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El trágico final de Nora Ayala

Introducida en el sexo y las drogas, la adolescente fue agredida hasta la muerte. Fue hallada en el rellano de su casa

El trágico final de Nora Ayala Alejandro Fernández

Pere Bernat

Día 25 de septiembre de 2011. 11.30 de la noche. Francisco Ayala está preocupado porque su hija de 16 años aún no ha llegado a casa. Sale y, nada más alcanzar el rellano, encuentra a Nora muerta, con la barbilla abierta, después de haber sufrido una brutal agresión y con una sobredosis letal de cocaína y heroína en el cuerpo. Había sufrido una trombosis pulmonar. Este padre de una familia acomodada se derrumba. Acaba de recibir el peor golpe de su vida.

Pero tanto Francisco como su esposa, Teresa, quieren llegar hasta el final. Necesitan saber qué ha pasado durante las últimas horas, cómo ha llegado su hija a este pozo sin fondo… son muchos interrogantes. Cuando fue hallada, la menor llevaba encima 50 euros, pero su padre solo le había dado tres al salir esa tarde de casa. Eso les extrañó y empezaron a examinar sus objetos personales: un iPhone, un iPad y cámaras de fotos. Los tenía escondidos para no despertar sospechas de su doble vida. También fueron descubiertos mensajes y llamadas extrañas que llevaron a destapar el calvario de drogas, prostitución y abusos al que había sido sometida en los últimos seis meses. La pista llevaba a un parque cercano.

La Policía inició una complicada investigación que duraría ocho meses. Fue en mayo de 2012 cuando los agentes desarticularon la red de delincuentes que drogaba, extorsionaba y prostituía a cinco chicas. Una de ellas, Sara, de 19 años, padecía una discapacidad psíquica del 46 por ciento. A raíz de estas detenciones se pudieron reconstruir las dramáticas últimas horas de vida de Nora, en las que fue golpeada, prostituida y drogada. Cuando empezó a sentirse mal, la abandonaron en el rellano de la escalera de su domicilio.

Nora era algo rebelde y mala estudiante. Su madre sospechaba que algo iba mal y temía que su hija estuviera fumando porros, por lo que intentó controlar su correo electrónico. La chica se dio cuenta, y comenzó a recurrir a ciertos trucos en sus mensajes, cambiando los nombres de los individuos o de las drogas. Uno de ellos era Edison Cornelio, ecuatoriano de 35 años, que se ganaba la vida como «cundero» (personas que transportan a toxicómanos para que compren droga). También trapicheaba con cocaína y heroína. El centro de operaciones era un cibercafé de Palma. A este y a un parque solía acudir Eva María Vera, prostituta toxicómana amiga de Edison que reclutaba adolescentes para introducirlas en el negocio del sexo y los estupefacientes.

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