Barty, impecable campeona de Wimbledon

Desde junio de 2019 Ashleigh Barty comanda el tenis con esa mezcla de humildad y agresividad que son sus dos caras. Dentro de ella y fuera de ella, vida personal y competición. Incluso su juego tiene esa capacidad de atacar y morder, pero también de regalar un toque sutil, leve, de los que quedan en los puntos más destacados, pero que atraviesan igual el corazón de la rival. Es Ashleigh Barty una número 1 completa , alejada de cualquier parecido con la media del circuito: más compacta que alta (1'66 por 1'86 de Pliskova), más poliédrica que directa, más calmada incluso cuando el escenario es nuevo, como esta final de Wimbledon que gana con autoridad, como lleva en lo más alto de la WTA desde junio de 2019.

Los primeros catorce puntos del partido fueron para ella. Un torbellino de derechas y sutilezas que acribillaron los nervios de Karolina Pliskova. Un 4-0 devastador para el que la central encontró alivio: ovación para celebrar el primer punto de la checa. Un punto de inflexión, porque sacudió el brazo a partir de ahí, agarrotado en exceso en ese inicio. Podría decirse que normal, pues la Catedral impresiona y todavía más lo hace si al fondo de la pista se otea con el rabillo del ojo el premio que puede estar en tus manos un par de horas después. Barty, no obstante, contuvo la reacción de Pliskova para sentarse con el primer set a su favor en apenas 28 minutos.

Sin embargo, la checa ya había soltado lastre, esos nervios y dudas que aparecen cuando tanto está en juego. De ahí que acelerara en el segundo set y cumpliera con las expectativas de su tenis aguerrido, contundente desde el fondo, agresividad a las líneas y sin contemplaciones, latigazo tras latigazo. Ese contraste de estilos que hicieron las delicias de los 10.000 aficionados, realeza británica y Tom Cruise entre ellos, y tan parejo a pesar de sus diferencias que asomó el tie break para dilucidar la suerte. No fue suerte, sino un punto más de mordiente lo que decantó el set a favor de la checa, alegría en Londres porque habría un tercer capítulo.

Conscientes las tenistas que ahí sí que sí se decidía todo, asomó la paciencia y ese tenis pausado que llega a desesperar a las rivales y con el que tanto daño hace Barty. Se había dejado Pliskova demasiado en el tie break y entregó su primer turno de saque. Un break definitivo porque la australiana siguió pegando cuando lo necesitaba y manejando el momento con dejadas y cortados . Un sinfin de recursos con los que llevar el partido ya hacia su lado, hacia su historia. Campeona de Wimbledon por primera vez -diez años después de hacerlo en categoría júnior-, el homenaje soñado a Evonne Goolagong Cawley, cincuenta años después de ese primer título de la aborigen en 1971 (conquistaría un segundo en 1980).