Feijóo se ancla al centro y tiende la mano a un PSOE sin Sánchez: «Me presento para ser la alternativa serena que reclama la mayoría de los españoles»
Génova apuesta por una apelación a un voto útil para un cambio «sereno» y cifra ya en 900.000 los votos socialistas que engrosan su casillero.
Feijóo establecerá la prisión permanente para asesinos que oculten el cadáver
la necesidad de recurrir a Vox para cerrar los pactos municipales y autonómicos que han seguido a las elecciones del 28M no ha cambiado el guion con el que Alberto Núñez Feijóo quiere presentarse a los españoles. La estrategia electoral es nítida: reforzar la ... idea de centralidad y de proyecto con capacidad de aglutinar a perfiles muy distintos. El PP presentó este martes su programa electoral en el Palacio de Linares. Con una puesta en escena y un tono marcadamente institucional, Feijóo desbrozó alguna de las ideas fuerza de su proyecto. Haciendo mucha incidencia en que el cambio que propone no es solo una cuestión ideológica o programática. Sino un elemento formal. Hay en Feijóo un fuerte anhelo por despojar a la política de la espectacularidad que la condiciona desde 2014.
Su discurso fue una apelación constante al entendimiento y a los grandes acuerdos. Apelando a un tiempo que ya nadie recuerda. En esa estrategia la presencia de Vox es un escollo. Génova se resiste a la idea de una asociación con Santiago Abascal, por mucho que la realidad de los pactos esté poniendo al PP ante el espejo que el incremento de su poder institucional depende de Vox. Pero Feijóo trata de convencer al electorado de que su proyecto no es esa alianza. O que al menos no se resigna a ella.
En su discurso de este lunes el presidente del Partido Popular no mencionó en ningún momento a Vox. Y sí hizo numerosas apelaciones al PSOE. O más bien a lo que fue o debería ser el PSOE. «Si gano las elecciones llamaré al líder del PSOE para que me deje gobernar y si no lo hace llamaré a sus barones para que le convenzan. Le quedan algunos sensatos, aunque le quedan pocos», aseguró Feijóo en un discurso que no eludió el choque con lo que representa Pedro Sánchez.
Pero fue constante la idea de que el cambio de Gobierno es inevitable y que ello conllevará un relevo en el PSOE que facilitaría las posibilidades de acuerdo entre los dos grandes partidos: «A quien lidere el socialismo tras la caída del sanchismo le pediré que me ayude a quitar poder a Bildu y al independentismo como he hecho en algunos ayuntamientos y diputaciones tras las últimas elecciones a cambio de nada», planteó Feijóo.
Lo más novedoso del discurso de Feijóo tuvo que ver con la idea de que su impugnación del actual Gobierno será medida, negociada y sin apriorismos. «El hombre del cambio tranquilo», lo presentó Cuca Gamarra, secretaria general del PP y responsable del documento que ayer se presentó. Feijóo explicó que «derogar el sanchismo implica derogar leyes y medidas equivocadas, que no han sido pocas», pero dejó claro cuál será su talante al respecto: «No quiero gobernar para practicar revanchas de ningún tipo. Me presento para ganar a Sánchez. Contundentemente, pero no para vengarme». Feijóo consideró necesario explayarse en estas consideraciones ante la «sorpresa», dijo, que «a algunos les ha provocado» la decisión de «no derogar la reforma laboral en vigor».
El planteamiento que hace el PP es que hay que acometer los ajustes que se acuerden con los agentes sociales y económicos. «Seremos un Gobierno justo, no uno revanchista. Seremos un Gobierno sereno, no uno vengativo. Es que el cambio también es esto», planteó. «Pero no quiero ganar para anular completamente a nadie. Las 'vendettas', el sectarismo y los egos pretendo que se vayan también con el actual presidente y el actual Gobierno. No he llegado hasta aquí para ir contra nadie. Solo quiero jugar a favor de mi país. Quiero ser el presidente de todos los españoles».
Atractivo en el carril central
El PP tiene detectado que las fugas de votantes del PSOE hacia la candidatura de Feijóo son el único movimiento de voto entre bloques relevante en estos momentos. Los populares aseguran que han llegado en los últimos días a tener testado un flujo de exvotantes socialistas hacia sus filas de cerca de los 900.000 electores. Otros sondeos consolidan esa transferencia por encima del medio millón. Desde que Feijóo es presidente del PP esa ha sido sustancialmente la batalla más determinante de la política española: el intento del PSOE por erosionar la figura del líder gallego, que cuando aterrizó en Madrid lo hizo con una imagen que entre buena parte del electorado socialista no se entendía como hostil.
El PP quiere insistir en esa imagen y enfrentar la campaña del PSOE, que aprieta en la dirección contraria: «No represento al PP que quieren otros. No personifico al dóberman que algunos pretenden hacer ver. Me presento para ser la alternativa serena que están esperando y que reclama la mayoría de los españoles. La alternativa a la política de bloques que nos ha dividido. La alternativa para volver a reunir a los españoles en grandes pactos de Estado. Eso es lo que quiero ser. A eso he venido».
Ya con Ciudadanos fuera de juego, y con buena parte de su electorado engrosando el casillero de los populares, Feijóo trata de estirar la base electoral del PP. Ocupar la franja central del electorado. No tanto como espacio ideológico sino posicional. Que la centralidad de la campaña responda a una sola pregunta: ¿Con cuánto nivel de apoyo quieres que sea Feijóo presidente? Que es lo mismo que percutir de forma constante con la idea de que no hay posibilidad de que no lo sea.
En ese espacio electoral la idea del pacto es potente y competitiva en términos electorales. Y es terreno sin competencia porque el PSOE no está planteando una estrategia que contemple el entendimiento a futuro con los populares: «Intentaré pactos de Estado con otros partidos y con los agentes sociales y económicos porque es la única forma de que España recupere su unidad dañada». La idea es atraer bajo su candidatura a personas muy distintas pero que entiendan que el cambio es necesario: «No pretendo ni el cien por cien de apoyos ni que aquellos que me respalden me den la razón en todo. Pero estoy convencido de que puedo lograr poner de acuerdo a una gran mayoría de españoles que convergemos en grandes prioridades y objetivos».
Fue un discurso más institucional y alejado del furor de la campaña electoral. Con más sosiego y sobriedad. Pero con el que quiso reforzar la idea de un PP anclado al centro. Unos electores a los que ofreció hacer ley su plan de calidad institucional, «un nuevo impulso» al Estado del Bienestar, un plan de alivio fiscal para la clase media o la promesa de «reformas encaminadas a mejorar la productividad y la competitividad de nuestro país». Feijóo defendió la «trayectoria» y «ambición reformista» de su partido para demandar un voto con tintes excepcionales. Una oportunidad: «No pido un cheque en blanco, sino un contrato con los españoles para gestionar el cambio que les pertenece».