EVIDENTEMENTE SÍ
Del café para todos al kalimotxo fiscal: Montero zarandeada
La vicepresidenta compareció para atacar al PP y rebajar el alcance del acuerdo con ERC sin ofrecer novedad alguna y recibió una somanta de críticas de los independentistas: «Si no cumple, habrá consecuencias»
Madrid
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Iniciar sesiónPedro Sánchez tiene un núcleo duro de cuatro personas: Félix Bolaños, María Jesús Montero, Santos Cerdán y el nuevo ministro, Óscar López. El curso pasado fue el de Bolaños, que se tuvo que zampar la amnistía y que está convencido de que le ha ... salido bien en términos de desgaste electoral, a pesar de los pesares. Ahora, le toca el turno a la vicepresidenta María Jesús Montero. Es la hora de surfear el concierto económico para Cataluña, un elefante en el plenario del Senado que la vicepresidenta ni siquiera mencionó y que trató de vestir de «un aumento del autogobierno». Se le va a hacer largo el otoño, aunque su ambición le lleva a disfrutar siendo el perejil de todos los charcos en los que le mete Sánchez.
María Jesús Montero llegó sola, con traje blanco de chaqueta, dijo «hola» y se sentó en su escaño. El bolso lo dejó en el asiento del presidente, que ni estaba ni se le esperaba: había preferido contraprogramar a su vicepresidenta inaugurando el curso en el Cervantes. Esa es la forma que tiene Sánchez de poner sordina a los problemas: comparecencias paralelas sin preguntas. Mitad ego mitad estrategia mediática. Si lo que tenía que defender este miércoles Montero fuera motivo de orgullo para el socialismo, Sánchez no habría contraprogramado. De cajón.
A la izquierda y a la derecha de la también número dos del PSOE había 23 escaños vacíos, uno más que ministros del Gobierno. ¿Por qué? Por lo mismo que el día que se aprobó la amnistía en el Congreso Bolaños estuvo bastante abandonado por los suyos: más sordina. Nadie acudió a la comparecencia de Montero, a pesar de que el asunto a tratar, la financiación autonómica, es ya el asunto del otoño. Es más, es el asunto de la legislatura porque hace quince años que se aprobó el último acuerdo, que pactaron Zapatero y Artur Mas, como hoy Sánchez lo pacta con ERC. La novedad, lo que Montero llama avance, es que este Gobierno ya habla abiertamente de federalismo, aunque la Constitución no acoge tal cosa. Lo que no dirá Montero ni bajo tortura es poner nombre al elefante: «Concierto económico». Para este Gobierno lo que no se nombra no existe, pero aunque el acuerdo con ERC se vista de solidaridad, privilegio se queda.
En obediencia a la estrategia fijada por Sánchez desde el día en que se tumbó por primera vez en el colchón de La Moncloa, en sus 25 minutos de intervención la vicepresidenta Montero habló más del PP que de la financiación. Es más, rebajó tanto el acuerdo con ERC que parece que la financiación para Cataluña se parece más a la de las islas Canarias que a una versión actualizada del concierto vasco, como exige ERC: «No es un privilegio, es una necesidad, será el mayor salto de soberanía para Cataluña desde 1979». Sin embargo, a Montero sólo le faltó dar las gracias a los independentistas por su generosidad con el resto de España, pero la senadora de ERC, Sara Bailac, fue quien mejor explicó lo pactado: «Sí tenemos un acuerdo y tendremos la llave de la caja, será la Agencia Tributaria de Cataluña y posteriormente Cataluña aportará por el coste de los servicios que el Estado presta en Cataluña y luego llegará la solidaridad condicionada por el principio de ordinalidad». Más claro, el agua. Y además, lo dijo en un perfecto castellano.
Sin embargo, Montero dedicó más tiempo a hablar del PP, a quien le hizo un traje a medida, en este caso negro: que si utilizan la confrontación territorial, que si quieren que les vaya mal a España y Cataluña, que si su política es «lamentable», que están en una corriente de descalificación, que son culpables de general el rechazo de la sociedad a la política, que solo defienden el interés de parte y no de la mayoría, que si se rompe España.
Por los populares respondió el senador Camps, el otro Camps, que nació en Barcelona y entiende el catalán, para leerle a la ministra de Hacienda el acuerdo firmado en el idioma de Pla: «En los dos primeros folios no aparece autogobierno, y aparece tres veces soberanía y tres veces más reconocimiento nacional». Aplausos en la bancada popular, y un exabrupto: «traidora». A una senadora se le calentó la boca y el presidente Rollán, institucional donde los haya, les llamó la atención. ¿Habría hecho Armengol lo mismo con uno de su partido en la Cámara hermana de la Carrera de San Jerónimo?
Y el traje a medida fue entonces a Sánchez: colonización de instituciones, el peor dato del paro de los últimos cinco años, el presidente en el extranjero (Mauritania, Senegal, Gambia, Francia, China…), secretismo en los pactos… «¿Dónde están los socialistas defensores del principio de Igualdad, han pasado a la historia?», se preguntó antes de acusarla de querer engañar a los españoles vendiendo el acuerdo con ERC como si fuera similar a las singularidades propia de la insularidad.
Siete votos siete
Ante tal negación de lo pactado con ERC, los independentistas salieron como miuras. El senador de Junts, el otro Pujol, también desnudó a la vicepresidenta y le acusó de vender humo para ganar tiempo y no frenar «el expolio de Cataluña»: «Hacer parecer que todo va a cambiar para que nada cambie. Del café para todos al kalimotxo para todos, porque es más dulce». A Junts, que tiene un ataque de cuernos monumental por el pacto PSC.-ERC, el «kalimotxo fiscal» no le gusta. Y por eso el tal Pujol señaló con siete dedos los votos que le faltan a Sánchez para ser feliz.
La vicepresidenta se fue por donde llegó, zarandeada a izquierdas y a derechas, y de norte a sur. En la réplica añadió que lo que este Gobierno persigue es «una mirada nueva», no un concierto económico. Este Gobierno es experto en negar lo firmado y ganar el poco tiempo que va rascando para esta legislatura que sigue sin arrancar. Que se sepa, este Gobierno dedica su tiempo a los temas que mete en la agenda los socios catalanes: así Bolaños con la amnistía, así Montero con la financiación. Los próximos meses desvelarán quién pasa antes de las palabras a los hechos: si el Gobierno dando un concierto económico a Cataluña o los independentistas volviendo a incendiar las calles: «Si el Estado no cumple con los acuerdos firmados con Cataluña la respuesta será firme, clara y decidida. Tendrá consecuencias». ERC dixit. A Montero, el nuevo curso se le va a hacer largo.
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