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Aluvión de refugiados: «Doscientas plazas más no es la solución»

Decenas de solicitantes de asilo acuden cada día al Samur Social, colapsado desde hace meses

Una familia mongola, con tres niños, a las puertas de la sede del Samur Social GUILLERMO NAVARRO

Cris de Quiroga

Ya es una escena cotidiana en el número 10 de la carrera de San Francisco. Ayer, uno de los guardias de la sede del Samur Social trataba de evitar que se bloqueara la entrada del centro, donde se agolpaban, al mediodía, tres yemeníes y sus maletas, varios latinoamericanos y una familia mongola con tres niños pequeños. «Doscientas plazas se agradecen, pero no es la solución» , comentaba uno de los vecinos sobre las 20 casas prefabricadas que la Comunidad de Madrid pondrá a disposición del Ayuntamiento para aliviar esta crisis de refugiados .

Cada día, decenas de personas solicitan asilo en el servicio de atención a las emergencias de la capital. Las viviendas que ofrece el Gobierno regional «deberían ser diez veces más», insiste una portavoz de la Red Vecinal de Apoyo, que presta ayuda a los refugiados mientras continúa el colapso del Samur Social y se acentúa el frío invernal. Además, en estas casas prefabricadas, disponibles el próximo enero, «no hay plazas para las personas adultas solas» , critica esta voluntaria.

Dado que las familias con menores son una prioridad, lo más probable es que un joven matrimonio venezolano, que ha dormido ya seis noches frente al Samur Social, otros dos compatriotas, tres hombres recién llegados de Yemen y un guatemalteco no salgan de la calle. «Queremos hechos, no palabras», pide el joven de 26 años que huyó de Guatemala tras las constantes amenazas de muerte que recibía por ser homosexual . «Estamos a la deriva», comenta otra mujer, venezolana de 55 años, cuya cita con la trabajadora social para conseguir la «hoja blanca» será en febrero.

Esta primera tarjeta es el NIE que se facilita a los refugiados para que puedan quedarse en España. Después, deben solicitar el proceso de acogida y, si marcha bien, obtienen la ansiada «tarjeta roja» , el documento de refugiado político. Y es normal que aguarden meses.

Así, durante el día, el centro de La Latina mantiene el ajetreo de las últimas semanas, aunque por la noche apenas hay personas sobre la acera. «No se ve gente durmiendo aquí porque nos encargamos nosotros» , afirma la portavoz de los voluntarios. A través de un grupo de Whatsapp, más de un centenar de vecinos y amigos se organizan para proporcionar ropa y alimento a los que llegan con las manos vacías. A veces, incluso, les pagan el alojamiento en hostales.

La «cárcel» del frío

Dada la avalancha de refugiados, muchos de ellos son derivados a la campaña del frío del Samur Social —más de 400 plazas extra—, que les permite pasar siete noches bajo techo, siempre y cuando lleguen a tiempo para conseguir una cama. «Es como entrar en una cárcel» , asegura el joven guatemalteco, que narra cómo los robos, los gritos y las peleas de madrugada son constantes entre los sintecho, a lo que se suma «la falta de higiene». Ya ha cumplido sus siete noches y no puede hacer más que esperar a su reunión con el trabajador social. Reitera que no quiere una casa ni ayudas económicas: «Con un permiso de trabajo basta», dice, acurrucado entre mantas, bajo una llovizna y a 7ºC.

A pocos metros, una familia de Mongolia , que reside desde hace un mes en Madrid, esperaba una respuesta del Samur Social. Dos pequeñas, de 2 y 4 años, y su hermano mayor, de 11, engullían los macarrones con tomate servidos por los voluntarios. Quizá ellos sean más afortunados.

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