Tenis
Djokovic reactiva la rivalidad con Nadal, con Roland Garros como escenario de la próxima batalla
Empatados a 22 títulos de Grand Slam, París se atisba como otro frente en el que el serbio peleará por desbancar al español y este, por defender su territorio
Un Djokovic superior suma su décima corona en Australia y alcanza a Nadal con 22 Grand Slams
Djokovic, con aficionados en Melbourne
«Sueña en grande, todo es posible. No dejes que nadie te aparte de ese sueño. No importa de dónde vengas. Incluso si solo tienes una persona en el mundo que te apoye, sueña en grande», eran las palabras de Novak Djokovic al levantar el ... trofeo del Abierto de Australia. Se lo decía a los niños de la grada, pero también a aquel que peloteaba contra paredes agujereadas por los morteros y las bombas de su Belgrado natal. Y también a aquel que hace justo quince años levantaba por primera vez esa Copa que ayer besaba en décima ocasión. Un título con el que reaviva la rivalidad con Rafael Nadal por ser el mejor de la historia, ahora como dúo, y que alimenta sus ambiciones.
Le costó entrar en esa carrera a Djokovic, sin ser consciente todavía en 2008, cuando Federer ya sumaba trece Grand Slams y Nadal cinco, que su primer gran título era fruto de un talento tremendo que podía llevarlo muy lejos si se empeñaba. Pero le costó. Demasiado ruido a su alrededor, quejas y retiradas en momentos complicados, imitaciones a sus compañeros… que fue apagando conforme crecía su palmarés.
En 2011 llegó el primer salto de calidad y de creerse a sí mismo: diez títulos de golpe, tres Grand Slams del tirón: Australia, Wimbledon, US Open. Aunque todavía lejos de los 16 de Federer y los 10 de Nadal. El segundo estirón llegó en 2015, otra vez imbatible, once títulos, otro triplete (Australia, Londres y Nueva York), y con la mejor de las victorias hasta ese momento, a Nadal en Roland Garros. Pero después de tremenda hazaña, el título fue para otro, Stan Wawrinka, y la espina se quedó clavada en el pecho del serbio.
Se la sacó, no obstante, en 2016 -ausente el español por lesión- ante Andy Murray en la final. Completo por fin el puzle de su carrera al besar la Copa de Mosqueteros, esa que tanto le había costado, el despertar fue difícil. Efímero como es el éxito y el fracaso en un deporte que se juega todas las semanas del año, se encontró vació. Sin alicientes ni retos para continuar y con una lesión en el codo por la que tuvo que ir al quirófano. Deambuló por las pistas en 2017 y 2018 -su mujer llegó a admitir que pensó en retirarse tras una mala racha-, todavía provisto de un tenis superior, pero aún alejado de esa dicotomía amistosa entre Nadal y Federer, con 14 y 17 grandes respectivamente ya por esas fechas.
Fueron ellos el aliciente de Djokovic; el resorte para resurgir. Él lo había conseguido todo, pero ellos tenían más: más títulos, más finales, más récords, más todo. Fue, de los tres, siempre el más sincero: «Tener más semanas como número 1 supone un alivio para mí», dijo tras superar las 310 semanas de Federer. «Voy a centrarme en los Grand Slams que es donde quiero ser el mejor», anunció al llegar al 18. Aún ahora: «Los Grand Slams y el número uno son los mayores retos del tenis, son mis ambiciones profesionales», dijo tras clasificarse para la final de Australia, 33 en su haber, más que nadie en el circuito masculino (Federer 31, Nadal 30), empatado con Serena Williams, a solo una de la líder Chris Evert. «Estoy motivado para ganar tantos Grand Slams como sea posible», repitió ayer. A partir de allí, Djokovic fue al esprín, haciéndose enorme en Melbourne y grande en Londres, hasta el tercer triplete de su carrera, en 2021, con el que el tenis masculino iniciaba otra dimensión: triple empate a 20 Grand Slams.
Para 2022, el suizo se despedía para siempre de la batalla que él inició, mientras el español la ampliaba en solitario, Australia y París para igualar a Steffi Graf con 22 títulos -a solo uno de Serena Williams, a dos de la líder indiscutible Margaret Court-. Cifra que atrapa el serbio con este Abierto de Australia de redención -el 21 lo ganó en Wimbledon este pasado verano mientras Nadal se daba de baja antes de semifinales por lesión en el músculo abdominal-, y con el que reanima la rivalidad que los mantiene en pie a pesar de las cicatrices y sin ceder ante el empuje de los jóvenes, que desearían haber visto su jubilación hace tiempo. La pelea entre Nadal y Djokovic (29-30 en el cara a cara; 11-7 en Grand Slams: 2-3 en pista rápida y 8-2 en tierra batida) ni siquiera está en el número de Masters 1.000, que el serbio lidera con 38, por los 36 del español; tampoco es aliciente la Copa de Maestros, alcanzadas las seis coronas de Federer por el serbio en este pasado 2022 (Nadal no tiene ninguna). El número 1 ya es propiedad de Djokovic con diferencia, 374 semanas a partir de hoy, por las 209 del balear; aunque, como homenaje, permanece el récord de las 237 semanas consecutivas en manos del suizo.
Pero sigue vigente el deseo por los Grand Slams, casi empatados a títulos globales con 93 para el serbio y 92 para el español. Es la gasolina que los levanta una y otra vez. De las lesiones al balear, de las prohibiciones de los torneos -por su negativa a vacunarse contra el coronavirus- al serbio. Y presentan un futuro eléctrico. Ambos apuntan sus miradas a Roland Garros. Uno defiende con uñas y dientes su maestría en esta superficie y 14 títulos; el otro quiere la revancha tras caer el año pasado y por todo lo que le mueve ganar al eterno rival en tierra. Y, además, con el número 23 en juego. Arde París.