El PP teme que el PSOE internacionalice la independencia

En noviembre, ABC dio la noticia de que Moncloa estaba negociando con Puigdemont una bajada de la tensión y un nuevo encaje para Cataluña cuyo último alcance sería que el expresidente fugado pudiera regresar a España sin pasar por la cárcel. Aquella información explicaba que uno de los gestos de buena voluntad que Waterloo esperaba del Gobierno para empezar a rebajar la tensión y sentarse a negociar un acuerdo, es que España ayudara a que Carles Puigdemont pudiera ser eurodiputado. O que por lo menos «no estorbara».

Los temores populares no son pues un infundado delirio, ni una exageración con fines propagandísticos, que es de lo que sus adversarios suelen acusarles. Los populares entienden que en el mismo momento en que el PSOE rompiera la unidad y se negara a pedir el suplicatorio, y por lo tanto la extradición del expresidente de la Generalitat, Puigdemont dejaría de ser un prófugo para ser el abanderado en Europa de la causa del derecho de autodeterminación de Cataluña, que es exactamente lo que pasaría a debatirse en el Parlamento Europeo, en lugar de resolver automáticamente el trámite de retirarle la inmunidad a un delincuente.

Más de fondo, el PP tiene interiorizado que «el gran problema de España se llama PSC. La batalla contra el independentismo se libra con tiempo, paciencia y dinero. Y poco a poco, al final se gana». Según los populares, los socialistas catalanes «se equivocan de estrategia, debilitan al Estado y los otros se envalentonan porque ven enfrente a un adversario al que de repente se dan cuenta que lo pueden derrotar».

La estrategia de populares y socialistas ha sido casi siempre la opuesta frente a las tensiones territoriales: ambos han negociado y gobernado con los nacionalistas, e indistintamente les han hecho concesiones de calado; pero cuando una parte de este nacionalismo ha desafiado abiertamente al Estado, el PSOE ha sido más partidario del apaciguamiento y el PP de imponer el orden sin atajos. El PSOE cree que apaciguar es la manera de ganar la batalla y el PP que el apaciguamiento sólo puede llegar una vez el Estado se ha impuesto en su labor fundamental de delimitar el terreno de juego. En lo contable, los socialistas aspiran a que su condescendencia cuando no complicidad con el nacionalismo le permitan gobernar con un cierto voto periférico, y el PP busca que su firmeza le ayude a ganar con el voto más tradicional y antinacionalista.

En un Congreso tan fragmentado, este juego estratégico le va mejor al PSOE, porque aunque derecha e izquierda prácticamente empatan a escaños, los socialistas cuentan con más posibles aliados en esta aritmética tan endiablada. Otra cosa muy distinta es cómo le vaya a España.