También se muere en el día de Reyes
ANTONIO SANTAINÉS CIRÉSBARCELONA. Hace unos días les conté a ustedes de un famoso torero catalán nacido en nuestra ciudad el día de Reyes. Una bonita efemérides, nacer en día tan colmado de sorpresas
ANTONIO SANTAINÉS CIRÉS
BARCELONA. Hace unos días les conté a ustedes de un famoso torero catalán nacido en nuestra ciudad el día de Reyes. Una bonita efemérides, nacer en día tan colmado de sorpresas y maravillosos deseos. Pero los toreros también mueren, fatalmente, el día ... de Reyes. Y en esta rutilante madrugada del día 6 de enero de 1980, cuando los niños sueñan fantásticas ilusiones, moría Nicanor Villalta en Madrid. Morirse esta fascinante madrugada entristece profundamente. Villalta fue un torero singular, de rasgos inconfundibles. Estirado, cuellilargo y zancudo, su figura tallada en roble. Áspero, sin pulir, gesto rudo y alma de niño. Me consuela pensar que los ángeles toreros en el cielo lo acogieron y le llevaron en un bello despertar por las sendas celestiales.
A Villalta no se le pudo comparar con ningún torero, su arte personalísimo no admitía comparación posible. Pasó a la historia como un torero de una muy definida y firme personalidad. Con sus inconfundibles «parones» se enrollaba los toros a su cuerpo y la crónica general del toreo le admitió como uno de los más grandes estoqueadores.
El «vuelapiés»
Es preceptivo atribuir a Joaquín Rodríguez «Costillares» la reforma más importante y esencial registrada en el arte de torear, la creación del «vuelapiés», que así hubo de llamarlo el propio «Costillares». Hasta entonces los toros se mataban recibiendo. Fue útil, pues, tal innovación que permitía la muerte a los toros quedados y reservones.
«Costillares» encontraba tan racional la invención que al elogiarle tan feliz ocurrencia decía modestamente: «No he inventado "ná". El "vuelapiés" lo han inventado los toros. Me pedían esa muerte y se la he "dao"».
Lo cierto es que si la invención de tal suerte en vez de producirse en la segunda mitad del siglo XVIII tiene lugar en la época que comprende los años 1922-1943, fácil que durante las ausencias de Costillares y sus ratos de ocio, el bravo aragonés Nicanor Villalta hubiese cubierto tales ausencias sin diferencia apreciable. ¡Qué bella muerte la de los toros estoqueados por Nicanor Villalta!
Muñoz Seca versificó graciosamente las excelencias del gran estoqueador.
¡ Oro de ley ¡ ¡Fina plata ¡
No hay quien mate como él mata
Cuando da el estoconazo
mete el estoque y el brazo
y el hombro...hasta la corbata
A Nicanor Villalta lo vi torear después de la guerra civil, Ya era buen vino en vieja odre. Y tuve la ocasión de conocerle durante el lustro de 1960-1965, cuando Villalta vino, en viaje fugaz, para atender en directo el programa «Esta es su vida» de Federico Gallo.
Quisiera dedicarle alguna epopeya importante pero, «Vive Dios que me espanta esta grandeza y que diera un doblón por describilla». Veamos. La Oreja de Oro, creada por la Asociación de la Prensa de Madrid en 1923, le fue otorgada a Villalta este primer año por su labor el día 13 de julio. La disputó con Chicuelo, Valencia II y Nacional II. El público entusiasmado le concedió la oreja en la plaza, luego en la votación y la Asociación de la Prensa le hizo entrega de la de Oro, preciosa joya de la que hizo donación Nicanor Villalta a la Virgen del Pilar.
El 20 de febrero de 1927 actuando en la plaza El Toreo en México en la corrida de Covadonga con Chicuelo, Marcial Lalanda y José Ortiz realizó Villalta una colosal faena al toro Fogonero de Piedras Negras. Cortó las orejas y el rabo, dio varias vueltas al ruedo y ganó el trofeo en disputa, la Oreja de Oro.
