Cuarto singuante
Abuelo Noel
Al llegar a las seis décadas prepárate. Enseguida te plantan un «sesentón» como adjetivo, y ya puestos a abrir tu ego en canal te echan encima un «sexagenario»
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Iniciar sesiónEl otro día ofrecían en la radio unas cápsulas milagrosas contra la fatiga y el cansancio. No son vitaminas ni las prescribe el médico, las anuncia un locutor mientras relata un partido y no tienen más evidencia científica que la del marketing. Eso sí: están ... indicadas para «treintañeros y sesentones».
Yo me quedé pensando en las terminaciones «-ñeros» y «-ones» y reflexioné sobre lo que significa que te califiquen así. Treintañero… La verdad es que rejuvenece, le da un barniz infantil a la edad, y si es tu caso y se da la casualidad de que escuchas el anuncio, verás que la emoción te embarga con una carga de vitalidad inigualable. «Soy un treintañero, recién salido de la adolescencia», te dirás.
De la misma manera, si frisas los sesenta y te llaman «sesentón», de pronto te empoderas y te vienes arriba: ¡Sesentón!… Suena a campeón, bravucón, peleón, valentón. Y entonces vas y te plantas en la farmacia o dónde vendan esas pastillas para comprarlas y demostrarle al mundo que estás en la flor de la vida.
Digo esto porque no conozco ningún anuncio que hable de «treintones» o «sesentañeros». Los sufijos carecen de la propiedad conmutativa y tampoco tienen la liviandad suficiente como para andar haciendo intercambios. Por eso, si eres relativamente joven, tranquilo, tu edad se verá adornada con palabras amables del estilo: quinceañero/a, veinteañero/a o treintañero/a, pero hacia el meridiano de la vida la cosa cambia; tu existencia se complica y entras en una zona gris donde ni la gramática quiere meterse. Por eso, si andas en los cuarenta o los cincuenta déjalo ir, disfruta y carpe diem.
Ahora bien, al llegar a las seis décadas prepárate. Enseguida te plantan un «sesentón» como adjetivo, y ya puestos a abrir tu ego en canal te echan encima un «sexagenario», término que ya sugiera una próxima la ancianidad, para terminar de rematarlo.
Pero tú no te preocupes. Fíjate en el señor de las barbas blancas, tan de moda en estos días, al que llamamos «Papá Noel» en lugar de «Abuelo Noel» debido a que la publicidad apela siempre a edades más tempranas por cuestiones de consumo. Ya puestos, podríamos importar su acepción americana: Santa Claus, que no tiene género ni edad y además conserva el secreto de la chispa de la vida. Es solo una idea.
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