El modo ‘slow life’ de Feijóo
El presidente gallego baja las revoluciones del partido y traza una alternativa de cambio sereno pero riguroso
Alberto Núñez Feijóo, aclamado por el auditorio tras ser elegido nuevo presidente del Partido Popular
Alberto Núñez Feijóo introdujo ayer al PP en su particular «slow life», una manera distinta de hacer las cosas para alcanzar el objetivo irrenunciable: la Moncloa. Su primer discurso como presidente nacional del partido fijó una serie de líneas maestras que definen su manera ... de entender la política, que difiere del ritmo acelerado y la liquidez de los tiempos actuales. Es un «cambio tranquilo» en las formas, pero también en el fondo, aunque este se esbozó de manera genérica, pendiente de concreción. «Si dejo Galicia no es para presentarme a un juego, sino para hacer política seria», aunque matizando que «la moderación no es tibieza», por si alguien lo dudaba.
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Quizás la más llamativa sea la forma de entender el territorio nacional, esa «unidad en la diversidad» que también aplicó a la propia estructura del PP, pero aclarando que «no somos un partido confederal». En esa heterogeneidad encajó sus palabras en gallego del viernes y su defensa del bilingüismo cordial, un mensaje inédito hasta la fecha en el partido. Hay dos claves. La primera es fortalecer el flanco lingüístico, sabedor de que Vox y sus satélites van a atacarlo por sus políticas en este ámbito desde la Xunta. Cualquier matiz o renuncia dejaría en aprietos a su sucesor.
Feijóo no toma decisiones improvisadas, todo es fruto de su manejo de los tiempos, ajeno a presiones externas
La segunda es que, lejos de ser una debilidad, rearma al partido en Cataluña, País Vasco, Baleares o Valencia para defender la cohabitación de sus respectivas lenguas cooficiales y desarrollar un discurso regional que les permita recuperar espacio. Sin un resultado decente en Cataluña, ganar unas elecciones generales es harto complicado. Del mismo modo que Galicia percibe al PP regional como algo propio, Cataluña debe dejar de verlo como un enemigo de su identidad.
Una postura con mayor sensibilidad autonomista le permitirá reconstruir relaciones con el PNV, muy dañadas tras la participación de los nacionalistas vascos en la moción de censura a Rajoy. Feijóo aprovechará su sintonía con el lendakari Íñigo Urkullu para esta tarea, siendo consciente de que la carta del PNV es incompatible con Vox. La idea es completar mayorías en el caso —harto probable— de no conseguir una absoluta que le dé manos libres, pero sin ser rehén de un único partido, que además aspira a acabar electoralmente contigo.
Ayer volvió a repetir que «esa gran mayoría es posible», sin necesidad de muletas. «No somos el partido de ver si sumamos con este o con el otro». Las encuestas son tozudas y dibujan unánimemente y con insistencia una realidad en la que el PP, sin Vox, no pisaría moqueta. Por el momento, piensan los estrategas de Feijóo, que están convencidos de que puede haber un ‘efecto Moreno’ que vuelva a catapultar al partido, como ya sucedió tras la victoria de Ayuso en Madrid el pasado mes de mayo. En su discurso, Feijóo no se refirió en ningún momento a Vox. Eso sí, subrayó que «lo que nos distingue es que nosotros sabemos gobernar». La capacidad de gestión es el caballo de batalla de este nuevo PP, detectado rápidamente por un PSOE que rebusca en los trece años del Feijóo presidente para colgarle lamparones.
Los tiempos
Hasta la fecha, Feijóo era un político asequible para los periodistas. Lo fue en su breve paso por la oposición y también en la Xunta. Semanalmente, tras la reunión de su consejo de gobierno, se sometía a ruedas de prensa sin limitación de los temas por los que se podía preguntar. Una sobreexposición que entraña sus riesgos, pero que le puede servir de contraste con un Sánchez esquivo y que evita entrevistas en medios críticos con su gestión. No gusta de preguntas incómodas.
Esta ventana puede compensar su ausencia del Congreso de los Diputados , donde los careos con Sánchez tendrán —en principio— como protagonista a Cuca Gamarra. En el Parlamento se cuece parte de la vida política española, pero el impacto de la misma en la sociedad es relativo. Pisar la calle, a su juicio, puede darle más impacto que una pregunta al mes —con suerte— al presidente del Gobierno en el Senado, la Cámara a la que podría acceder mediante designación autonómica. Es un escenario posible, pero que no inquieta a Feijóo. No es una prioridad inmediata, aunque se estudia y contempla. A su tiempo.
Esta es, precisamente, otra de las claves que explica a Núñez Feijóo: su manejo de los tiempos. No suele responder a presiones, ni políticas ni mediáticas. Él controla el qué y el cuándo. Ahí ha estado el goteo de los nombres propios de su nueva dirección, blindados a filtraciones. Otro caso evidente es el de su sucesión en Galicia, que empezará a abordarse a partir de mañana lunes, y sobre la que pidió silencio al partido hasta que él lo indicara, una orden acatada por todos los pesos pesados, salvo alguna excepción.
Solo él sabe exactamente cuándo se producirá el relevo, pero la hoja de ruta más probable lo sitúa hacia finales de mayo o principios de junio, con una investidura que casi coincida con el fin del periodo de sesiones del parlamento autonómico, y así brinde al sucesor un ligero margen para el aterrizaje. Todas las miradas están puestas en el vicepresidente Alfonso Rueda. Aun así, la solución habrá de ser pactada entre las cuatro provincias gallegas. A esa serie aún le faltan capítulos.