Ada no resistió a las torturas del monje shaolín

Las lesiones que tenía la joven, de 29 años, fueron demasiado graves como para poder sobrevivir a pesar de la labor de los médicos y de la fuerza de Ada. Fue localizada en parada cardiorrespiratoria y los facultativos tardaron más de media hora en reanimarla. P osteriormente sufrió, al menos, otras tres paradas.

El macabro hallazgo se produjo gracias a que un viandante observó cómo Juan Carlos Aguilar introducía en su gimnasio a la nigeriana cogiéndole del pelo. Tras derribar la puerta con mazas, los agentes de la Ertzaintza encontraron a la joven brutalmente torturada por el supuesto shaolín que la sujetaba a pesar de que se encontraba sin conocimiento. Las investigaciones posteriores llevaron a encontrar un reguero de restos humanos en el gimnasio y el domicilio de Aguilar .

Identificada por las prótesis

Nada más conocerse la noticia, compatriotas de la nigeriana se acercaron hasta el centro médico y clamaron justicia. «Estamos ahora llorando por culpa de un asesino. Necesitamos justicia. Lo que ha pasado no lo merece », dijo una de ellas. Otra amiga de la joven no pudo contener la rabia. «Su madre ha llamado ahora. ¿Qué le vamos a decir?, ¿que ha muerto? Luego van a decir que él está loco, y va a salir a la calle para matar a otra persona. Estamos aquí para buscar la vida, nadie tiene derecho a quitar la vida a una persona muy buena».

Con su fallecimiento, Ada se convierte en la segunda víctima mortal de Juan Carlos Aguilar , el experto en artes marciales que nada más ser detenido tras agredir a Ada confesó que el pasado viernes asesinó también a otra persona. Los restos de esta mujer, que había sido descuartizada, fueron localizados principalmente en el gimnasio que Aguilar regentaba en el centro de Bilbao, aunque también se llevó partes de su cuerpo a su propio domicilio.

Después de dos días de investigaciones, la Ertzaintza identificó a esta primera víctima como Janny Sofía Rebollo , una colombiana de 40 años que deja dos hijos de corta edad. Al igual que Ada, ejercía la prostitución, según fuentes de la investigación, aunque los amigos de la colombiana lo niegan. Lo que sí es cierto es que vivía en la misma zona que Ada, cerca de las torres de Zabalburu.

Rebollo llevaba unos diez años en España y regentaba un centro de peluquería y estética. Hace seis años tuvo un hijo con un español que no fue reconocido por el padre. Posteriormente, hace tres años, tuvo otro hijo con otro español llamado Íñigo, con quien vivió hasta hace unos meses que se separaron.

Aunque su asesino trató de borrar todo rastro que pudiera ayudar a identificar a la víctima descuartizándola, a Rebollo se le pudo poner nombre. El asesino no se deshizo de las prótesis mamarias que se había implantado la mujer y en las que aparece un número de serie que permite seguir su rastro. Fue la primera pista. Las huellas dactilares de los dedos encontrados en el «gimnasio del terror», cruzadas con su NIE o con su ficha hicieron el resto. La Ertzaintza no descarta que Aguilar fuera autor de más asesinatos dada la carrera criminal emprendida.