De la misma manera que hemos perdido un lugar en nuestra ciudad de niño , que hemos olvidado olores de algunos cuerpos que alguna vez amamos, nombres de callejones oscuros y ahora confundimos fechas y perfumes, también tuvimos que huir de la casa al ... tener un incendio en nuestras vidas y tuvimos que dejar que el fuego del odio, o de la prisa, o de la huida hicieran ceniza libros, recuerdos , aquella flor cortada en el jardín prohibido del amor, atardeceres asfixiados y sombras protectoras. Salimos casi desnudos, con el fulgor del cuerpo brotando al norte de la esperanza. Pudimos sacar la vida y llenarla de vida y recuperar parte de lo perdido. Pero nunca fue igual , las llamas nos dejaron marcados y el olor a brezo calcinado nos perfumó la piel para siempre.
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