El incendio en Vall d'Ebo también afecta a los animales: «Tuve que ir cuatro veces para salvar mis colmenas del fuego»

Y se resignó a dejar otras colmenas a su suerte: «Mi vida vale más». Aún incrédulo porque el fuego iniciado el pasado sábado en Vall d'Ebo por un rayo haya llegado hasta su pueblo («nunca sufrimos un incendio así, de noche todos los vecinos salimos a verlo»), este profesional teme también por unos bancales con cerezos de sus padres, rodeados por las llamas cercanas. Su futuro depende de la dirección del viento, porque ha ardido ya vegetación a ambos lados de estos terrenos de cultivo junto a la sierra.

Al menos, Francisco sigue en casa, porque hay un millar largo de desalojados en una decena de municipios, aunque podrán volver a sus viviendas de forma escalonada en las próximas horas. Los animales han representado una preocupación especial en algunos casos, aunque se hable menos de este problema. «La gente ha cogido su perro o su gatito, con las mascotas era fácil, per otros tenían ganado y les ha costado trasladarlo», relató Reme Maneus, responsable del albergue de Pego gestionado por Cruz Roja, donde atienden a desplazados de sus hogares.

En este espacio habilitado de forma excepcional para esta emergencia, como otro en Muro de Alcoy, hay personas que duermen y permanecen las 24 horas y otras que solo vienen a las comidas y las cenas.

En el caso de Pego, tenían este miércoles 130 usuarios y 15 pernoctando. «Lo que se respira está entre la pena, el nerviosísimo y la incertidumbre, porque no saben que van a encontrar cuando vuelvan, ya que salieron de sus casas de madrugada en muchos casos, están padeciendo por lo que se queda allí arriba», describe la portavoz de Cruz Roja en esta misión.

Pasan las horas pendientes de las diferentes reuniones que se celebran a lo largo del día en la coordinación contra el incendio, aunque la mayor parte del tiempo sin «noticias», hasta que este miércoles por la tarde, por fin, empezó a llover con granizo, se retiraron momentáneamente los medios aéreos y el pronóstico era de estabilizar el fuego, aún sin su extinción total.

El clima de inquietud ha ido a más porque cuando dejaron sus hogares pensaban que iban a tardar menos tiempo en regresar. «Por ejemplo, se nota en la vestimenta, no traían casi ropa, hay muchos mayores, se les acabaron las medicinas...», detalla.

«Pero hay mucha solidaridad en el pueblo, la gente se acerca para ver en qué puede ayudar, también los bares, farmacias, no es igual que estar en su casa, por supuesto, pero tienen todo lo necesario», subraya Maneus.

Como ejemplos de este esfuerzo colectivo desinteresado, señala que se organizan «varios cáterings y les proporcionan la comida, restaurantes y particulares también, panaderías traen pan y cocas recién hechas para desayunar y los ayuntamientos está pendientes de que no falte de nada«.