ANÁLISIS JUDICIAL

Los 400, las rebajas y el populismo punitivo que ahora sí es un problema

Elevar de nuevo los mínimos no es tan sencillo, afecta a toda la «orquesta» que es el Código Penal

En un país donde justicia es sinónimo de cárcel -quizá por falta de memoria, verdad y/o reparación-, tiene 'mala venta' ser la ministra de Igualdad y decir a micro abierto que el Código Penal español es uno de los más duros de Europa, que ... para algunos delitos prevé condenas que hacen de otros quizá más graves pecata minuta y que lo suyo es apostar por la prevención y derogar el populismo punitivo. Esta reflexión, de una juez que rehúsa verse en los papeles, quizá explique lo que juristas tuiteros de referencia apuntan desde hace semanas: ningún legislador baja las penas de un delito por simple error. Cosa distinta es que subestimase el impacto del cambio -más de 400 delincuentes sexuales encarcelados han visto mejorar su situación- o la eficacia con la que trabajan la mayoría de los gabinetes de prensa de los tribunales de este país. Quizá por ser casos, diríase, 'anónimos', nadie pensó que las revisiones trascenderían. No era mala baza, de hecho. Son todos los que están pero no están todos los que son. Hay instancias judiciales que prefieren no dar cifras.

Y ahora, cuando el debate vuelve al punto de partida que nunca fue, pues se hablaba de introducir el consentimiento en el Código Penal como si el delito de violación alguna vez hubiese sido consentido, es cuando empiezan a surgir las voces que apuntan a lo que se debió defender desde el inicio. Que penas más altas, decía el viernes Jaume Asens (UP), no es sinónimo de mayor protección de las mujeres. Es «populismo», le dijo a Carlos Alsina.

Esta es la misma bandera que esgrimió el PSOE cuando el PP impulsó la implantación de la prisión permanente revisable. Se criticaba aquello de 'legislar en caliente'. Pero resulta que el marco en que nació la idea que hoy ya es una realidad era también de gran alarma social. La Audiencia Provincial de Navarra había sentenciado a La Manada por abuso sexual y no por agresión, al apreciar que no hubo consentimiento pero tampoco la violencia e intimidación para el salto de tipo penal. El Tribunal Supremo lo remendó, como es sabido. Castigó por agresión y elevó las penas. En ese contexto en que las calles se llenaban de mujeres pidiendo Justicia -la verdad y el reconocimiento, sí, pero también más penas-, nació esta idea como alternativa a una situación que se apreciaba sangrante. No podía ser la reforma llamada a modular las penas de un Código excesivamente duro. Mala venta.

De ahí, la alarma social subsiguiente que esconde el término elegido por el Gobierno para referirse al goteo de rebajas, «efecto indeseado». Porque como en el meme que reza «emosido engañado», no encaja que el individuo al que se trata de poner a raya frente a sus víctimas se beneficie del cambio.

Y se confrontan de nuevo las distinciones entre abuso y agresión del Código Penal anterior frente a la dificultad de subir simplemente las penas cuya rebaja ha generado las revisiones, aunque eso no fuera a frenarlas. Y aunque sean finitas. Que el número de condenados por todo tipo de delitos sexuales es alto, 4.030 en prisión al cierre de 2022, pero se acaba.

En un sistema como el español, donde rige la proporcionalidad, subir las mínimas reformadas no es tan fácil, porque afecta a toda la escala de las penas y su relación con otros delitos. «El Código Penal es como una orquesta», que diría el catedrático Luis Rodríguez Ramos. Si ya ponían en solfa los juristas que la violación se haya estado penando casi como el homicidio, sólo habrá que escucharles si se fijan 4 años de cárcel por un tocamiento. Porque sí, no son pocos los estudiosos del Derecho, como los jueces, fiscales y abogados que aprecian un exceso punitivo en nuestras leyes y acogerían su modulación. Pero no era de eso de lo que hablaba la ministra Irene Montero, como tampoco Victoria Rosell, cuando promocionaban la ley tachando de «machistas» a quienes advertían de «efectos indeseados».

Ahora, el problema no son las rebajas sino las cifras de rebajas que se proporcionan, pero el fondo siempre fue el mismo. «Que la gente entienda dónde estamos y no haya ese afán de más penas», añadía Asens. Para eso, habría que haberlo explicado.

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