Su hijo, Nicanor Luis me contó: «La primera Oreja de Oro y la de México las regaló al tesoro de la Virgen del Pilar. Luego las fundieron con otras joyas y son las estrellitas que tiene detrás del camarín la Virgen. Un día del año 56 dice mi padre: Vamos al camarín de la Virgen porque yo he regalado dos capotes de paseo y las dos Orejas de Oro. Hablamos no sé si fue con el deán o el secretario de la Basílica que nos dijo la realidad de lo que había ocurrido. Mi padre se mosqueó. Si yo lo llego a saber le pago lo que vale el oro de la Oreja y me la hubiese llevado a casa porque no solamente tiene el valor del oro sino que además tiene un valor histórico».
Más grande que París
De la actuación de Villalta el 15 de octubre de 1925 en Zaragoza la tarde que le brindó a Miguel Fleta la muerte del séptimo toro de Encinas escribe Don Indalecio: Triunfo clamoroso de Villalta. Moralmente Cretas es desde ayer más grande que París.
En el séptimo lo inenarrable para visto y no para contarlo. El público estaba asombrado del derroche de valor y arte. Volcándose estocada por las agujas. El ruedo se llenó de sombreros, americanas, bastones. Nuevamente orejas y rabo. Fleta se arrojó al ruedo y abrazó a Nicanor largo rato. El delirio. Un amigo me largó esta copla.
Se han unido en un abrazo
abrazo de corazón,
el tenor y el torerazo
que son honra de Aragón.
Villalta fue paseado a hombros por los mulilleros antes de que saliera el último toro y al terminar la corrida sacado a hombros por los «capitalistas» de la plaza.
Salgueiro le escrituró para la Feria de Abril de Sevilla, tres corridas para 1926. No rodaron bien las cosas las dos primeras tardes y el público lo tomó a risa. Bajo este ambiente salió a torear el día 20 de abril con Chicuelo y Valencia II, toros de Guadalest. En quinto lugar salió el toro «Sonajero» y brotó el éxito colosal. Las orejas y el homenaje de un público hostil hasta poco antes. Corrochano escribía: Una tarde salió un toro y se acabó la risa. Villalta se metió en el bolsillo la risa, el público gracioso y los toreros y se fue a su pueblo. Y en Sevilla no se habló más que de Villalta. No es casual aquella coplilla que decía:
Torero como Villalta
no lo tienen ni en Sevilla
que para matar los toros
no necesita puntilla.
Solo contra siete
La nota aguda y sangrienta se produjo en la corrida de Beneficencia celebrada en Madrid el 27 de abril de 1933. Ocho toros, seis de Bernardo Escudero y dos de Tovar para Nicanor Villalta, Manolo Bienvenida, Domingo Ortega y Maravilla. Corrida accidentada y gloria inmarchitable para el torero aragonés. A Manolo Bienvenida en un pase de muleta con las dos rodillas en tierra, el toro le hunde el pitón en el vientre. Cornada muy grave. No queda aquí la cosa. En un quite en el cuarto resulta cogido Ortega. La herida es profunda. Al iniciar la faena de muleta Maraville le alcanza el toro y le hiere. Villalta se ha quedado solo en el ruedo con una corrida nada fácil. Pocas veces se ha visto al público tan angustiado. Con su arrojo de los ocho toros, ¡mató siete!. Le duran poco. Corrochano comentaba en ABC: «Siempre hiere arriba y hondo. Como no coja hueso, puede decir lo que decía al perfilarse Mazzantini: "Las mulillas"».
El sexto toro, de Tovar, se llama Tabernero. Un picador cae al descubierto y cuando va a meterle la cabeza el toro llega el capote providencial de Villalta. Clava un buen par al cuarteo. La faena muy retorcida y muy suya. Media estocada en el hoyo de las agujas y el toro muere fulminantemente. No quedará un solo pañuelo en el bolsillo. Las dos orejas y el mayor éxito de su vida. Al toro se le dio la vuelta, detrás de Villalta. Se quedó solo matando toros. ¡Siete !. Salió en hombros.
Le recuerdo momentos difíciles de olvidar. Un airecillo callado me susurró al oído: ¡No sigas, maño! Los ángeles se llevaron su alma de niño por los caminos del cielo. Cierto. También los grandes toreros mueren el día de Reyes.
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