El inventor de la nueva ETA
La ascensión de «Txeroki» a la jefatura militar de la banda trajo consigo el nacimiento de una nueva ETA, más radical pero menos ideologizada, más joven e inexperta, con una cantera basada en la «kale borroka» y obligada a subsistir con menos dinero
El inventor de la nueva ETA
Durante cinco años Garikoitz Aspiazu Rubina, «Txeroki» (Bilbao, 6 de julio de 1973), ha estado al frente de los «comandos» etarras y durante ese tiempo -más del doble del que estuvo «Txapote», una diferencia que es aún mayor en el caso de sus antecesores Gorka ... Palacios, Olarra Guridi o Fernández Iradi, «Susper»- ha diseñado y puesto en funcionamiento una nueva forma de actuar de la banda. Ha sido un proyecto muy personal, hasta el punto de que él se ha encargado de reclutar a sus pistoleros, encuadrarlos en distintos «comandos» (estables o itinerantes) e instruirlos en el manejo de armas y explosivos, llegando a proporcionarles material, dinero e información, y a enviarles a cometer atentados.
Hasta su llegada, muchas de sus funciones, como trasladar criminales de un piso a otro, eran realizadas por terroristas de segundo nivel, hasta el punto de que en ocasiones esa forma de actuar ha llevado a las Fuerzas de Seguridad a preguntarse sobre si realmente se trataba del jefe militar de la banda. Las dudas se despejaban con cada nueva detención de un pistolero, pues en sus declaraciones siempre citaban a «Txeroki» como el máximo responsable de los comandos.
Últimamente había comenzado a ganar peso en otros «aparatos» de la banda, sobre todo el político, lo que le había granjeado algunas enemistades, como la de Francisco Javier López Peña, «Thierry», negociador de ETA en el último «proceso de paz» y que fue detenido en mayo en Burdeos junto a Jon Salaberria, Ainhoa Ozaeta y Jon Suberbiola.
La llegada de «Txeroki» a la cúpula etarra fue fulgurante, y al contrario de lo que había sucedido con sus antecesores, no contaba con un amplio historial criminal. Procedente de la «kale borroka», en 2000 comenzó a colaborar con el «comando Vizcaya», desmantelado en noviembre de ese año. La banda le encargó entonces la reconstrucción del «Vizcaya» junto a Kemen Uranga y Cristina Goirizelaia. «Txeroki» y Uranga fueron identificados como los autores del asesinato a tiros del juez José María Lidón, perpetrado en Guecho el 7 de noviembre de 2001. En enero, el «comando» también colocó un coche bomba en el centro de Bilbao, y el 19 de febrero de 2002 una bomba lapa en el automóvil de Eduardo Madina, entonces dirigente de las Juventudes socialistas vascas, que perdió una pierna en el atentado.
En abril de 2002 huyó a Francia y ya en 2003 hay noticias de que realiza funciones de adiestramiento a terroristas, aunque también se le sitúa como jefe de algún grupo «legal» que actúa en España y, por tanto, con responsabilidades en el «aparato militar». La caída, el 9 de diciembre de 2003, de Gorka Palacios Alday, entonces jefe de los «comandos», le llevó a lo más alto de esa estructura a pesar de su inexperiencia.
Las sucesivas detenciones de sus antecesores, algunas de ellas en apenas unos meses, llevaron a «Txeroki» a convertirse en un obseso de la seguridad y a intentar blindar el «aparato militar», hasta el punto de que para minimizar riesgos decide dotarlo de su propia estructura logística, que le aprovisiona de armas, explosivos y refugio. Además, se rodeó de un grupo de leales que coincidían con él en su línea dura. Papeles relevantes jugaban los ya detenidos Joseba Segurola y José Antonio Aranibar, mientras que en la actualidad su mano derecha y presumible sucesor era Aitzol Iriondo.
Deficiente preparación
La nueva ETA de «Txeroki» se surtía de jóvenes de la «kale borroka», más radicales que los antiguos pistoleros -dentro del colectivo de presos son los menos proclives a buscar una salida a la situación-, pero también con mucha menos preparación intelectual y técnica. Así lo demuestran los fallos cometidos en muchos atentados, perpetrados por terroristas que apenas habían recibido un cursillo de fin de semana. Su inexperiencia ha provocado que hayan sido muchos los etarras detenidos antes de poder estrenarse en su actividad criminal. Pero «Txeroki» también ha tenido que afrontar otra dificultad: la falta de dinero, producto de los golpes al entramado financiero de la banda y a la ilegalización de sus terminales políticas, de las que recibía importantes cantidades. El que un jefe militar dé cursos de explosivos en la vivienda de un familiar de un etarra o el que los terroristas se refugien en bosques es la mejor prueba de ello.
«Txeroki» se enfrenta ahora en España a 22 causas abiertas en la Audiencia Nacional, tanto como miembro del «Vizcaya» como en calidad de inductor de atentados que han tenido lugar desde 2004. La Fiscalía quiere solicitar a Francia su entrega temporal.
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