Guerra económica entre las dos Coreas en Kaesong
El cierre del parque industrial de Kaesong simboliza el fin de la colaboración entre el Norte comunista y el Sur capitalista
Pablo m. díez
Víctima colateral de la última crisis entre las dos Coreas, el polígono industrial de Kaesong permanece cerrado tras haber parado completamente su actividad. Levantado en plena frontera del Paralelo 38 y gestionado de forma conjunta por ambos países, representaba el último vínculo entre el Norte ... comunista y el Sur capitalista, separados desde el final de la guerra hace 60 años.
Nacido al amparo de la «política de acercamiento» («sunshine policy») que trajo la histórica cumbre celebrada en junio de 2000 por el entonces presidente surcoreano, Kim Dae-jung, y el «Querido Líder» del Norte, Kim Jong-il, el parque de Kaesong fue construido en 2003 por la corporación Hyundai. Explotado por dicha multinacional desde su apertura a finales de 2004, albergaba 123 empresas surcoreanas de los más diversos sectores, desde componentes de automóviles hasta menaje para el hogar, que tenían contratados a 53.000 trabajadores del Norte. Cada año, su producción generaba 470 millones de dólares (367 millones de euros) y 90 millones de dólares (68 millones de euros) en sueldos que las compañías del Sur pagaban a los empleados norcoreanos, que iban directamente al Estado en lugar de a sus bolsillos. Con unos salarios medios de 127 dólares (97 euros) al mes, una fortuna en la paupérrima Corea del Norte, las empresas surcoreanas se aprovechaban de esta baratísima mano de obra para abaratar costes y, a cambio, inyectaban divisas al asfixiado régimen de Pyongyang.
Pero ni tan suculentos ingresos disuadieron el mes pasado al joven dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, de retirar a sus trabajadores dentro de su escalada militar para forjar su imagen como líder fuerte. Además, pretendía presionar al Sur y a Estados Unidos para reabrir las estancadas negociaciones de desarme nuclear a cambio de ayuda humanitaria, petróleo y reconocimiento diplomático.
A cuentagotas, como si quisieran aferrarse a las más remota posibilidad de acuerdo, el medio millar de directivos y gerentes surcoreanos que permanecían en el polígono lo han ido abandonando a medida que se iban quedando sin materias primas, electricidad, calefacción y comida, que se enviaba desde su país cada día. En su regreso, retransmitido en directo por las televisiones, volvían con sus coches cargados con los productos que sus fábricas ya habían terminado, que ni siquiera podían ser sacados por los camiones del Sur.
La semana pasada, los últimos siete directivos surcoreanos que quedaban en Kaesong cruzaron la frontera después de abonar los casi 10 millones de euros que les reclamaban las autoridades del Norte en concepto de sueldos impagados, impuestos y servicios. Desde que Pyongyang retiró a sus empleados el mes pasado e impidió el acceso al polígono desde el Sur, los únicos vehículos que han cruzado hacia Corea del Norte han sido los dos coches que llevaban ese dinero en efectivo para saldar las cuentas con el régimen de Kim Jong-un.
Apuntar la economía
Después de amenazar a Corea del Sur con sus bombas nucleares y sus misiles, el tirano apunta ahora a su economía, la tercera de Asia y la decimotercera del mundo, para desestabilizar al Gobierno de la presidenta Park Geun-hye, que tomó posesión a finales de febrero. «He propuesto un proceso para construir la confianza en la Península Coreana. Nunca toleraremos una Corea del Norte con armas nucleares ni sus provocaciones. Sus amenazas no surtirán efecto. Pero, al mismo tiempo, hemos dejado abierta la puerta al diálogo con el Norte en todo momento», explicó la presidenta Park en una entrevista al diario «The Washington Post» tras reunirse el martes con Obama en la Casa Blanca.
Tras invertir alrededor de 500 millones de dólares (383 millones de euros) en el parque industrial, las firmas surcoreanas temen perder todo este dinero, lo que supondría un serio golpe económico porque la mayoría son empresas de pequeño y medio tamaño. Con el fin de ayudarlas, el Gobierno de Seúl ha destinado 400.000 millones de won (281 millones de euros) para préstamos a bajo interés, pero la ruina se cierne sobre ellas si la clausura es definitiva. «Antes nos abastecíamos de las factorías chinas, pero desde 2004 venimos a comprar aquí porque la mano de obra es un 30 por ciento más barata, y la mitad de lo que nos costaría en Corea del Sur», explicaba a ABC un empleado de una firma de recambios automovilísticos durante los primeros días de la crisis. Aunque en aquel momento no pensaba que el cierre se iba a prolongar tanto tiempo, sabía que la situación era peor que en 2009, cuando el régimen norcoreano cortó el acceso al polígono de Kaesong durante una semana pero los camiones de Hyundai se encargaron de sacar la mercancía.
Un golpe simbólico
Incluyendo una pequeña cantidad para ayuda humanitaria y las materias primas que se enviaban a Kaesong, las relaciones comerciales entre las dos Coreas sumaron el año pasado 2.000 millones de dólares (1.565 millones de euros). Más allá de la importancia económica que tenga el cierre del polígono, se trata de un golpe simbólico al último ejemplo de colaboración entre las dos Coreas, que en los últimos años han acabado con las reuniones de familias separadas por la guerra y clausurado también un complejo turístico que Hyundai explotaba en el monte Kumgang. La próxima vez que vayan a invertir en un país expuesto a las veleidades de su dictador, las empresas del Sur tendrán que pensárselo dos veces.
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