La división entre Lastra y Cerdán que se precipitó después del fracaso en las andaluzas
Los roces entre la número dos, Adriana Lastra, y el secretario de Organización, Santos Cerdán, afectan a la estrategia ante el nuevo ciclo electoral
Pedro Sánchez pide más implicación de partido y Gobierno en el proyecto ideológico y humildad en las derrotas
Felipe Sicilia, leal a Adriana Lastra, uno de los portavoces discutidos
El impulso del nuevo Gobierno de Sánchez se agota en su primer aniversario
Santos Cerdán, Cristina Narbona, Pedro Sánchez, Adriana Lastra y Andrea Fernández, en la última ejecutiva del PSOE
Recientemente, Pedro Sánchez ha cumplido cuatro años en La Moncloa y cinco, una efeméride más redonda, desde que ganó las primarias a Susana Díaz en mayo de 2017. Fue entonces cuando recuperó la Secretaría General del PSOE , ... de la que había dimitido tras el convulso Comité Federal de octubre de 2016. Los socialistas se partieron entonces en dos, entre los que abogaban por facilitar con una abstención la investidura de Mariano Rajoy y los que, con Sánchez a la cabeza, persistían en el célebre «no es no» . Un lustro después, sus más leales recuerdan con emoción aquella «hazaña», como la definió esta semana el ministro Félix Bolaños , entonces un desconocido abogado y militante socialista.
El titular de la Presidencia pronunció esas palabras el pasado 22 de junio, durante la presentación del último libro del presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas ( CIS ), José Félix Tezanos , otro de los sanchistas de primera hora, que recuerda en su obra lo vivido entonces. En el mismo acto, la número dos del partido, Adriana Lastra , que este lunes ha presentado su dimisión, rememoró aquella época como «la más bonita» de su vida. Estuvieron otros veteranos de esa guerra política, como el hoy ministro de Cultura, Miquel Iceta . Faltaron otros. Entre ellos el secretario de Organización del partido, Santos Cerdán , un veterano dirigente navarro que se prodiga poco en público y que en el 40 Congreso Federal del pasado otoño en Valencia tomó el relevo en esa sensible responsabilidad de otro antiguo sanchista, el defenestrado José Luis Ábalos .
Según desvelan fuentes socialistas, el enfrentamiento entre la vicesecretaria general y Cerdán, los números dos y tres del aparato, estaba comenzando a ser un problema interno de envergadura. Y un reflejo de la división en la cúpula de Ferraz por el rumbo a seguir ante los negros nubarrones electorales que se vislumbran en el horizonte, después de la contundente derrota en las elecciones andaluzas .
Unidad y humildad
La tensión se puso de manifiesto el pasado lunes 20 de junio, día en el que la Ejecutiva Federal tuvo que afrontar la dura resaca del resultado en Andalucía. Los gestos serios, empezando por el del líder del partido, reflejaban esa difícil encrucijada. Y un cambio de paso con respecto a la noche electoral, cuando Lastra se encaramó al atril de la sala de prensa, mientras estaba terminando el recuento, para lanzar una intervención en la que ni siquiera felicitó a los triunfadores de la noche, el PP y Juan Manuel Moreno . Cuando empezó a hablar el PSOE tenía 31 escaños, al terminar minutos después acababa de bajar a 30.
La falta de ‘fair play’ de la número dos no pasó desapercibida. A primera hora del día siguiente varios dirigentes socialistas, como el portavoz en el Congreso , Héctor Gómez , sí tenían esa cortesía con Moreno. En la reunión de la ejecutiva Sánchez pidió «humildad», según fuentes presentes en el encuentro, y el portavoz de la dirección, Felipe Sicilia , puso buen cuidado en comenzar su habitual rueda de prensa de los lunes, más concurrida que de costumbre, con la preceptiva felicitación a los vencedores de los comicios. Sin perjuicio de que luego repitiese varias de las críticas ya expuestas por Lastra a Moreno, singularmente la de haber adelantado la cita con las urnas (que en todo caso tenía que convocarse en 2022) por su «exclusivo interés personal».
Ni siquiera el mal resultado de Vox y el hecho de que su candidata, Macarena Olona , no alcanzase, como pretendía, la Vicepresidencia de Andalucía , provocaban algún alivio discursivo en los dirigentes socialistas. Una actitud que contrastaba con la de uno de los barones territoriales, el presidente de Asturias, Adrián Barbón , otro sanchista de siempre, que no dudaba en señalar como un dato positivo del 19-J que los de Santiago Abascal se quedasen fuera del Gobierno autonómico.
En la reunión, donde según varios asistentes en ningún momento el secretario general adoptó un tono de bronca o reprimenda, Sánchez sí pidió una mayor implicación y cohesión en defensa del proyecto ideológico del PSOE tanto en el partido y en los grupos parlamentarios, como en el Gobierno . Que nadie haga la guerra por su cuenta, en definitiva, ni se limite a dar batallas sectoriales. Una advertencia que podría vincularse a algunos ministros independientes del Gabinete.
Pero el problema que afronta el PSOE es que ni siquiera ese proyecto ideológico o estratégico está claro. Algunos constatan ya tras las andaluzas que el discurso del miedo a Vox está quemado como forma de movilización. Por otro lado, ante la situación de emergencia económica que pone de manifiesto la inflación creciente, cundía la sensación de que el partido debe fijar sus prioridades. Y eso se traduce en que la agenda feminista, incluida la ‘abolición’ de la prostitución que abandera Lastra, no debería copar el discurso de un partido tradicionalmente de mayorías. Eso se tradujo, finalmente, en el giro a la izquierda y a un discurso más centrado en la economía por parte de Sánchez, que ha culminado en el reciente debate sobre el estado de la nación.
Es cierto que la pretensión de abolir la prostitución fue uno de los hitos del 40 Congreso Federal de otoño de 2021. Pero también que desde entonces muchas cosas han pasado, fundamentalmente la guerra de Ucrania , y mucho ha perdido el PSOE, que tampoco en Andalucía ha tenido una satisfacción electoral. Esa ha sido la tónica desde la investidura de Sánchez en enero de 2020, con la excepción de la estéril victoria del PSC en Cataluña, que no le permitió dejar la oposición en el Parlament.