Que pase el siguiente
Sánchez solo aguarda astutamente a asestar un golpe definitivo a Pablo Iglesias
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en una imagen de archivo, en 2016
La factoría de ideas de La Moncloa ha creado otro divertimento rumorológico con el propósito de que el desgaste provocado por la « ley Celaá », las náuseas en el PSOE a cuenta de los pactos con Bildu, o los enredos con los desahucios ... de Pablo Iglesias con ERC y Arnaldo Otegui a espaldas de Pedro Sánchez , vayan caducando.
La nueva especie que sigilosamente desliza esa fábrica sanchista de relatos es que el presidente se ha cansado de Podemos, que tarde o temprano romperá la coalición de gobierno, y que solo necesita que ese socialismo desconcertado con sus maniobras se arme de paciencia para poder aprobar los presupuestos y asegurarse dos años más en la presidencia.
Según el guión de esta incipiente serpiente otoñal, Sánchez solo aguarda astutamente a asestar un golpe definitivo a Pablo Iglesias porque es un estadista que no olvida una deslealtad. Y cuando Sánchez defiende a los ministros díscolos de Podemos o ningunea despectivamente a los del PSOE -lo que viene a ser lo mismo-, sobreactúa forzado por el aseguramiento de un bien último o guiado por un objetivo superior, que es la estabilidad de una democracia en estado de alarma y la recuperación de una economía bajo los estándares básicos de supervivencia.
Pero cuando se vea seguro, cuando las cuentas públicas sean aprobadas, España volverá a redescubrir en Sánchez a ese eterno socialdemócrata moderado, a ese progresista templado que se ha visto obligado, por supuesto en contra de su voluntad, a camuflarse temporalmente de izquierdista radical porque España no aguanta un solo día más con los presupuestos de Mariano Rajoy . Por eso, cuando Sánchez aseguraba en campaña electoral que no podría dormir con Podemos en el poder o que nunca negociaría con Bildu, no mentía. Y si fingió aprecio a Iglesias en la escena del abrazo, o si legitima a Otegui, solo realiza un patriótico sacrificio personal a costa de su propio crédito político. ¿Se entiende ya la trama?
Manejos de guionistas creativos aparte, a los «storytellers» de La Moncloa les apasiona jugar al despiste. Prometen castigar las «fake news» ajenas mientras producen las propias en cantidades industriales. A Sánchez le altera tanto aplicar el artículo 155 de la Constitución en Cataluña como sellar un acuerdo presupuestario con Arnaldo Otegui. O sea, nada. Tan pronto el PSOE es la esencia del constitucionalismo como su azote revisionista . Y el socialismo en bloque aplaude mecánicamente en Ejecutivas de bostezo que han convertido al partido en un erial sin señales de vida.
Es irrelevante si realmente Sánchez e Iglesias se hablan mucho o poco. Si se respetan o no. Si son recíprocamente leales o si se acuchillan en privado. Hay un concierto de intereses y una alianza de conveniencia basada en un concepto común del poder: asegurarlo el mayor tiempo posible. Lo demás es cubrir las lagunas del guión con tramas secundarias y confusión. Y si en el camino quedan revocadas libertades o ministros socialistas zaheridos en su orgullo, son solo daños colaterales. Que pase el siguiente.