Galicia
«Papá, ¿Madrid es otro planeta?»
Núñez Feijóo renunció esta semana a la Presidencia de la Xunta en la recta final de su despedida de Galicia para centrarse en el PP. Es un largo adiós, triste y difícil, a la par que ilusionante, para él y su equipo
Alberto Núñez Feijóo, el pasado viernes en la capital gallega
La pregunta descolocó a Núñez Feijóo . Se la hizo su hijo Alberto, de cinco años, hace unos días. No supo muy bien qué responder. Algo en la inocencia del pequeño sintetiza el futuro inminente del ya presidente de la Xunta en funciones: el ... aterrizaje en la capital, fuera de su zona de confort galaica , la de sus cuatro mayorías absolutas y el liderazgo incuestionable. En Galicia todavía está de salida, un largo adiós que le está haciendo recordar una frase que le dijeron en una ocasión: «Si usted cree que las despedidas son agradables, pruebe a despedirse».
El contador se puso en marcha el ya lejano miércoles 2 de marzo. Entonces, Alberto Núñez Feijóo anunciaba su aspiración a presidir el PP nacional y comenzaba a dejar atrás la Galicia que le otorgó todo su capital político, que empeñaría en el rescate de su partido tras el incendio provocado por la guerra entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso. Este viernes renunció formalmente a la Presidencia de la Xunta , que ostenta por el momento en funciones hasta que se elija a su sucesor en un debate para el que todavía faltan por lo menos diez días. Un adiós por capítulos que está sirviendo a Feijóo para transitar por distintos estados de ánimo, una marcha obligada por lo que exige liderar la oposición en España a tiempo completo pero que por momentos transmite amargura, nostalgia preventiva .
Su entorno reconoce que, hasta el viernes, lo había llevado con entereza. En su renuncia, rodeado de su gobierno, se quebró emocionado tres veces al recordar a sus colaboradores , entre ellos Valeriano Martínez, su amigo y conselleiro de Hacienda, que falleció en su despacho hace unos meses mientras acababa de limar el presupuesto. «Lleva días emocionado, nervioso», revelan sus más próximos. Demasiado ha aguantado, defienden. «Suele decir que Galicia es su familia, y a ella le ha dedicado los últimos 16 años» . Tuvo que decidir aparcarlo todo en la semana negra que achicharró al PP, reclamado por la unanimidad del partido. «Es un siniestro emocional muy potente» , le ha reconocido a sus colaboradores, muchos —casi todos— de los cuales le seguirán a Madrid con lealtad ciega, a pesar de tener «entornos familiares arraigados en Galicia» .
Nadie quiere abandonar a Feijóo en el movimiento más arriesgado de su carrera. «Cuando una persona de 60 años que tiene el prestigio garantizado, la vida solucionada y hace mucho tiempo que podía tener uno o dos dígitos más en su cuenta corriente si se fuera a la privada está dispuesto a trasladar a su familia, dejar la comodidad y recoger al PP para llevarlo a las generales ; cuando alguien así está dispuesto a exponer ese sacrificio personal por una causa, a las personas que lo hemos acompañado poco nos ha tenido que decir».
Su pareja, Eva Cárdenas «le ha ayudado muchísimo» . No le puso ninguna condición y se mostró dispuesta a acompañarlo en el viaje al planeta Madrid. La exdirectiva de Inditex ya vivió y trabajó una década en la capital. Es un escenario conocido. Por lo pronto, parece que han puesto los ojos en una casa en la Colonia El Viso , una zona acomodada y muy céntrica de la ciudad. Al pequeño Alberto lo convencieron con una jugosa oferta: en su nuevo colegio hay muchas pistas para jugar al fútbol, su pasión.
Adiós con relato
En la calle Feijóo ha encontrado división de opiniones, una especie de contradicción de sentimientos. Hay quien le afea su marcha, «porque no debería dejar Galicia»; pero «otros lo entienden, porque creen que no es irse, sino cambiar de lugar para seguir preocupado» por su tierra , resumen quienes le suelen acompañar en el día a día. «Y hay más de los segundos que de los primeros», aseguran. Incluso se ha visto sorprendido por gente a la que conocía de un hola y adiós, y que ha querido desearle suerte con un apretón de manos. En Madrid, su círculo está sorprendido «de la expectativa que ha sido capaz de generar en unas pocas semanas».
Al aterrizaje completo en Génova todavía le quedan unos días. Desde el anuncio de su marcha ha intentado no descuidar la agenda institucional de la Xunta. Había actos ya previstos, pero muchas empresas «han pedido con más intensidad que otras veces que acuda; y ha habido lista de espera» . Han querido hacer anuncios de futuro antes de que se fuera, como la instalación en Lugo de una fábrica de fibras textiles o un gran proyecto de metanol verde en la ría de Ferrol. También los ha hecho él, presentando las obras de reforma de dos hospitales, que ya estaban proyectadas. «No se ha improvisado nada, todo estaba previsto», insisten los suyos. Le ha permitido enarbolar la bandera de que deja Galicia con los siete grandes hospitales renovados o en proceso. Con Feijóo hay pocas cosas fruto de la casualidad.
El viernes, antes de presentar su renuncia, se reunió con su grupo parlamentario. Les reconoció que ha gozado de una autonomía inédita en el PP gallego, sin contrapeso alguno. Les agradeció su generosidad y les pidió que respeten la nueva impronta y el estilo que traerá el próximo presidente, Alfonso Rueda. El partido se mueve entre la expectación y las lógicas dudas . Aún no ha interiorizado la ausencia y probablemente no lo haga hasta que pasen unos días y empiece a funcionar el nuevo gobierno, ya con otro rostro al frente.
Feijóo está en funciones pero mantendrá agenda. No puede adoptar decisiones ejecutivas pero sí de representación institucional. Por lo pronto ya ha hecho la mudanza de la residencia oficial de Monte Pío, donde apenas quedan algunas camisas y un par de trajes, por si acaso. Desde que empezó con Eva Cárdenas apenas la utilizaba. Iba y venía a diario desde La Coruña. Su despacho oficial tendrá que esperar. Vaciarlo ya sería como hacerle lo propio a la Xunta, y todavía falta designar formalmente al sucesor . Allí le esperan fotos y recuerdos de tres lustros dedicados a la política gallega, que están a punto de acabarse. Y ahí, probablemente, sentirá que su etapa en Galicia se cierra del todo.
Mientras tanto, el planeta Madrid aún habrá de esperar unos días.