Robar por la causa
La institucionalidad catalana se ha construido siempre así. Y presumiendo de ello. Hay una aceptación social para este tipo de delincuencia
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Iniciar sesiónRobar para los demás es la gran especialidad catalana. No el ahorro, no el Barça, no el pan con tomate. Cataluña se basa en robar por la causa, en saltarse cuanta ley existe por un objetivo patriótico. Es el «fer país». Es la épica del ... soldado que defiende fronteras en la noche. El destino está en juego y no hay otro escrúpulo que la victoria.
La institucionalidad catalana se ha construido siempre así. Y presumiendo de ello. Hay una aceptación social para este tipo de delincuencia. Hay un discurso perfectamente establecido que legitima el robo si es para el bien de Cataluña, o para el bien del Barça, que como todo el mundo sabe, es el ejército de Cataluña. Cuando la Audiencia de Barcelona finalmente decidió no procesarlo por su gestión en Banca Catalana, Jordi Pujol salió al balcón del palacio de la Generalitat y dijo que «el Estado nos ha hecho una jugada indigna» y que «de ahora en adelante, de ética hablaremos nosotros, y no ellos». Pujol se libró de ser procesado gracias a los manejos del abogado Joan Piqué Vidal, que le explicó al entonces secretario general de la Presidencia, Lluís Prenafeta, las grietas en la vida de cada magistrado, y el íntimo colaborador del presidente preparó una solución para cada caso. La noche anterior de hacerse público el fallo, Prenafeta pudo decirle al líder: «Presidente, ganaréis 33 a 8». El entorno presidencial no tuvo durante aquellos meses reparo en admitir que su gestión en el banco había sido catastrófica, y la explicación era que usó el dinero malversado para «hacer país», eso que con el tiempo pasó a llamarse «estructuras de Estado». A los pocos meses Pujol ganó las elecciones autonómicas con 72 diputados sobre 135.
Los acólitos de Júnior, el hijo mayor de los Pujol, justificaban sus negocios aprovechándose de que su padre era presidente con una variación del mismo argumento: «Está preparando la red para cuando llegue el momento de dar el gran paso».
El catalanismo, en todas su formas e intensidades, pero muy principalmente el que ha florecido alrededor de lo que un día fue CiU, ha convertido la causa en el mayor negocio de Europa desde que los campos nazis fueron liberados. No ha habido en el Occidente libre una máquina más precisa y engrasada, más sofisticada, que llegara con tanta eficacia al último rincón de la sociedad. No ha habido sistema con tantas estrategias de disimulo, con tentáculos tan letales, ni con un mayor montante en las comisiones que se van quedando por el camino.
En Cataluña, que el delito de malversación sea revisado en el sentido de que no pasa nada si robas por la causa, es como volver legal el narcotráfico en Colombia. Si Pedro Sánchez lleva a cabo esta reforma, y no tengo duda de que lo hará, estará blanqueando la principal modalidad delictiva catalana; y la causa del catalanismo es tan difusa, tan extensible y moldeable, que cualquiera hallará una excusa para dar curso impune a sus más descarnadas fechorías.
Es verdad que la reforma vendría sólo a corroborar lo que hace años que funciona con una gran aceptación social, sin que la Justicia pueda apenas detectarlo. Algún incauto siempre cae, pero el negocio continúa igual de boyante. El paralelismo con la extradición de colombianos en la era de Pablo Escobar es inevitable: los hampones han ganado o están a punto de ganar esta partida, y es realmente asombroso que esta victoria se produzca, como fueron increíbles algunas de las victorias momentáneas que Escobar obtuvo, pero tarde o temprano algún gobernante medio normal se escandalizará tanto por lo que en pocas semanas va a normalizarse, que algunos hoteles en Cataluña tendrán que reconvertirse en cárceles para que quepan por lo menos la mitad de los grandes soldados de la causa.
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