los afganos que ayudaron a españa

Del «no dejaremos a nadie atrás» al «ahí te quedas»

Afganos que llegaron a nuestro país para huir de los talibanes acusan al Gobierno de haberlos abandonado

Sin trabajo, buena parte sin conocer el idioma y sin futuro, sobreviven con ayudas mínimas que ahora se acaban

Ahmad y su familia en Huesca, donde llevan año y medio verónica lacasa

«No dejaremos a nadie atrás»... Con esa rotundidad se pronunciaba el Gobierno de Pedro Sánchez en agosto de 2021, cuando trajo a España al primer contingente de afganos que había trabajado para las tropas españolas y la Agencia Española de Cooperación Internacional (Aecid) ... y a sus familias. Las fotos se sucedieron entonces, con el Ejecutivo sacando pecho de su labor humanitaria.

Pero la realidad hoy es muy distinta para esas personas. Muchas se sienten abandonadas, al albur de unas exiguas ayudas económicas que ya comienzan a acabarse y, en el mejor de los casos, con una perspectiva de una prórroga de tres meses. Buena parte de ellos, sin trabajo y con pocas posibilidades de acceder a uno, se ve sin futuro. Sienten que el Ejecutivo ha pasado de ese propagandístico «no dejaremos a nadie atrás» a un «ahí te quedas», doloroso e inquietante.

En total, a España han llegado 3.900 personas, entre intérpretes que trabajaron para las Fuerzas Armadas, colaboradores de la Aecid en Herat y Badghis, y sus familias. La base militar de Torrejón de Ardoz en Madrid se convirtió, en palabras de un orgulloso presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el «hub europeo» para la acogida de los afganos que escaparon del terror talibán.

Fakradin

Castellón de la Plana

«Tengo dos niños y vivimos con 290 euros al mes. Solo quiero trabajar para sacar adelante a mi familia»

Sin embargo, un año y medio después estas familias se sienten abandonadas. Durante todo este tiempo, algunas como la de Fakradin, Ahmad, Momin o Shahqadam han comprobado en primera persona las limitaciones del sistema de acogida en España. En su momento fueron una buena publicidad para el Gobierno; ahora, casi 18 meses después, se han vuelto invisibles para ese mismo Ejecutivo.

De los casi 4.000 afganos que llegaron a nuestro país, cerca de 2.200 entraron en la red de acogida estatal. El programa del Gobierno español tiene varias fases, con una duración máxima de 18 meses, ampliables a 24 solo para los casos más vulnerables. Los que llegaron en los primeros vuelos en el mes de agosto de 2021, por tanto, cumplen estos días ese año y medio previsto, lo que les supone quedarse fuera de esa red de protección. Casi ninguno ha conseguido un trabajo, sus familias aún están aprendiendo castellano y el dinero que les da el Estado apenas es suficiente para cubrir las necesidades básicas.

Vivir con 290 euros

Fakradin vive en Lérida. Con él están sus dos hijos, de 13 y 15 años, su padre, su hermano pequeño y su mujer. Entre los seis tienen que vivir con una ayuda de 290 euros. «Lo único que quiero es poder trabajar para sacar adelante a mi familia», cuenta a ABC en un castellano casi perfecto.

Trabajó con nuestras Fuerzas Armadas como intérprete en la provincia de Badghis, donde estaban desplegadas las tropas. Fue hablando con los militares desplegados allí con quienes aprendió español. Tras el regreso del fundamentalismo talibán a su país, tuvo que huir de su casa con su familia y unas pocas pertenencias. «Iban a por nosotros. Tenía que salir para darle un futuro a mis hijos».

El 22 de agosto llegaron a la base de Torrejón de Ardoz; de ahí, tras dos días en el campamento, fueron llevados a Alicante. Después de varios meses con la Cruz Roja, volvieron a ser trasladados, esta vez a Barcelona, y después los enviaron a Lérida. «No es fácil estar todo el rato cambiando de lugar», explica a ABC. «Los niños tienen que ir al colegio. Ellos sufren por los cambios, aunque también porque no solo tienen que aprender castellano, también catalán y todo se complica más».

La situación es límite para ellos. Igual que la de Shahqadam y su familia. Desde Huesca, este afgano de 21 años atiende por teléfono a ABC. La desesperación se nota en su tono de voz y se explica en un perfecto castellano. «Soy el mayor de los hermanos y tengo que ayudar a mis padres a sacarlos adelante», dice este joven a ABC. Aprendió nuestro idioma gracias a su padre, que fue quien trabajó con las tropas en Badghis. Llegados desde Madrid directamente a Monflorite, un pueblo de Huesca, ha aprovechado para sacarse un curso de fontanería y otro de restauración. Pero ni en ese pueblo ni en Huesca capital encuentra trabajo.

