El asedio de los clanes del oro

El negocio de la compraventa del metal precioso se ha multiplicado un 300% en un año. Algunos son refugio para el blanqueo de capital de la droga

JOSÉ ALFONSO

TATIANA G. RIVAS

08/08/2010
Actualizado 17/08/2010 a las 08:14h.

Paralelo al valor del oro, cuya escalada ha alcanzado su máximo histórico durante el mes de junio —con 1.260 dólares la onza (31,1 gramos)—, el número de negocios de compraventa del metal precioso se ha disparado en la región un 300%. De 200 ... establecimientos registrados hace menos de un año se ha pasado a 600, según informan desde el Grupo XI de la Brigada Provincial de Policía Judicial de Madrid. «En los últimos seis meses se ha notado que han abierto muchas casas, sobre todo los gitanos», indica una empresaria con más de 30 años al frente de un negocio de compraventa en Manuel Becerra. El Grupo XI, especializado en robos a domicilio, en delitos contra el patrimonio histórico y en el control de la compraventa de este metal, informa de que en la actualidad «hay una guerra comercial, y a veces más que eso, entre los grupos de clanes familiares gitanos, gallegos y judíos por hacerse con el control» de estos negocios que regentan.

Ya es casi imposible imaginar el paisaje del centro de la capital sin la presencia de decenas de hombres-anuncio pululando por las principales arterias comerciales. Se ha incrementado su presencia, asegura la Policía Nacional, y su agresividad por captar clientes. En los Montes de Piedad se puede encontrar una mañana cualquiera a un centenar de ellos atosigando a los usuarios que salen de Caja Madrid. Los carteles de mercadeo del metal precioso se repiten sin cesar a cada metro recorrido. El reclamo vociferado o escrito en llamativos carteles de publicidad siempre suele ser el mismo: «Precio máximo garantizado». Pero ojo, pese a que el importe que se paga estos días por el metal rey goza de sus máximos —hasta 23 euros el gramo de 18 quilates—, no es oro todo lo que reluce.

Caminando por la Puerta del Sol, una mujer de etnia gitana sugiere que su local es el que más paga por la zona: «Te doy hasta 21 euros por gramo». Muy interesada en hacerse con el potencial vendedor le incita a que suba a su local. Le acompaña hasta su casa de oro. Al llegar a la planta, un cliente calé guarda cerca de 500 euros por las joyas que ha vendido. Realmente, en este emplazamiento se consigue uno de los precios más altos de todo Madrid. Al pesar el material redondean la cifra por encima de lo indicado hasta 22 euros.

Tras bajar del edificio sin hacer el intercambio, la gitana que acecha en la calle pregunta: «¿Habéis vendido al final?». Al decirle que no, la mujer insiste en que puede llevar a los clientes a otro local asociado. Su vista permanece clavada en la potencial ganancia que se le escapa perdiéndose por la calle del Arenal. «Los distintos grupos tienen repartidas sus zonas y nadie de la competencia puede entrar en ellas», informa la Policía.

Sospechosos, investigados

Los empresarios instalados en la zona desde hace décadas indican que detrás de algunos de estos nuevos negocios «no especializados se esconden mafias». «Sabemos que algunos utilizan los locales para blanquear dinero de la droga», apunta Armando Rodríguez, secretario general del Gremio de Joyeros y Plateros de Madrid.

La Policía Nacional lleva a cabo investigaciones exhaustivas en establecimientos sobre los que se sospecha que pudiera haber una actividad ilícita de este tipo. «No sacan rentabilidad ofertando unos precios tan altos. Lo que les van a pagar en la fundición son 24 euros. Con dos euros de beneficio no pueden subsistir», arguye Marion Mueller, vicepresidenta de la Asociación Española de Metales Preciosos.A todo esto hay que sumar el elevado número de trabajadores que tienen a su cargo y el salario que les pagan, que supera los 30 euros diarios o la comisión de un euro por cliente captado.

Ninguna casa de compraventa accede a explicar cómo funciona su negocio. Algunas de las que dan información son las que llevan en la capital más de 20 años. sas mismas ofrecen en este momento por gramo un máximo de 18 euros, cuatro menos que las recién instaladas. Indistintamente de a lo que se dediquen, los clientes no faltan, ya sea por la mañana, por la tarde o el fin de semana.