Los jueces alertan de la baja eficacia de las pulseras telemáticas para controlar a los maltratadores
Piden al CGPJ una revisión del protocolo para instalarlas porque se puede volver en contra de las víctimas
La última versión de las pulseras telemáticas que se utilizan en España para controlar que los maltratadores cumplen las órdenes de alejamiento comenzó a funcionar en el año 2009. Desde entonces su uso no ha hecho más que crecer. Según los datos del último ... Boletín Estadístico Mensual del Ministerio de Igualdad, en agosto de este año había activados 2.935 dispositivos de este tipo, un 20% más que el año anterior. Algunas voces, sin embargo, alertan de que en ocasiones puede convertirse en un arma de doble filo para las víctimas.
De hecho, el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco acordó en la comisión celebrada el pasado 23 de septiembre pedir una revisión del protocolo al CGPJ. En el acta, al que ha tenido acceso ABC, alertan de que los problemas que surgen con estos dispositivos pueden causar «situaciones de desprotección» a las víctimas. Por eso piden que se «examine» la forma en la que se acuerdan la instalación de estas pulseras de vigilancia telemática para garantizar «la máxima protección» y evitar situaciones de «alto riesgo de revictimización». Fuentes judiciales puntualizan a este periódico que la propuesta pasa también por aplicar esta medida de protección a otros supuestos, como por ejemplo las víctimas de acoso.
Los magistrados en el escrito hacen alusión a un incidente ocurrido en un juzgado de la localidad vizcaína de Baracaldo, Vizcaya, que no entran a detallar. Sin embargo, lejos de ser un incidente aislado, son varias las voces que alertan de que el uso de estas pulseras puede, en ocasiones, volverse en contra de la propia víctima.
Cira García, magistrada en un juzgado de Violencia de Género y portavoz de la asociación Mujeres Juezas, asegura que tiene que lidiar prácticamente a diario con las dificultades que entrañan estos dispositivos. El problema es que aunque coloquialmente se llaman pulseras, en realidad son dos dispositivos; uno de ellos lo lleva el maltratador y el otro la víctima. Cada vez que el acusado entra dentro de la zona de seguridad marcada por los jueces, saltan las alarmas. La víctima además de ver la alerta en su dispositivo, también recibe una llamada de la policía.
«Aunque la víctima ni le haya visto, le salta un mensaje que indica que el maltratador está cerca», explica. Asegura, además, que las incidencias cada vez que coloca una pulsera son «continuas». A veces simplemente se debe a que la pulsera ha perdido cobertura o a que esa persona ha pasado casualmente cerca de la víctima, pero la alerta se genera igual. Esto, asegura, provoca un alto grado de «intranquilidad» en las mujeres. «Más de una me ha pedido que se la retire», explica. Además, la utilización de estos dispositivos telemáticos de control queda totalmente descartada en poblaciones pequeñas donde resulta imposible mantener los 500 metros de alejamiento que se suelen imponer.
Otra forma de maltrato
Gregorio Gómez, secretario de ALMA, asociación contra la violencia de género, apunta además, a que estas pulseras se convierten en a la vez en una nueva forma de maltrato para las mujeres. Esta misma semana ha tenido que testificar en un juicio donde el maltratador utilizaba la pulsera para acosar a una mujer de la que tenía que permanecer alejado por orden judicial. El hombre infringía constantemente ese radio de 500 metros, «iba y se tomaba un café cerca del colegio de los niños donde sabía que iba a pasar», y esto hacía que el dispositivo de la víctima sonara constantemente.
«Que salte la alarma implica que la policía le llame y le diga que se ponga a resguardo hasta que localicen al hombre», relata. En su opinión son comportamientos que entrañan un claro «maltrato psicológico continuado». «Las mujeres viven con el miedo metido en el cuerpo» añade. Lamenta, sin embargo, que luego resulta complicado que el juez termine condenando a los acusados por estas conductas.
La magistrada, explica que muchas veces es complicado saber si esos acercamientos se hacen de forma deliberada o por casualidad, «a no ser que se produzca en las inmediaciones de su domicilio», donde las órdenes de alejamiento son más claras. Cree además, que las pulseras son muy útiles en casos en los que existe un riesgo alto o extremo, pero que no debería generalizarse su uso. Desde la Asociación ALMA, por su parte, piden más «mano dura». «Una vez puede ser casualidad, pero cuando es de manera reiterada deberían ir a la cárcel», zanja Gregorio Gómez.
Ver comentarios