El único hijo de la octogenaria, detenido por su homicidio

Juan Pedro regresó al lugar del crimen acompañado de varios agentes de paisano y uniformados, después de haber sido detenido el sábado por la muerte de su madre, una francesa de 83 años a la que muchos vecinos daban por fallecida hace tiempo, ya que no la veían por la calle.

Toledano de 49 años, Juan Pedro llevaba el mismo chándal rojo que vestía cuando llamó por teléfono a la policía el viernes, sobre las tres de la tarde, para contar que había descubierto en el pasillo de su piso el cadáver golpeado de su madre.

Madre e hijo residían desde hace muchos años en una pequeña vivienda del número 37 de la calle de la Fuente . El piso, un primero, apenas tiene 50 metros cuadrados, repartidos en tres habitaciones, un salón, un baño y una cocina. Todas las estancias son de pequeñas dimensiones y la vivienda cuenta con dos ventanales que dan a un balcón.

Agentes de la Policía Nacional y Juan Pedro, acompañados de la abogada del detenido, llegaron a ese inmueble pasadas las diez y media de la mañana. Durante más de tres horas, los investigadores de la Policía Científica y de la Judicial reconstruyeron los últimos días de la anciana, que podría llevar muerta más de 24 horas cuando la policía encontró su cadáver. Comprobaron también si el detenido quiso eliminar alguna pista o pudo mover el cuerpo de su madre por la casa antes de la llamada telefónica.

Juan Pedro, al que algunos vecinos identifican por el color de sus cabellos (pelirrojos), dijo que él había dado aviso nada más ver el cuerpo de su madre ensangrentado, que presentaba golpes en la cabeza y en otras partes de su anatomía. Sin embargo, la Policía Nacional dudó de la versión del hijo y los únicos testigos posibles, los dos galgos que cuidaban Juan Pedro y su madre, no pueden hablar.

El detenido trabaja en un matadero de la provincia desde hace años y conduce un Peugeot 307 azul, el mismo que dejó el jueves estacionado justo delante de su vivienda ocupando dos plazas de aparcamiento. Eran las seis y media de la tarde. Su vecino George estuvo a punto de llamarle la atención, pero no lo hizo.

Él, que vive dos puertas más arriba, cuenta que Juan Pedro era la única persona que se encargaba de Renée, una anciana con movilidad reducida desde hacía un tiempo. «Nunca le he visto con pareja sentimental; siempre soltero y al cuidado de su madre», afirmaba George, que recuerda al hombre cargado con botellas de agua, saliendo a comprar el pan o mazapanes.

También era frecuente ver a Juan Pedro paseando con sus dos preciosos galgos, uno blanco y otro oscuro, que tenían bebederos y comederos repartidos por toda la casa.

«Pero él no se relaciona con nadie, es una persona solitaria, aunque es habladora si le das un tema de conversación, de cualquier cosa», según la esposa de George, Virginia, que lleva viviendo 17 años en esa misma calle, a dos puertas de Juan Pedro.

Tanto uno como otro pensaban que Renée estaba ingresada en alguna residencia o había fallecido porque llevaban mucho tiempo sin verla en la calle. «Era una señora muy afable y cambiaba el color de pelo a menudo», la recuerda otro vecino.

Sin embargo, el cadáver de Renée está ahora en una cámara frigorífica del Instituto de Medicina Legal de Toledo, en el cementerio municipal, a la espera de que una orden judicial permita su incineración. Nadie ha ido a llorar su pérdida.