Artes & Letras
José Jiménez Lozano: la íntima razón
LIBROS
La Fundación Jorge Guillén inicia la publicación de las obras completas del escritor abulense con dos volúmenes de sus diarios
Valladolid reconoce con su Medalla de Oro a título póstumo al «insigne escritor» José Jiménez Lozano
Jiménez Lozano, en su estudio de Alcazarén
Tras los avisos apocalípticos que predijeron la muerte del libro -que inevitablemente se diluiría en la fragmentación de internet, cuyo caos radical significaba el fin del canon-, parece que la edición de los clásicos continúa siendo la labor principal y más alta de los hombres ... de letras. Las editoriales fuertes siguen colocando en las librerías obras completas de los autores de ayer y de hoy, mientras que las pequeñas se esfuerzan por ofrecer íntegro el catálogo de escritores olvidados o poco traducidos. Es como si se tratara de asegurar el orden de la biblioteca universal frente al fraude del aleph prometido que iba a ser la nube: que un lector pueda ir a una librería y encontrar, si quiere, toda la obra de Jiménez Lozano, por ejemplo, a quien Gabriel Albiac llama «el último clásico de la lengua castellana».
La Fundación Jorge Guillén, fiel a esta tarea de recopilación, fijación y divulgación de los textos de autores contemporáneos -como viene demostrando con sus ediciones de las obras completas de Rosa Chacel, Francisco Pino, Antonio Carvajal y tantos otros-, inicia ahora la publicación de las obras, precisamente, de José Jiménez Lozano. El legado literario del escritor abulense se encuentra depositado en el archivo de la Fundación, de forma que además de ofrecer el texto definitivo para cualquier lector que quiera acercarse a su obra, éste se ve enriquecido con un fondo documental que está a disposición de investigadores de todo el mundo. Los dos primeros tomos, que acaban de ver la luz, corresponden a los diarios de Jiménez Lozano: una serie de libros publicados entre 1986 y 2020 -el último de ellos se cierra tan sólo dos meses antes de su muerte- en los que, como explica la nota editorial que abre el primer tomo, «anotaba sus reflexiones diarias, argumento vital y testimonio de una escritura vivida desde los adentros, esenciales para situar y comprender la amplitud de una obra que se extiende a lo largo de más de cincuenta años».
En estos diarios, no sólo se puede rastrear el origen de la escritura de su autor, como si se visitara el taller del artesano, sino que se pueden descubrir, por un lado, las afinidades artísticas y literarias de Jiménez Lozano y, por otro, las reflexiones de un pensador -curtido en las vicisitudes del periodismo de la vieja escuela- sobre el tiempo que le tocaba vivir. Respecto a las afinidades, el diálogo con los que él llama sus «amigos», se le abren al lector numerosísimas puertas a la pintura y a la literatura universales, que Jiménez Lozano descubre con la admiración del humanista al que no le basta la superficie de las cosas, sino que sabe mirar hacia el detalle esencial, el significado cierto, la valoración justa del hecho artístico.
Y en cuanto a las reflexiones sobre la actualidad, como dice Gabriel Albiac en el prólogo a estos dos tomos: «Jiménez Lozano habla, a lo largo de estos nueve cuadernos, en voz muy baja, casi en un susurro. Habla de la realidad. Esa que el estruendo de televisores, periódicos, radios, imbecilidades múltiples, nos ha vuelto inaccesible». Ahí es donde un escritor se juega el apelativo de «clásico», como recordaba Italo Calvino en su famoso libro sobre el tema: «Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo».
Desde 'Los tres cuadernos rojos', de 1986, hasta 'Evocaciones y presencias', de 2020, estos dos tomos desgranan una escritura clara y penetrante, cargada de esa serenidad inteligente que distingue a los clásicos. Una lucidez que, frente a los acontecimientos del cambio de milenio, toma partido siempre por los desfavorecidos, en todos los sentidos del término: los olvidados, los humillados, los desposeídos. Siempre frente a los poderosos y los guardianes de la gran Historia, Jiménez Lozano representa el ascetismo del pequeño relato, el lenguaje vivo de la gente que realmente protagoniza los cambios sociales y el devenir íntimo de una cultura.
Desde ese humanismo radical, estos cuadernos de notas facilitan al lector las claves para comprender la historia -y la historia del arte y de la literatura- con un poco más de sutileza y discernimiento. Se cumple de esa manera el viejo precepto que asegura que los clásicos nos traen impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y la huella que dejarán en la cultura posterior.
Estos dos primeros tomos, de magnífica factura -que recuerda a la Biblioteca de la Pléiade pero con un matiz más contemporáneo y luminoso-, vendrán seguidos de los volúmenes dedicados a los ensayos, la narrativa y la poesía de Jiménez Lozano. Se trata de una magnífica tarea que, sin duda, hace justicia a la escritura de este «último clásico», que en uno de estos cuadernos anotaba: «Cuando se acaba de escribir, se desea siempre que quizás algunas palabras se tornen tan azules como estos acianos o azulejos que, al volver de la clínica, me ha traído S». Y ésta es la razón y la metafísica de una verdadera escritura universal.
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