ERC exigirá a Moncloa que condone toda la deuda de Cataluña

Tras la marcha de Oriol Junqueras, Marta Rovira pilota las negociaciones con el temple y resultado que pudo constatarse el lunes cuando contra todo pronóstico los republicanos obsequiaron con la presidencia del Parlament a Josep Rull y resucitaron a un partido que la noche anterior se daba por muerto a sí mismo por los pésimos resultados en las elecciones europeas. La misma Marta Rovira que el 25 octubre de 2017 entró en ataque de histeria llorando y gritando a Puigdemont –la escena fue notable– para que no convocara elecciones autonómicas y declarara una independencia que todos sabían que no estaba preparada ni tenía ninguna posibilidad de prosperar es ahora quien tiene que decidir si su partido favorece la investidura de Salvador Illa o provoca la celebración de unas nuevas elecciones. Rovira, que quiere quedarse a vivir en Suiza aunque finalmente pueda beneficiarse de la amnistía, ha anunciado que va a dejar su cargo en ERC tras el congreso que su partido va a celebrar el próximo 30 de octubre, de modo que la decisión que tome en esta negociación se sitúa más en un terreno simbólico y de definir su legado que en la necesidad de asumir sus consecuencias en el futuro.

Resulta llamativo que Esquerra crea que la condonación de la deuda de Cataluña es un asunto tangible y fácilmente cobrable cuando hace poco menos de un año exigió a Sánchez que perdonara 15.000 millones de esta misma deuda y pese al compromiso que públicamente adquirió el presidente del Gobierno esta condonación no ha llegado aún a hacerse efectiva.

Esquerra está aturdida, en estado de shock, angustiada por sus malos resultados en las sucesivas elecciones y rebotada contra los socialistas y Junts por la sangría de votos que ha sufrido hacia los dos partidos. La condonación de la deuda es un concepto fácil de explicar al público y goloso para la exaltación independentista –de ahí que lo hayan elegido como compensación de su apoyo a la investidura– pero es difícil que ni siquiera un presidente como Sánchez acceda realmente a satisfacerlo, aunque sólo sea porque si no paga Cataluña tendrá que repartir lo adeudado entre otras comunidades con las que también cuenta para ganar las próximas elecciones que guste convocar. Si hasta cuando intentan los republicanos con su mejor voluntad usar todos sus recursos intelectuales suelen tropezarse con algo que les impide conseguir sus propósitos, ahora que actúan por despecho y a golpe de reacciones estomacales se hace muy difícil calcular dónde van a llevarles sus impulsos y los de sus bases, que serán las que finalmente decidan si aceptan investir a Illa.

Que Marta Rovira haya regalado la presidencia del Parlamento por evitarse «la presiones y los condicionamientos» de ostentarla es antipolítico, naíf, e impropio de un partido que aspira a ser creíble en la gobernanza. Pero es dispararse directamente a la sien acudir a unas nuevas elecciones sin presidente, sin candidato y en el momento más bajo de tu atractivo electoral. Y ahí es precisamente hacia donde la señora Rovira avanza.