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asesinato de isabel carrasco

El arma homicida, en manos de una policía amiga de Montserrat Triana

Una agente de la Policía Local de León imputada tras entregar el revólver del crimen

El arma homicida, en manos de una policía amiga de Montserrat Triana abc

MARÍA GAJATE

Es la pieza que faltaba en el rompecabezas. ¿Dónde estaba el arma? Era la pregunta que se hacían una y otra vez los profesionales de la Policía Nacional y Local de León que vaciaban papeleras, buscaban bajo los coches y escarbaban en las orillas del río Bernesga sobre el que fue asesinada Isabel Carrasco .

Nada les hacía pensar que aquello que no llegaban a encontrar estaba en manos de una compañera. Raquel Gago Rodríguez, de 41 años, una agente del Cuerpo municipal, «sorprendió a todos» cuando el martes entregó el revólver con el que se había perpetrado el crimen y que asegura que se encontró en su coche, sin saber previamente de su existencia.

Entre medias, más de 30 horas en las que no denunció haber coincidido con una de las detenidas, Triana, con la que le unía una estrecha amistad y que fue la que presuntamente se deshizo de la pistola. Y no es porque viviera ajena al caso que había conmocionado a la ciudad, ya que participó en el dispositivo puesto en marcha el día después del tiroteo con motivo del velatorio de la presidenta de la Diputación.

Natural del municipio leonés de Vegas del Condado, desde el año 1998 trabaja en la Policía Local de la capital del Bernesga, aunque su profesión frustrada fue la de maestra. De hecho, en 2007 figura entre la lista de opositores a plazas de profesor de Educación Física. Muy discreta e introvertida, no tenía mucha vida social en su pueblo y sus vecinos dicen que estaba muy ligada a su familia —que tenía un conocido establecimiento comercial en León—. Es la mayor de tres hermanos, uno es también Policía y la otra, «amiga» de la presunta asesina en Facebook.

En los últimos años había labrado una estrecha relación con Triana, aquella a la que Carrasco despidió en 2011. Eran «íntimas» y por ello, entre sus compañeros y superiores del Cuerpo —que la había distinguido en 2001 por su colaboración en la asistencia a víctimas de un incendio— la explicación que ofrece «no convence», pero tampoco les cuadra que tuviera la frialdad de trabajar unas horas después en las inmediaciones de la capilla ardiente, si supiera algo, e insisten en que está muy alterada, como superada por la situación. De momento, se desconoce exactamente su papel. Las conjeturas, disculpas, argumentos y rumores se multiplican por minutos.

Fue en el camino de huida desde la pasarela sobre el río Bernesga hasta el coche al que intentaban llegar las detenidas, cuando Raquel afirma que «por casualidad» se encontraron . En concreto, fuentes oficiales precisan que en la calle Sampiro.

Allí la agente afirma que apareció Triana —que estaba sola. Su madre escapaba por otras calles próximas— y le dijo que estaba haciendo unas compras y le preguntó si tenía el coche abierto, pero que no vio que guardara nada en él en ese momento, en el que tampoco estaba pendiente porque estaba conversando con una tercera persona. Después se enteró de su detención y dice que no reveló su coincidencia porque ya estaba apresada y que hasta el día siguiente, cuando iba a guardar una bicicleta en su vehículo, no descubrió la bandolera que le había dejado.

Tras hablar con su abogado entregó la pistola, fue interrogada y quedó en libertad con cargos, imputada por un supuesto encubrimiento. Unas horas después de acudir a la Comisaría, se presentó a su puesto de trabajo, donde sus superiores le pidieron que se tomara unos días libres.

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