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José García Domínguez - Punto de fuga

Identidades que matan

Todo sería mucho más sencillo de entender, admitámoslo, si los asesinos de Ripoll no hubieran salido de Ripoll

Todo sería mucho más sencillo de entender, admitámoslo, si los asesinos de Ripoll no hubieran salido de Ripoll. Pero salieron de Ripoll, no de remotas planicies en Irak, perdidas cordilleras en Afganistán o humeantes campos de batalla en lo que aún quede a estas horas ... de lo que un día fuera Siria. Los feroces asesinos de La Rambla no incubaron su odio contra todos nosotros en otro continente, a miles y miles de kilómetros de la Plaza de Cataluña, sino a media docena de paradas de la ruta del autocar de línea de la compañía Alsina-Graells. Y esa dimensión estrictamente local y doméstica del horror, admitámoslo, complica las cosas. Y las complica porque ya no se puede hablar de choque de civilizaciones ni de ningún otro gran enunciado teórico por el estilo cuando la distancia física que media entre víctimas y verdugos se puede recorrer en un vulgar y prosaico autocar comarcal.

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