Carta íntegra de Álvarez de Toledo
Estimado Señor Ferrand,
Le dirijo la presente carta para expresarle la profunda preocupación de mi Grupo Parlamentario, mi partido y millones de demócratas españoles ante el insólito trato recibido por el señor Carles Puigdemont en su visita a la ciudad francesa de Perpiñán.
El señor Puigdemont es un prófugo de la Justicia. Una persona que se ha negado a comparecer ante los tribunales españoles, ante los que debe rendir cuentas por gravísimos delitos contra la democracia. Este hecho jurídico crucial debería bastar para que las máximas autoridades francesas, Ejecutivas y Legislativas, expresaran su público rechazo a la presencia del señor Puigdemont en territorio francés. Pero a este dato se añade una consideración esencial. El señor Puigdemont ha trabajado y sigue trabajando activamente por la destrucción de la democracia española. Es decir, por la destrucción del sistema de derechos y libertades que el Reino de España comparte con la República Francesa.
Por tanto, su presencia en territorio francés —mejor dicho, su impúdica utilización del territorio francés como plataforma política y propagandística desde la que embestir contra España y su Estado de Derecho— no es sólo un escarnio para la democracia española. Lo es también para la democracia en general y para la democracia francesa en particular. Como prueba, el comentario grotescamente provocador del señor Puigdemont al llegar a Perpiñán: «Hemos entrado en Cataluña». A Francia y España nos vinculan muchas cosas. Pero por encima de todo lo hacen los grandes valores de la civilización: la pasión por la libertad, la defensa de la igualdad, el compromiso con la fraternidad y la plena consciencia de que no hay democracia al margen de la ley.
Nuestras democracias se asientan, con idéntica convicción y fuerza, sobre el moderno concepto de ciudadanía. Nuestras naciones rechazan los proyectos identitarios por profundamente inmorales y devastadores para la convivencia. Somos naciones de ciudadanos, no conglomerados de colectivos étnicos o culturales. Estos valores son los que hacen de Francia y España dos grandes democracias del mundo. Y también los que inspiraron y han dado continuidad al mayor proyecto de paz civil de todos los tiempos, la Unión Europea. Somos europeos porque defendemos la democracia en toda la Unión Europea. Y si algún día dejáramos de defender la democracia en toda la Unión Europea, dejaríamos de ser europeos. Y también demócratas.
Nuestra determinación, señor Presidente, es que ese día no llegue nunca. Por ello, le solicito enérgicamente que, mediante los mecanismos oportunos, impulse una declaración institucional por la que la Asamblea Nacional francesa exprese su absoluta repulsa a la presencia del señor Puigdemont en territorio francés y reitere su compromiso con los grandes valores europeos que tan sólidamente compartimos. Se lo pedimos no sólo por solidaridad democrática con España, sino en razón de la propia dignidad democrática de Francia.