Opinión

¡En mi nombre, no!

Somos millones de españoles los que sentimos impotencia ante una enorme maquinaria política de deslealtad, que está atacando los pilares de nuestra convivencia

El descrédito de Yolanda Díaz

Teresa Jiménez Becerril

Porque ni quiero, ni debo, ni puedo olvidar, qué por defender la Unidad de España, la igualdad entre españoles, la libertad y el Estado de Derecho fueron asesinadas cerca de 900 personas y heridas, secuestradas, extorsionadas y forzadas al exilio cientos de miles.

Durante ... décadas de terrorismo pagamos un precio muy alto para evitar que nuestra nación se rompiera y no podemos permitir ahora que quien se cree invencible y disfruta retándonos mientras planea como hacer añicos el legado de la transición haga inútil el sacrificio de millones de españoles, que tienen claro que España no está en venta y que para este camino no necesitábamos tantas alforjas de dolor y resistencia cívica.

Recuerdo cuando las víctimas del terrorismo salíamos a la calle y un incontable número de personas nos acompañaban haciendo suya, no solo nuestra pena infinita, sino el valor de quienes tanto habíamos perdido y aún guardábamos fuerzas para enfrentarnos a aquellos que negociaban con nuestro sufrimiento en beneficio propio. No nos rendimos entonces y no nos rendiremos ahora. Plantamos cara a quienes odiaban a España porque los que la amábamos éramos más y mejores. No olvidaré nunca las manifestaciones de apoyo a las víctimas, las caras de todos los que aplaudían a nuestro paso, ciudadanos de toda condición, unidos bajo una misma bandera, la de España, que agitaban con orgullo porque querían recordar que nuestros seres queridos habían sido asesinados por defenderla.

Guardo en mi memoria las emocionadas palabras de mi madre al ver a ancianos y jóvenes que soportaban horas de pie, empapados o acalorados. «Tere, es normal que nosotros estemos, pero, ¿y ellos? No les han matado a nadie ¡Qué mérito tienen!». Y yo le contestaba: «Mamá, ellos están aquí por España, por defender los valores por los que asesinaron a tu hijo Alberto y a tantos inocentes, cuya única culpa era la ser españoles y defender la libertad y la unidad de nuestra nación». También recuerdo que gritábamos: «¡En mi nombre, no!». Con el objetivo de que nuestras voces llegaran a quienes estaban más pendientes de escuchar a los terroristas que a sus víctimas.

Tengo grabadas en mi corazón todas esas marchas de apoyo a las víctimas donde las lágrimas no eran exclusivas de quienes habíamos perdido a nuestros familiares, sino compartidas con quienes lloraban a nuestro paso y nos repetían: «No estáis solos». Y no lo estuvimos entonces, pero hoy lo estamos. En estos días de atropellos democráticos somos millones de españoles los que sentimos soledad e impotencia ante una enorme maquinaria política de deslealtad, que está atacando los pilares de nuestra convivencia y que nos ha robado la confianza y el ánimo necesarios para enfrentarnos a ella.

Sería conveniente mirar atrás, a esos años de plomo y humo en los que no cedimos, porque no podíamos entregarle en bandeja a los enemigos de España lo que querían y las ansias de libertad y amor a nuestra patria nos dieron la fuerza para decir : «¡Hasta aquí!, ¡basta ya!» y muchas otra frases envueltas en el coraje de quienes no iban a tirar la toalla frente a los terroristas. Pues hoy ya no necesitan robarnos la vida, pero quienes quieren acabar con la unidad de España por convicción y quienes lo hacen por traición disparan a nuestra dignidad y yo les digo que cada uno de nosotros, allá donde estemos, debemos luchar por defenderla, porque hay momentos en la vida de los pueblos en los que callar no es legítimo y si no tuvimos miedo cuando de verdad había que tenerlo, no lo vamos a tener ahora. Demasiado en juego para mecer la cuna de nuestras conciencias con la cantinela de que «no hay nada que hacer'». Algo habrá y desde luego no pasa por el silencio.

SOBRE EL AUTOR
Teresa Jiménez-Becerril

Es adjunta primera al Defensor del Pueblo y hermana de Alberto Jiménez-Becerril, concejal del PP de Sevilla asesinado por ETA junto a su mujer en 1998.

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