Los lunes al sol y al plató con ZP

Zapatero se mueve sobre el suelo negro circular (tan negro como la situación que los ciudadanos no dejan de recordarle, más brillante que su retórica). Sin salirse, bordeándolo, acercándose al quesito del hemiciclo donde está quien le pregunta. Otra cosa es la pausa publicitaria, donde sí se mueve. Y el final, donde lo primero que hace es acercarse a la chica con síndrome de Down. En cualquier caso, los cien ciudadanos no parecen asustarle. Como mucho, le replican, con sonrisas y en tono versallesco. Zapatero es Michelito con los novillos.

Lorenzo Milá se dirige a todos los intervinientes aparentemente de memoria (aunque a veces vuelve a su atril y, quizá, consulta su plano y sus notas). Algún ciudadano trata de tú al Presidente («¿Por qué nos decís que consumamos productos españoles y vosotros lleváis Audis y Mercedes?») y Zapatero, el «espadachín del verbo», como lo calificó una ciudadana, indistintamente de tú o de usted, dependiendo de la edad y corrigiéndose, jugando con las manos.

La mayor parte del tiempo, la centrada en la crisis, Zapatero se ha dedicado a la labor divulgadora (como Leopoldo Abadía y su crisis ninja pero con menos elocuencia y, sobre todo, con menos credibilidad). Si el actor que hacía de Zapatero en el ensayo del sábado de «Tengo una pregunta para usted» llamaba a la crisis «este pequeño bache», Zapatero, para no ser menos que su doble, se refirió a la crisis como «este paréntesis duro y difícil, pero paréntesis». Puede que hubiera pocos parados entre los cien. De momento. «¿En qué trabajas?», preguntó Zapatero a una de las preocupadas por su empleo. «Haciendo luces de emergencia». Pues eso.