Ahmad

Huesca

«Di mi vida durante 17 años por España en Afganistán. Ahora me siento abandonado»

Momin

Alemania

«Vine a Alemania a buscar trabajo y una mejor vida para mis hijos. En España no podíamos seguir»

«Ahora recibimos una ayuda de 645 euros para el alquiler de un piso, pero el 23 se nos ha acabado la ayuda y no sé lo que vamos a hacer», cuenta. Cuando la fecha límite se acercaba y se veía sin ninguna ayuda económica, la Administración les aprobó la prórroga de la ayuda tres meses más. «Pedimos la de seis, pero solo nos han aceptado tres, no sabemos por qué. Veremos qué pasa después».

«Solo quiero trabajar»

 También en Huesca está Ahmad. Fue traductor durante 17 años para las tropas españolas y en la Embajada de nuestro país en Kabul. «Estuve media vida trabajando para España. Mis compañeros y yo estamos agradecidos por la evacuación, nos salvaron la vida, pero ahora, ¿dónde está el Gobierno?», se pregunta. Con dos hijas y su mujer viven con una ayuda de 620 euros para manutención, gastos diarios, facturas de luz, gas y agua. El alquiler del piso donde viven va aparte. Podrán vivir así durante tres meses más, después de habérseles ampliado la ayuda hasta mayo. Pero después...incertidumbre. «Solo quiero trabajar», repite durante la llamada telefónica.

Shahqadam

Huesca

«Pedimos una prórroga de seis meses de la ayuda, pero solo dan tres meses más»

Otros como Momin, también intérprete, decidió irse a Alemania con sus dos hijos, su hermano pequeño y su mujer. «Llegamos a España felices, pero se volvió complicado y aquí tenía muchos amigos», cuenta por Whatsapp. «Ya estamos con los trámites del asilo y recibimos mayor apoyo que en vuestro país», continúa.

No obstante, todos tienen una palabra de agradecimiento para España por haberlos sacado del infierno. Pero ahora se sienten solos, abandonados y sin perspectivas de futuro.

Pendientes del asilo

Algunos se plantean seguir el ejemplo de Momin e irse a Alemania. «Dicen que hay trabajo», repite Fakradin. Además, en ese país la comunidad afgana es mucho mayor. Fakradin ya lo intentó una vez. Viajó con su familia hasta el país germano, donde estuvo ocho meses en un centro de acogida en Hannover.

Sin embargo, tuvieron que volver porque para obtener los documentos para el asilo tenían que estar en España, según la normativa europea que regula ese derecho en el Convenio de Dublín. En ella se prevé que la solicitud de asilo se tramite en el primer país de llegada; por eso Fakradin tuvo que volver.

Los afganos que llegaron en los primeros vuelos en el mes de agosto de 2021 ahora están en una situación de nerviosismo y cierto desamparo. A finales de este mes, la ayuda que reciben se les acaba, al cumplirse los 18 meses desde que entraron en el programa de acogida. Todos ya han pedido la prórroga de seis meses más para que, mientras, puedan encontrar un trabajo. Sin embargo, según ha podido saber este periódico a través de los testimonios, esta ayuda solo ha sido prorrogada durante tres meses más.

Además, los recursos económicos con los que cuentan son muy limitados. La mayoría gastó todos sus ahorros en escapar de Afganistán. No era fácil, ya que casi todas las personas que colaboraron con las fuerzas o agencias de cooperación españolas se repartían entre Badghis y Herat, ambas provincias alejadas de la capital afgana. Y no solo eso. Los afganos que trabajaron como traductores tienen cierta ventaja al conocer el idioma, pero los que no hablaban español se han encontrado con otra piedra en el camino: «Las clases de castellano son escasas e insuficientes», se quejan.

«Muchos de ellos están en una situación muy complicada. Sin casa, sin trabajo», señala Ignacio Álvaro, coordinador de la Aecid en Badghis, que mantiene el contacto con gran parte de los colaboradores afganos de la agencia que han llegado a España. «El sistema de acogida es garantista, pero poco efectivo», apunta. Uno de los principales problemas que se han producido ha sido la dispersión por todo el territorio español de estas personas. «Lo bueno de esto es que impide la creación de guetos, pero, por contra, hay familias que están alejadas y aisladas de sus compatriotas», explica Álvaro.

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