Annus horribilis

El reparto sobre las tablas ya anuncia catástrofe. En manos de una gestora cuestionada y torpedeada por todos, simple recurso de atrezo para los dos acróbatas principales de la obra. Uno, José Ramón Gómez Besteiro, escondido a la sombra del edificio de los juzgados de Lugo, soñando aún con regresar a la primera línea y moviendo sus desgastadas tropas. Y el otro, Abel Caballero, decidido a ser el Paco Vázquez del socialismo gallego del siglo XXI, dando orden a sus marionetas para situar a un propio en la rúa do Pino. El vodevil se completa con personajes secundarios con poca sustancia. Formosos, Daríos y Laras con parlamentos intrascendentes y Pachis y Sestayos con sus habituales papeles bufonescos. El resultado de la función es un despropósito absurdo.

Más de nueve meses sin secretario general y sin perspectiva de tener uno a corto plazo. Con un grupo parlamentario anémico que va dando tumbos. Con la gestora federal demasiado ocupada en impulsar la candidatura de Susana Díaz y frenar a Pedro Sánchez como para poner orden en Galicia. Y sin nadie tampoco aquí con autoridad suficiente para alzar la voz, reclamar cordura y taponar la hemorragia. La composición de la escena resulta surrealista.

El PSdeG cierra un annus horribilis con el presagio de que las cosas, por difícil que lo parezca, aún les pueden ir mucho peor. Sin capacidad de reacción tras la debacle de las autonómicas y sin fecha para un congreso que sirviese de catarsis, avanzan a toda máquina por una senda de autodestrucción, enredados en intrigas estériles y camino del naufragio definitivo en los próximos comicios locales. De sainete en sainete, representando una coreografía tan extravagante que parece extraída del delirio etílico de algún guionista de «The walking dead». Perdidos en su propio laberinto en busca de una nueva figura que emerja con discurso propio, tome las riendas y ponga orden en el caos. Un autor capaz de escribir la historia de la reconstrucción del socialismo gallego.