comunidad autónoma. Pero no solo. La lectura nacional de las urnas es inequívoca. Pero el voto del 18 de febrero expresa más cosas que una lectura táctica para los próximos meses. Está en juego ... la consagración del modelo Sánchez como estrategia para resistir en el poder e impedir al mismo tiempo la alternancia política. Cualquier cosa menos que gobierne el PP, aunque sea a costa de sacrificar las posiciones de su propio partido.
La naturalidad con la que el PSOE está asumiendo un papel gregario y sustentador del BNG en Galicia es sintomática. Ni siquiera se explota el recurso de la experiencia de gobierno frente a la bisoñez legislativa de su competidor en el espacio de la izquierda. Los socialistas dan por bueno un resultado que se encamina a convertirse en el peor de su historia siempre que el PP pierda la mayoría absoluta. Un mal menor si se logra el principal objetivo: que no gobierne la derecha.
El PSOE va a verse superado este domingo por el BNG. Y a nadie parece importarle en exceso. ¿Por qué? Porque no es más que otro hito de un proceso de deconstrucción que tiene ya numerosos episodios. Los socialistas ya han asumido posiciones gregarias de otras fuerzas independentistas, nacionalistas o autonomistas en varios territorios. El País Vasco es un ejemplo consolidado. Pero también ha pasado en Cantabria. Y en la Comunidad de Madrid. En otros territorios los socialistas han necesitado en los últimos años el concurso imprescindible de fuerzas nacionalistas para poder gobernar: Navarra, Comunidad Valenciana o Baleares. En el ámbito municipal ya ha habido experiencias de esa índole en Barcelona, Valencia y ahora en Pamplona. En la misma Galicia el PSOE ya ha apoyado al BNG en Santiago y Pontevedra.
Sánchez ha naturalizado esas realidades autonómicas con la condición de que en el tablero nacional esas piezas sean suyas. Ha creado con todas ellas una relación de mutua dependencia. A él no le importa sostener al PNV, como no le importa hacerlo actualmente con ERC en la Generalitat de Cataluña y no le importará hacerlo con el BNG en la Xunta o con Bildu en Pamplona mientras a cambio en las elecciones generales muchos de esos votantes apuesten por la papeleta del PSOE y pueda además contar con sus escaños para cimentar su mayoría. El pegamento que une al PSOE con todo ese conglomerado es la necesidad mutua. Y el mejor argumento de Sánchez para ganarse esa lealtad es la parcial sumisión de sus siglas en esos territorios y el apoyo de vuelta en sus ámbitos territoriales.
La gasolina del proyecto de Pedro Sánchez es impedir que gobierne el PP. En el ejemplo de Cartagena encontramos un ejemplo paradigmático. En el año 2015, al calor de las plataformas ciudadanas y el caldo de cultivo sembrado por Podemos, llegó a la alcaldía Movimiento Ciudadano de Cartagena. Con naturalidad se selló entonces un pacto para desalojar al PP del poder, en un acuerdo que incluía la alternacia en la alcaldía entre las dos fuerzas. Pero al proyecto de José López no se le puede comparar con ninguno de esas plataformas que llegaron a las alcaldías en 2015. Su estilo conflictivo y agresivo arruinaron ese entendimiento.
Cuando en 2017 Ana Belén Castejón pasó a ostentar el bastón de mando en virtud de ese acuerdo, todo estalló. Entre acusaciones de actitud violenta, insultos e intimidaciones terminó esa legislatura. Pero la división de las fuerzas de derecha hicieron al MC la fuerza más votada en 2019. La posibilidad de acuerdo entre el resto de fuerzas no parecía posible. Pero saltó la sorpresa. PSOE y PP con ayuda de Ciudadanos cerraron un pacto. Ana Belén Castejón y Noelia Arroyo se turnarían la alcaldía. Pese a la especificidad del caso y pese a que todo estaba motivado para evitar la vuelta de López a la alcaldía, el PSOE a nivel regional y federal no lo apoyó y suspendió de militancia a Castejón y al resto de ediles. Ni siquiera para evitar el Gobierno de alguien a quien en su propio partido consideraban un machista avaló el PSOE un pacto con el PP.
La legislatura avanzó con los regidores del PSOE fuera del partido. Sin representación con tal de no acordar con el PP. El proceso provocó una escisión. En 2023 Noelia Arroyo ganó las elecciones y logró el apoyo puntual de Vox para gobernar. Castejón, expulsada del PSOE, se presentó por el partido Sí Cartagena logrando representación. El PSOE se conformó con ser tercero, empatado con Vox, sin ninguna influencia. Cualquier cosa con tal de que no gobierne el PP. Hasta la insignificancia propia. Porque al menos no gobierna la derecha. Eso se dirime también este domingo, el avance o no de un proceso de centrifugación territorial que considera la idea nacional de España como un hecho a enterrar.
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