Palma de Mallorca y la declaración de la Infanta, historia de dos ciudades
Los alrededores de los Juzgados centrales acaparan todo el interés mediático en la capital balear, en detrimento de otras realidades que también la conforman

Desde hace semanas, casi las únicas imágenes de Palma de Mallorca que se transmiten al mundo son las de las inmediaciones de los Juzgados centrales de la capital balear y las de la rampa adoquinada ubicada en su entrada lateral . Parece como si la única realidad de la ciudad estuviera circunscrita hoy a esos dos puntos concretos y a tres o cuatro manzanas más, y aunque no es así, esa es la imagen mayoritaria que estos días se proyecta.
Cuando apenas faltan cuarenta y ocho horas para la comparecencia de la Infanta Doña Cristina ante el juez José Castro, es posible que muchas personas desconozcan aún las razones exactas de su imputación o los ejes principales del «caso Nóos» , pero es casi seguro que esas mismas personas deben de conocer a la perfección otros datos, como que hay ya más de 300 periodistas de todo el mundo acreditados para cubrir la declaración de la Infanta o que pueden llegar a pagarse hasta 10.000 euros por poder colocar una cámara de televisión en alguno de los balcones del edificio situado a tres metros de la popularísima rampa.
Otros hechos igualmente conocidos ya son que en los hoteles próximos a los Juzgados es imposible encontrar una habitación desde hace varias semanas, que cada vez más visitantes y turistas se fotografían arriba o abajo de la rampa o que el restaurante «Es Suprem» («El Supremo»), ubicado justo enfrente, es fuente continua de anécdotas. La última es que un cliente quiso reservar la mejor mesa del local para este próximo sábado al mediodía y que, como era de esperar, se encontró con la amable negativa de la propietaria del establecimiento. Al mismo tiempo, en los otros restaurantes de la zona comienza a notarse también una progresiva mayor afluencia de clientes, mayoritariamente periodistas, que empiezan a conocer de este modo las exquisiteces de la comida tradicional mallorquina y de otras regiones de España.
Mientras tanto, a sólo dos o tres manzanas de los Juzgados, es posible encontrarse con otra ciudad, una ciudad con sus propias cuitas, alegrías, esperanzas o tristezas. Esa otra Palma de la que apenas se habla es una ciudad también afectada por la crisis, pero que poco a poco intenta salir adelante con el esfuerzo de todos. Una ciudad con algo más de 400.000 habitantes -la octava de España- y con atractivos turísticos tan hermosos como su casco antiguo o sus paseos costeros, a veces poco conocidos. Una ciudad que desde hace décadas siente una gran estimación por la Familia Real. Una ciudad que es mucho más que los casos de corrupción que se citan casi en exclusiva cuando se habla hoy de la capital isleña.
Estos días, además, los palmesanos no hablan sólo de la inminente declaración de la Infanta, sino también de otros asuntos directamente relacionados con su realidad cotidiana. Ahora mismo, también les preocupa la posibilidad de que haya prospecciones petrolíferas en aguas del Archipiélago, por sus posibles repercusiones negativas para el turismo, o la prolongación del conflicto educativo, motivado por la implantación de un sistema de enseñanza trilingüe sin el consenso necesario. O su ferviente deseo de que Malén Zoe Ortiz , la niña de 15 años desaparecida hace dos meses en Calviá, pueda volver sana y salva a casa. Junto a la Palma de las investigaciones por corrupción y de la información judicial entendida a veces como mero espectáculo, existe también esta otra Palma, auténtica, seria, humana y acogedora.
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