Diario de un jubilado en Nueva York (33): Equipaje de amor para el recuerdo

En el avión cambias la tarjeta del iPhone que has usado en España y pierdes nombres y teléfonos, al llegar al JFK sacas la cartera con el dinero americano y cambias el chip del idioma que se niega a cambiar y «gracias» sigue siendo «gracias», el taxi, como casi siempre, parece que se pierde, pero el perdido eres tú. Pasas por el barrio judío y en la sinagoga se congrega un grupo de rabinos, reconoces el mar verde del Botánico, la fachada del Museo, Prospect Park, el arco de Grand Army Plaza… Llegas a casa. Al entrar un golpe de luz se hunde en el sofá , huele a lluvia pegada en los cristales y en la mesa el correo amontonado, las facturas, las revistas, la confirmación de que la vida sigue. Tendrás seis horas de regalo que no sabrás qué hacer con ellas. Desvelado v erás venir la madrugada que llegará envuelta en la luz que reconoces y esperas , la que se derrite y gotea suavemente en la fachada de ladrillos rojos.

Aun con jet-lag, la primera visita que haces es a Prospect Park, donde te quemas con el fuego del perfume de las rosas y el esplendor del verde jubiloso . Abrasado, te adentras en la maleza a esperar, sin saber si podrás salir o si este será tu último viaje.