Ignacio Miranda - POR MI VEREDA
Arcadas en el patio de armas
«Un acontecimiento repulsivo, un bodrio sin paliativos, un sucedáneo de baratillo mientras quedan cerca de 350 crímenes de ETA sin juzgar»
A Iván Redondo, el asesor áulico, el gurú del marketing político, el edecán vestido de paisano con semblante triste de seminarista lívido, se le va agotando la factoría de ideas. En la una función relacionada con el fin del terrorismo, para encalar a ETA y ... seguir contemporizando con los filoetarras, al genio de la propaganda se le ocurrió montar el numerito del jueves con la apisonadora pasando por encima de 1.300 armas. Como una versión moderna sin valor etnográfico ni antropológico del paso descalzo por las brasas de San Pedro Manrique, en Soria, cada noche de San Juan. En definitiva, como le gusta a la progresía, siempre tirando a espectáculo hortera y rédito partidista en lo que debería ser un acto de estado en homenaje a las víctimas de la violencia, que tan cruentamente ha sacudido a nuestra democracia.
El show en el Colegio de Guardias Jóvenes «Duque de Ahumada», de Valdemoro, pudo estar concebido con esa encomiable premisa, pero terminó siendo un acontecimiento repulsivo, un bodrio sin paliativos, un sucedáneo de baratillo mientras quedan cerca de 350 crímenes de ETA sin juzgar. Uno de cada tres asesinatos. Allí estaba Pedro Sánchez, el presidente que no gobierna, sino que vive para la imagen, el gesto y la mentira, dispuesto a aprovechar el plantón de sus cuatro antecesores vivos en el cargo, ¡cuatro!, arropado por varios ministros y representantes de los Cuerpos de Seguridad, Fuerzas Armadas y funcionarios de prisiones, entre otros. También estuvieron ausentes dos asociaciones de víctimas, que debieron pensar que mejor quedarse en casa que asistir a una función ad maiorem gloriam del compañero de viaje de Bildu.
Porque como dicen, no basta con fundir las armas: urge seguir buscando a quienes las empuñaron para descerrajar el tiro en la nuca o activar el coche bomba, y ponerlos a disposición de los tribunales. Más aún en un país donde las víctimas han tenido el aplomo necesario para no tomarse la justicia por su mano. Al acabar la ceremonia, se acercó a Sánchez y al espectro recién aparecido de Grande Marlaska la presidenta de la AVT, Maite Araluce, para recordarle que cada viernes acerca presos terroristas al País Vasco que siguen sin colaborar en el esclarecimiento de atentados. Una indignación patente que comparte mayoritariamente la opinión pública, y que no figuraba en el guion de Redondo. El patio de armas del cuartel, gélido y desangelado a pesar de la puesta en escena, acogió una celebración propagandística tan repugnante como para producir arcadas.