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Coronavirus

Relevo en las ONG: la pandemia rejuvenece la solidaridad con miles de «voluntarios del coronavirus»

Cruz Roja, Arrels, y los Bancos de Alimentos, grandes beneficiados de la ola de peticiones que llegan desde que empezó el estado de alarma

Jóvenes voluntarios en el almacen principal del Banco de Alimentos de Barcelona INÉS BAUCELLS

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El confinamiento, los expedientes temporales de regulación de empleo (ERTE) y la suspensión de las clases han despertado una revolución generacional en la mayoría de entidades sociales y ONG. ¿El motivo? Los voluntarios «senior», jubilados y prejubilados que dedican parte de su tiempo libre a acciones de solidaridad, son la población de mayor riesgo ante la pandemia de coronavirus , así que se están quedando en casa cumpliendo estrictamente con las restricciones de movimiento. En su lugar están llegando miles de solicitudes de personas jóvenes dispuestas a colaborar y llenar el hueco mientras dure la crisis sanitaria.

Entidades de todos los tamaños consultadas por ABC esta semana confirman un fenómeno que se replica tanto en Barcelona como en los pueblos. También en otras comunidades autónomas. Según los recuentos oficiales hay, solo en Cataluña, 200.000 universitarios y más de 600.000 trabajadores que no pueden cumplir con su rutina, laboral o formativa, por culpa del virus. Asimismo, según cifras facilitadas a este diario por Cruz Roja Cataluña (que con sus 17.000 voluntarios es una de las mayores entidades de la comunidad), en este primer mes de estado de alarma han recibido 3.000 peticiones de personas que quieren ser voluntarias, el cuádruple si se compara con un mes normal. «Es un aumento abismal» , apunta a ABC Iolanda Gargallo , responsable de voluntariado de la entidad.

En el almacén del Banco de Alimentos de la Zona Franca de Barcelona (corazón de esta entidad que el año pasado distribuyó 16.623 toneladas de comida) también se siente esta pulsión. Ya no están los voluntarios más mayores, abundantes y muy implicados, y en su lugar hay ya una nueva remesa de manos. A primera hora de la mañana el ir y venir de carretillas y palés de comida es incesante. Entre los nuevos colaboradores hay universitarios, extranjeros que cursaban másters y trabajadores que vieron como sus oficinas y negocios cerraban de la noche a la mañana por culpa del Covid-19 . La demanda de comida, aseguran, se ha disparado. «Tenemos una campaña activa online para reunir donativos y comprar comida con ellos, y cuando se pueda, diseñaremos una Gran Recogida como la que hacemos cada Navidad con todas las medidas de seguridad, pero ahora mismo no podemos arriesgar a los voluntarios y poniéndolos horas trabajando en un súper», avanza Belén Giménez , portavoz de una entidad que sirve alimentos a comedores sociales, parroquias y ONG de todos los tamaños, incluso a asociaciones de vecinos.

La demanda no para de crecer - Cáritas Barcelona ha visto como se triplican las demandas de ayuda -. Llum Delàs , presidenta de la Fundación Roure de Ciutat Vella, resalta que a pesar del cierre forzado de centros, talleres y comedores sociales, entidades como la suya tienen que seguir ayudando a sus beneficiarios. «Nos hemos reinventado, lo nuestro no se puede hacer por teletrabajo», advierte. Otras entidades más pequeñas, como la barcelonesa , centrada en ayudar a personas que no pueden cuidar a sus mascotas, también han recibido una oleada de peticiones. «Desde que empezó el confinamiento se han disparado los ofrecimientos, en pocos días llegaron más de 70, cuando en todo el año pasado apenas superaron los 100», explica Anna Faura , fundadora de una iniciativa que se encarga de pasear los perros a las personas ancianas o discapacitadas. El reto, explica, será retener estos nuevos «voluntarios del coronavirus» cuando la crisis sanitaria pase.

Voluntarios de Arrels Fundació organizados en equipos de calle recorren Barcelona desde hace días ARRELS FUNDACIÓ

En este sentido, desde el sector social recuerdan que las recesiones económicas acostumbran a ir acompañadas de un florecimiento del activismo social, en parte por el paro, en parte por la voluntad de muchos de arrimar el hombro en favor de la comunidad. El panorama actual no difiere mucho del de 2008, certifican. «Se está ofreciendo mucha gente para hacer voluntariado, algunos en la primera línea de intervención y otros en el seguimiento a distancia, con llamadas, por ejemplo. La mayoría quiere estar en la emergencia, en la trinchera, pero también hacen falta manos en campos como la administración», explica el presidente de la Federación Catalana de Voluntariado Social, Jordi Balot . Según los cálculos de esta entidad, el 82 % de las organizaciones sociales siguen activas durante la pandemia. Otro de los retos, afirma Balot en conversación con este diario, es formalizar las acciones solidarias surgidas entre vecinos. Para ello, su entidad ofrece «permisos» que justifiquen la estancia en la calle ante las autoridades y la posibilidad de acceder a un seguro gratuito.

Cuando pase el coronavirus

Los grupos que están sintiendo con mayor dureza la pandemia son los ancianos y las personas sin hogar. Dos entidades referentes en estos campos, Arrels y Amigos de los Mayores , se han activado rápidamente para dar respuesta a nuevas situaciones, y no les han faltado manos. «Tenemos mucha mucha demanda. Pero pedimos gente joven, como máximo 60 años, porque Arrels trabaja con las personas en la calle, y tenemos que evitar contagiarles», explica a ABC Paola Contreras , coordinadora en una entidad puntal en la vida de cientos de «sin techo».

Por su parte, el director de Amigos de la Gente Mayor, Albert Quiles , reivindica el esfuerzo hecho entre los voluntarios que lidera para seguir acompañando a cientos de ancianos. «Vemos una ola de solidaridad ante un fenómeno que hace años que denunciamos: la soledad y el abandono de los mayores. Esta crisis ha hecho emerger el debate», apunta a ABC en plena crisis por las muertes masivas en las residencias. ¿Un deseo? Que esta explosión de solidaridad no quede sepultada por el entusiasmo del fin del confinamiento. Quienes sufren seguirán necesitando una mano amiga cuando acabe esta pesadilla.

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