BUENOS DÍAS, VIETNAM

Para la libertad

Un animalista, desde que se pervirtió el término, es en la mayoría de los casos como un gremlin mojado en un juzgado

La nueva moda en España es llevar todo a un juzgado. Las parejas antes iban al cine y ahora van a las salas de primera instancia. Hace años todo españolito que llegaba al mundo expresaba lo que no le gustaba en la barra de un ... bar y, de paso, daba trabajo a un camarero que le iba tirando las cañas a medida que él iba afinando argumentos. Y hasta se hacían amigos. Ahora se le da trabajo a un juez, que las cañas no sabe ponerlas ni con espuma ni sin ella y así se entiende la deriva sociológica. Ocurre lo mismo con los artículos de opinión: entonces te devolvían la réplica en una tribuna dos días después y ahora si te descuidas te llega una querella por no decir del político de turno lo majo que es.

«Sobran lunes por la tarde / faltan novios en los cines». Pero ahora de lo que estamos escasos de verdad es de jueces para que le den su veredicto a cada idea que no le gusta a Podemos. Y cuando un juez habla, el resto acatamos, que es lo que corresponde en un país civilizado. Lo que se me hace insufrible es que no pueda haber ni siquiera debate previo, que es lo que ocurrió en 2016. Aquel melón pasado que abrió el Ejecutivo de Juan Vicente Herrera.

A mí el Toro de la Vega no me gustó nunca. Por lo tanto me era indiferente, que es lo que suele pasar cuando algo no te atrae. Pero desde que los animalistas se pusieron violentos, gritones y sobretodo taxativos y dogmáticos el Toro de la Vega me interesaba mucho más.

Ecologista fue Miguel Delibes, que era un señor cabal de Valladolid. Los del PACMA de ahora podían pasar lo mismo por hooligans que por niños de estos que se ponen inaguantables si no duermen la siesta. Un animalista, desde que se pervirtió el término, es en la mayoría de los casos como un gremlin mojado en un juzgado. Y desde entonces así nos va. Una sola España que no admite réplicas, cuyo único argumento es llamar al de enfrente fascista. Y si el disidente todavía no ha cejado al primer envite y cree que puede haber debate o puede tratar de exponer sus argumentos le endiñan por ahí un «machista» como pedrada final.

Quizá es por esta necesidad irrefrenablemente mía de ir casi siempre a la contra, como un quinqui con gemelos y corbata, pero cada vez le doy más la razón a Chapu Apaolaza cuando dice que los toros son la última barrera que nos queda. La última salvaguarda para la libertad. La batalla del Toro de la Vega está perdida, y a mí no es que me de especial pena. Me asusta que en España no pueda haber ya ningún debate, porque tal vez lo siguiente con lo que lo tomen hasta prohibirlo sea algo en lo que sí nos iba la vida a ti y a mí. «Como el toro he nacido para el luto».

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