Nadal suplica por una final

El viernes terminó con una sonrisa de oreja a oreja porque hizo lo que tenía que hacer. Derrotó a Grigor Dimitrov con buena nota y superó el test que él mismo se impuso, satisfecho porque hubo momentos para creer. Falta que ahora le dé continuidad y Berdych es un enemigo de entidad, otra prueba de fuego.

Dadas las circunstancias, toca ser optimista. «Cuando uno gana todo está bien, pero hoy no sólo ha sido el resultado. He hecho las cosas que creo que hago cuando juego bien. De haber jugado algún partido más de estos me habría dado un poco más de decisión para haber sido más agresivo. Sé que puedo serlo. Si no viniéramos de una época irregular hablaríamos de que todo va muy bien, pero nunca sabes lo que va a pasar. Hasta ahora va bien y estoy feliz», admite.

Berdych llegó a semifinales después de superar en cuartos a John Isner, un duelo en el que el checo salvó incluso una bola de partido en su contra. Nadal ya jugó contra él hace un año en Madrid, pero el último precedente fue el del Abierto de Australia y ahí, sin discusión, venció Berdych de forma rotunda. Fue el fin a una racha de 17 triunfos consecutivos para el mallorquín, que manda 18-4 en el cara a cara.

Es otro Nadal al de Melbourne, cada día un poquito más cerca de su mejor versión. Le queda, claro, y guarda la prudencia necesaria porque también se veía bien en Barcelona y luego pasó lo que pasó. Ahora, impulsado por la energía de la Caja Mágica, está a un paso de su primera gran final desde hace un año, pues no lucha por algo de este calibre desde Roland Garros.