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Un vuelo tranquilo hacia la Cataluña libre

Caras de sueño, algún bostezo y banderas de España plegada salvo las de un par de chavales, que se las ciñen a la cintura y saludan a quienes guardan la fila con un «¡Buenos días y viva España!»

El pasaje del vuelo VY1054 de la compañía Vueling con destino a Barcelona es tan variopinto como todos ISABEL GUTIÉRREZ
Isabel Gutiérrez Rico

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Siete de la mañana en la puerta J-46 de la T4 del Aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas (Madrid). Caras de sueño, algún bostezo y banderas de España plegadas, salvo las de un par de chavales, que, tras empalmar el último bar de la noche con el embarque de la madrugada, se las ciñen a la cintura y saludan a quienes guardan la fila con un «¡Buenos días y viva España!» .

El pasaje del vuelo VY1054 de la compañía Vueling con destino a Barcelona es tan variopinto como todos y, como todos a estas horas, más bien silencioso y perezoso. Sólo los lamentos y reclamaciones de un grupo de pasajeros víctimas del «overbooking» se eleva sobre el murmullo general. Arropados, ahora si, con su bandera a modo de capa, avisan a las azafatas de que, pese a la «estafa» , cogerán ese avión, mientras un nutrido grupo de japoneses registran con sus cámaras a esos «supermanes» españoles peleando por no faltar a una cita histórica: la manifestación del 8-O convocada por Sociedad Civil Catalana para decir «basta» y llamar a recuperar el «sentido común» a quienes se lo han dejado en el imposible camino hacia la independencia. Hay que estar, como sea, antes de las doce en la Plaza Urquinaona de Barcelona .

Discretamente va acomodándose el resto del pasaje, como si no pretendiera molestar a los primeros que ya dormitan en sus asientos bajo los efectos del madrugón. Dificil averiguar quien va de turismo, quién viaja en tránsito, quién regresa a casa y quién se dirige a la manifestación de Sociedad Civil Catalana. Casi todos tienen los ojos cerrados o charlan en voz muy baja. En el último momento entra parte del grupo de siete madrileños afectados por el «overbooking». Tres se han quedado tirados en tierra y a «buscarse la vida» para llegar a tiempo a Barcelona. Parece tarea imposible, dado que los vuelos inmediatamente posteriores están llenos . En el de Iberia de las ocho de la mañana, en clase turista, viajan la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes; Pablo Casado y otros cargos del PP.

El vuelo transcurre tranquilo, nada que ver con la algarabía inicial del millar de ciudadanos que partieron el sábado en varios autocares desde las puertas del Santiago Bernabéu. Y en un abrir y cerrar de ojos, comienza el descenso. La siesta mañanera ha sido corta, aunque el despertar buenhumorado. Sólo cuando el avión frena y se abren las puertas, un vozarrón sacude la modorra de todos: «¡Viva España! ¡Viva Cataluña española!» Y decenas de voces responden como una sola: "Viva!" Ahora ya nos reconocemos. Ahora ponemos rumbo a la plaza de Urquinaona.

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